martes, 13 de diciembre de 2022

BREAKDOWN (1997), de Jonathan Mostow

 

A veces, un nuevo comienzo, sin desearlo, es el principio del fin. Un coche en medio de la inmensidad de una carretera interminable y, de repente, todo se tuerce. Todo resulta ser un puñado de gasolina derramado en la calzada. La mujer desaparece. Y hay que actuar contrarreloj porque el secuestro está basado en un error. Los malditos se han dejado engañar porque el coche es nuevo y es posible que ese matrimonio que cruzaba el desierto en el infinito sendero de asfalto tenga algo de dinero convertible en efectivo en alguna de sus múltiples cuentas. No es así, porque, precisamente, se trata de empezar de nuevo, de un nuevo trabajo, de tratar de construir un futuro que se ha visto levemente truncado. Hay que correr, muchacho. A tu mujer no le queda tiempo y, seguramente, ha tenido que mentir para que la mantengan viva. Y lo increíble de todo es que esos tipos funcionan como una mafia corrupta hasta las cejas que se dedica a extorsionar a matrimonios solitarios que cruzan con buena fe y derrota asegurada por unas vías que conducen directamente hacia el infierno.

Así que va a haber que navegar por un mar de polvo y dudas, porque nadie es capaz de echar una mano a Jeff Taylor. Él pregunta, va de un lado a otro, interpone una denuncia y lo único que obtiene son buenas palabras, apelaciones a la serenidad, aseveraciones rotundas de que se va a hacer todo lo posible o, por el contrario, silencio e indiferencia. Y mientras, el asfalto espera. Todo está machacado por las ruedas de los camiones en un páramo perdido en algún lugar entre Boston y San Diego. Y eso, amigos, es estar en medio de ninguna parte. ¿Cómo es posible encontrar a alguien en ninguna parte? Jeff Taylor va a tomar decisiones muy duras, muchas de ellas basadas en la inteligencia. Esa misma que le ha faltado para encontrar una felicidad más o menos estable.

Excelente película de acción e intriga con Kurt Russell perdido en el desierto tratando de encontrar a una esposa que nadie ha visto, que nadie conoce y de la que no se tiene el menor rastro. Todo porque se subió a un camión para pedir ayuda en una decisión tonta, bastante estúpida, para algo que tenía fácil arreglo aunque no a primera vista. La dirección de Jonathan Mostow es muy hábil, centrándose en muchas persecuciones sobre las líneas discontinuas y poniendo un punto de suspense creciente a una película ágil, bastante imprevisible y realizada con claridad. La red de secuestros y extorsiones que llevan a cabo unos cuantos al borde mismo de la carretera se antoja peligrosamente posible y hace falta mucha determinación para que no pase nada.

La huella del neumático quemado dejará un olor inconfundible y parece como si cada una de las piedras que forman el conglomerado del suelo decida guardar silencio sobre una desaparición que sólo se explica el propio Jeff Taylor. La carga resulta pesada en camiones de alto tonelaje y el secreto está en tener la paciencia suficiente como para actuar como un hombre de acción cuando sólo se posee un volante y ninguna prueba. Es el punto de ruptura. Ese mismo que hace que, al final, sólo se desee la muerte de aquellos que han construido un desvío que nadie debería tomar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí señor, magnífica película con un sentido del ritmo y del suspense realmente envidiables y donde esa jungla de pistas interconectadas entre sí, a veces incluso de las formas más retorcidas, se torna en escenario infernal (personalmente son de los sitios que me siento más desprotegido, no sé porqué). Saludos, Jesús.

César Bardés dijo...

Es que no lo parece, pero una carretera es uno de los sitios más desolados que existen. Al fin y al cabo,es una variación interesante de algo como "Carretera al infierno" y de tantas y tantas películas que han utilizado ese escenario para poner en juego las siniestralidades de los modernos asaltantes de caminos. En este caso, el conjunto funciona muy bien y tiene todo una cierta lógica en su desarrollo que es muy de agradecer.
Saludos y gracias.