viernes, 10 de enero de 2025

QUEER (2024), de Luca Guadagnino

 

Posiblemente, cuando se llega al disfrute máximo del deseo, ya no quede nada después. Cuando se consigue esa anhelada fusión entre dos cuerpos que se convierten en uno y el placer se extiende por cada uno de los poros de la piel en un viaje lisérgico sin escalas, ya sólo queda prolongarse por inercia porque se ha probado todo lo que merece la pena en la vida. Ya no existe la ilusión por volverse a sentir especial en brazos de otro. Todo se reduce a esperar la muerte y, como mucho, a recibirla en alguno de los lugares donde todo se confundió, se quedó el alma adormecida esperando el siguiente clímax y el tiempo, inexorable e implacable, borrará todas las huellas de algo que se supo y que, quizá, no debió experimentarse tan intensamente.

Para comprender esta película, haría falta ser un experto en la vida y obra de William S. Burroughs, colega de correrías de Jack Kerouac, que se convirtió en uno de los máximos representantes de lo que se dio en llamar generación beat. En ellos habitaba la desesperanza y, también, el íntimo deseo de probarlo todo para demostrarse a sí mismo que pisar este valle de lágrimas merecía la pena. Su novela Queer, permaneció sin publicarse hasta 1985, muchos años después de que la terminase. En parte porque ponía en juego muchas de sus frustraciones, gran parte de sus sueños y una buena porción de su rebeldía natural ante lo establecido. Daniel Craig le pone rostro y corazón a Burroughs y consigue una interpretación compleja, de ida y vuelta, dejando que esa sensación de estar llegando al final presida hasta sus carcajadas. Sin embargo, la película es casi insufrible. Luca Guadagnino no es el director más adecuado para llevar a cabo la adaptación de esta historia porque le persigue con insistencia la sombra de su película Call me by your name y casi parece que quiere hacer un retrato de la madurez al borde de la ancianidad de aquel chico que perdía el sentido por un americano en plena campiña italiana.

La película, más o menos, se sostiene mientras el protagonista deambula por las calles de México que, esta vez, está retratado con luminosidad y comodidad, como un refugio ideal para todo aquel que se ha atrevido a desafiar las reglas. Más allá de eso, la trama se convierte en una road movie en donde las drogas se convierten en un protagonista más para concluir en la búsqueda impensable de una droga exótica que permite la consecución de ese deseo que él quiere experimentar por encima de todo sin darse cuenta de que, en ese preciso instante, todo se desvanece en lo etéreo de su delirio, en la nada que tantas veces imaginó y que, desde ese momento, pasa a ser recuerdo. El resultado es una película pesada, aburrida, sin interés, larga, con una evidente incapacidad de Guadagnino por terminarla de una vez. Se enamora de su protagonista e, incluso, recrea en un sueño el terrible juego que costó la vida a la segunda esposa de Burroughs mientras ambos practicaban el juego de Guillermo Tell, algo que el propio Burroughs describió como la peor y más importante desgracia de su vida.

Mientras tanto, asistimos y casi saboreamos las interminables tardes soleadas, casi detenidas, de un pueblo perdido de México, con vasos sucios llenos de tequila que, al momento, son rellenados en busca de un escalón más de la perdición y de la autodestrucción. En ese refugio de homosexuales que Guadagnino se empeña en describir, no hay rastro de amor, pero sí de deseo a todas horas, sin medida, como forma de pasar las eternas noches cálidas llenas de nada y que Burroughs, a través de unos de sus alias como William Lee, está deseando completar hasta el borde. El problema está en que, de la forma en la que se narra toda esta aventura que, se supone, debería ser bastante espiritual, no es interesante. Es sólo seguir a todas horas a un hombre que ya no tiene demasiadas razones para seguir existiendo. Sólo encuentra una y, por supuesto, es efímera. No como este artículo que ya me está quedando demasiado largo por una película que, en unos pocos meses, nadie recordará.

2 comentarios:

dexterzgz dijo...

No soy un gran admirador de Luca Guadagnino. Tampoco "Call me by your name" me entusiasmó, fíjate, y esta "Queer" pues un poco más de lo mismo, ni frío ni calor. Y sí me suscitaba ver cierto interés ver cómo se había sumergido en el mundo de Burroughs. Es verdad que adentrarse en el mundo de las drogas con toda la carga onírica les puede dar cierta carta blanca a los directores, pero no sé si Luca con ese sentido de la estética y dela puesta en escena tan viscontiniano erael más indicado para llevar esto a buen puerto. He leído por ahí que el muchacho acaba de romper con su novio, descendiente del propio Luccino, y que esto es lo que le habría llevado a rodar esta versión "sucia" de "Muerte en Venecia". Un híbrido algo fallido entre el clásico viscontiniano y el "Bajo el volcán" de la dupla Lowry-Huston. Craig no está mal, pero me da la impresión de que otro en su lugar hubiese dado más de sí en el papel (el mismo Fiennes que ya trabajó para Luca en "Cegados por el sol"), aunque no deja de tener su morbo ver a 007 comiéndose una tranca habrá pensado el señor director. Mucho mejor el gran Jason Schwartzman, de profesión robaescenas. Es curioso pero sin ser tampoco nada del otro jueves me ha convencido más la otra propuesta del año de Guadagnino, "Rivales", que esta.

Abrazos telepáticos

César Bardés dijo...

Me pareció un rollete, la verdad. Es cierto que bebe mucho de "Bajo el volcán", aunque no soy, ni mucho menos tampoco un gran admirador de esa película, por mucho Finney en plan aquí estoy yo que contenga.
La verdad es que Guadagnino es un realizador que cada vez me interesa menos. Aquí el guión me parece mal trenzado, mal ejecutado desde el mismo momento en el que emprenden el viaje. Las alucinaciones son bastante largas y ya no digamos de la incapacidad de Guadagnino por finalizar la película. Lento, sin ritmo, sin ganas, sin decir, pero queriendo decirlo todo. Fíjate, creo que para lo que me quiere decir la película bastaría con toda la parte en ese pueblo y ese bar en el que entran y salen y, por supuesto, algo más de sugerencia o algo menos de evidencia. Y sí, le puede a Guadagnino ese afán por destruir la imagen que la gente tiene de Craig que, sin duda, hace un trabajo muy bueno. A mí tampoco me parece que Schwartzman esté tan bien, pero reconozco que le da un cierto "back" a la historia.
No he visto "Rivales", sigo diciendo que las obsesiones de este señor me interesan bastante poco. Y menos aún ese supuesto afán por emocionar porque me deja más frío que la barriga de una lechona.
Abrazos "beat"