jueves, 1 de diciembre de 2022

LA MUJER REY (2022), de Gina Prince-Bythewood

 

Puede que las mujeres tengan algunos aspectos meramente físicos en los que sean inferiores a los hombres, pero no cabe duda de que tienen otros en los que los superan ampliamente. Y son más valiosos. Uno de ellos es el tamaño de sus agallas. Son infinitamente más valientes, más arrojadas y mucho, mucho más sacrificadas. Todos esos valores son más eficaces en tantas facetas que la fuerza bruta se queda en un mero atributo de la testosterona que reduce al hombre a la categoría de ser inferior, limitado, ingenuo y tristemente patético.

En los confines de África, unas guerreras de élite conforman un ejército temible que arrasa con furia y cuyo empuje femenino hace que sean imparables porque están dispuestas a todo con tal de defender aquello en lo que realmente creen. Las tribus rivales pasan a ser, como enemigas, simples comparsas en unas contiendas en las que terminan acuchilladas a sangre y fuego. Por supuesto, en el siglo XIX, aparece el hombre blanco, con sus alargadas manos de avaricia y conquista y la esclavitud forma parte del comercio habitual que ha arruinado vidas, sembrado desesperaciones, cosechado rabias y fructificado en odios que aún perduran.

En todo este entramado moral, La mujer rey funciona razonablemente bien como película de aventuras, pero también, aprovechando el mensaje antirracista y violentamente feminista, carece de coherencia en algunos pasajes, realiza retratos, cuando menos, discutibles y insiste, con cierto machaque, en el verdadero valor de las mujeres. En medio de todo ello, no deja de deslizar la seguridad de que ellas también tienen cicatrices muy difíciles de cerrar y que los tormentos morales hacen mella en su corazón y en su alma con mayor encarnizamiento haciendo que esas agallas inigualables se mezclen peligrosamente con heridas profundas, cerradas con lágrimas, curadas con huidas hacia adelante que se empeñan en abrirse en cuanto al destino se le ocurre alguna finta burlona.

Al lado de coreografías de acción realmente originales, conviven algunas secuencias resueltas de forma algo torpe. Si se muestra a alguna aguerrida soldado experta en el ataque con lanza, lo lógico es que se vean con claridad todas sus evoluciones y se evite el montaje fragmentado para que se rellenen los espacios vacíos en lo que es un instante de enorme espectacularidad. En el apartado interpretativo, destaca, como siempre, Viola Davis que no huye de esos papeles atrapados en encrucijadas morales a pesar de su carácter eminentemente épico. Reprochable resulta el amaneramiento totalmente prescindible de un eunuco y llena de sonrojo la interpretación infantil que realiza John Boyega en la piel de un rey que no se sabe muy bien de qué corona cojea.

Así que mucho cuidado con todas estas chicas dispuestas a morir en el intento porque hay momentos de calidad y otros que parecen extraídos de la factoría Marvel, con las consabidas escenas de cámara lenta y buscando el efectismo, en determinadas ocasiones, con acierto. En un descuido, te abren en canal y dejan tu cuerpo como aperitivo para los buitres. Los hombres, confiados, las desprecian porque, ya se sabe, el músculo siempre peca de arrogancia mientras que el cerebro es el gran despreciado de toda comparación, de toda descripción y de toda sinceridad. Y es el músculo más importante del cuerpo humano. En ese es en el que hay que fijarse. Todo lo demás es sólo ruido, una maniobra de distracción que cae, una y otra vez, en lo más vulgar del pensamiento. 

No hay comentarios: