miércoles, 14 de diciembre de 2022

LA TIENDA (1993), de Fraser Heston

 

Las cosas no son necesarias hasta que hay algo en el interior de las personas que enciende la propia necesidad. Y esa parece ser la estrategia de venta de ese señor vestido de oscuro que ha abierto una tienda en medio de Castle Rock y en la que parece haber un repertorio inaudito de cosas necesarias. Lo peor de todo es que no lo son hasta que se entra en la tienda. Como parte del precio, el señor pide pequeños actos que, en sí mismos, no significan nada. Sólo bromas, tonterías sin importancia. Sin embargo, pronto la broma sube un escalón, la maldad se va abriendo paso, la violencia suple las carencias, el asesinato, la muerte, el diablo…. Todo eso se va desarrollando delante de un atónito comisario que cree que todo parte de ese pequeño comercio insignificante que un venerable señor de edad avanzada regenta con indudable prosperidad. El policía tendrá que quitar las etiquetas a los productos y darse cuenta de que, tras la fachada del respetable comerciante, se halla un enviado del infierno.

Y es que los favores como medio de pago siempre son sospechosos. Las reglas de la buena vecindad imperan en un pueblo tranquilo y bonito, con todos conociéndose desde hace muchos años y sabiendo que, en caso de apuro, pueden recurrir al otro. No obstante, este oscuro individuo, de nombre Leland Gaunt, se hace pasar por forastero, por alguien que necesita de la integración a través de la venta. Terriblemente raro. Horriblemente influyente. No es normal. Todos consiguen lo que necesitan cuando entran en la tienda. Y se llevan siempre un recado para cumplir. Cada vez más exigente, cada vez más difícil, cada vez más maligno. Tal vez, de esa manera, ya no haya buena vecindad, ni sonrisas cada mañana, ni el deseo de ayudar. Sólo destruir. Sólo avaricia. Sólo el ser humano desnudo. Sin cortesías. Sin educaciones.

No es la más conocida de las adaptaciones sobre una novela de Stephen King, y, aún así, no es nada despreciable. Con un reparto muy competente que incluye a Ed Harris, Bonnie Bedelia, Max von Sydow, Amanda Plummer y J. T. Walsh, el director Fraser Heston, hijo de Charlton, articula una película aceptable, realizada con cierto gusto y con cierta falta de pegada, pero bastante eficaz en algunos tramos, mesurando la tensión creciente en la población que se acerca hasta esa tienda que exhibe algunos productos extraídos con la materia prima del pecado. Quizá Walsh esté más histriónico de lo habitual y Heston combine secuencias de altura con otras resueltas torpemente. Al fondo, la debilidad humana, lo que nos pierde, lo que nos rebaja a la altura de simples animales capaces de eliminar a cualquiera sólo para satisfacer nuestras necesidades más primarias y más prescindibles. Satanás pone en juego su propio efecto dominó para descubrir lo frágiles que somos, lo atractivo de la tentación en nuestra idiosincrasia. Y lo peor de todo es que nosotros, los espectadores, estamos hipnotizados observando hasta dónde puede llegar el alma corrompida. Ya se sabe. El Diablo es un experto en estas cosas y, en esta ocasión, regenta un local pequeño y encantador en pleno centro de Castle Rock. Pásense por allí. Lo mismo necesitan algo.

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