miércoles, 14 de julio de 2021

RICHARD DONNER: SOÑAR LO IMPOSIBLE

 


Puede que Richard Donner no sea precisamente un autor. Sin embargo, dentro de su entrega, en la mayoría de las ocasiones, al cine más comercial, sí que tenía algunos rasgos que le definían como un autor con sus obsesiones, con su temática casi permanente y, sobre todo, con una impecable hechura en todas sus películas. Donner se atrevía con soñar con lo imposible, no sólo en cuanto a forma, sino también en cuanto a fondo.

No deja de ser curioso que, en términos puramente cinematográficos, una de sus mejores películas sea La profecía, ese cuento diabólico, extraordinariamente  bien narrado y desarrollado, algo bastante inusual en el cine de terror, que nos avisa de la presencia del Maligno entre nosotros y que, por aquellas casualidades, se introduce en las más altas esferas del poder con la venida del Anticristo. Ahí, en su tercera película y después de una amplia experiencia en televisión que le convierte en uno de los más destacados integrantes de la llamada “Segunda generación de la televisión” compartiendo honores con Sidney Pollack, Stuart Rosenberg, Robert Altman o Alan J. Pakula, Donner nos demuestra lo que era capaz de hacer cuando en sus manos había un guión con oportunidades y nos introducía, por vez primera, en ese universo de imposibles y de luchas titánicas de individuos que se veían abocados a combatir solos contra el resto del mundo.

No podía pasar desapercibido su trabajo en La profecía, así que fue el elegido para dirigir la versión cinematográfica de Superman, con Christopher Reeves. Estaba previsto que también dirigiera la segunda parte, pero hubo grandes diferencias creativas con los hermanos Salkind, productores de la saga, y, después de dirigir unas pocas secuencias, fue reemplazado por el algo más festivo Richard Lester. Lo cierto es que, en esa primera parte, Donner apuesta por la aventura, pero también por desarrollar una historia que, al fin y al cabo, hablaba sobre un super-héroe que tenía que batallar contra las fuerzas del mal con casi ninguna ayuda.

Poco después, Donner apostó por una de las pocas películas en las que apenas prestó atención a la taquilla. El drama de Max´s Bar demostró que Donner sabía imprimir intimismo a la historia que lo necesitaba, y la película funcionó bien artísticamente, pero fue un enorme fracaso en taquilla. Su siguiente película, Su juguete preferido, con Richard Pryor en la cresta de la ola, también se estrelló con estrépito y condenó a Donner al cine de consumo rápido, tal vez. Pero él no lo hizo nada fácil.

La primera película de su nueva etapa fue la leyenda medieval que rodea Lady Halcón, con un reparto excepcional compuesto por Michelle Pfeiffer, Rutger Hauer y Matthew Broderick. Aún levanta alguna crítica la elección de su banda sonora, encomendada a Andrew Powell, antiguo integrante de The Alan Parsons Project, que realmente resulta chocante con el ambiente descrito, pero que, pensado con detenimiento, no es tan anacrónica. El cuento de la Edad Media, con maldiciones, asaltos a castillos y envidias por amoríos era brillante en cuanto a ejecución e interés y el éxito fue inmediato.

Aquel mismo año, 1985, Richard Donner se asoció con Steven Spielberg para producir y dirigir una película que ha marcado a dos generaciones enteras de niños. Los Goonies es una historia que ya entra en el imaginario de muchos cuarentones y cincuentones de hoy en día y, quizá más en nuestras fantasías que en nuestras realidades, siempre hemos soñado con vivir la camaradería que experimentan esos niños que se adentran en una aventura imposible de piratas, tesoros, monstruos y amistad.

A partir de aquí, Donner se entrega de lleno a la saga de Arma letal llegando a dirigir hasta cuatro episodios dedicados a los policías Riggs y Murtaugh, siempre interpretados por Mel Gibson y Danny Glover. Con sus altos y bajos habría que destacar las dos primeras partes, con el terrible error que supuso la tercera y la leve recuperación de la cuarta para despedirla con buen sabor de boca. Entre medias, Donner se atrevió a hacer una versión moderna del Cuento de Navidad, de Charles Dickens con el título de Los fantasmas atacan al jefe, que pasó sin pena ni gloria en su momento y, no sin cierta sorpresa, ha ido ganando adeptos con el tiempo.

Buscando siempre nuevos espectáculos de acción, Donner se decide a adaptar la serie Maverick y se rodea de un cartel de lujo compuesto por Mel Gibson, James Garner y Jodie Foster. La película es divertida, entretenida, llena de guiños para seriéfilos y cinéfilos y con excepcionales escenas de acción siempre con la sonrisa puesta. Cambia ligeramente el tono con Asesinos, con Antonio Banderas y Sylvester Stallone, y se pone bastante serio con esta historia de sicarios profesionales que falla, precisamente, en que, de alguna manera, Donner no sujeta debidamente al español y deja al americano en un aura de imperturbabilidad supuestamente elegante que no termina de encajar. A pesar de que la historia presentaba muchísimas posibilidades, no deja de ser algo más que una mediocridad.

Se vuelve a reunir con Mel Gibson y con la estrella del momento, Julia Roberts, para rodar Conspiración, excelente cinta sobre lo que puede ser mentira y lo que puede ser verdad, nuevamente con ese héroe que se enfrenta al mundo entero para imponer sus creencias y su seguridad en que todo ocurre por algo, con algún afán de que las fuerzas más oscuras triunfen y todos los ciudadanos pedestres se plieguen a la mentira permanente del poder.

En 2003 se atreve con una de las novelas más exitosas de Michael Crichton como es Timeline, pero, nuevamente, con la premisa siempre atractiva del viaje en el tiempo, naufraga dentro de un reparto muy poco acertado. No obstante, Donner aún nos tenía preparada una pequeña sorpresa.

16 calles es una película que se encarama a una de las primeras posiciones de la filmografía de Donner. La historia de un policía en viaje de vuelta al que le encargan la sencilla misión de escoltar a un testigo hasta el juzgado situado dieciséis calles más allá de la comisaría, se convierte en la odisea de un hombre que debe luchar contra la corrupción de la que él mismo forma parte, a favor de la justicia y de la seguridad de estar contra todo y contra todos. Bruce Willis hace una de sus mejores interpretaciones y la película es trepidante, bien narrada, con excelentes escenas de acción y de explicación y, quizá, sólo flojea un poco en la elección del actor encargado de dar vida al testigo, Yaslin Bey. Sin duda, Donner nos dejó un gran regalo de despedida que, tal vez, no fue del todo apreciado en su momento.

Esos fueron los sueños más imposibles de Richard Donner, el hombre que nos dijo que se podía volar, que se podía volver al Oeste con una sonrisa, que, de alguna manera, nunca se deja de ser niño, que la Edad Media tenía algo de cuento pop o que el Diablo puede tener el rostro de la inocencia. Siempre batallando contra todos. Siempre diciéndonos que lo apasionante de luchar no es el resultado, sino el esfuerzo. Soñar lo imposible.

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