En el fondo, es algo
lógico. Atiendes a una persona, la conoces por casualidad en un cóctel mientras
ella sirve y, de repente, crees que pone algo de orden en tu vida caótica.
Luego ya sabes que ella es víctima del maltrato y decides que si hay que
encarcelar al padre, pues se le echa una mano y ya está. Sin embargo, el
resbaladizo terreno de la ley es una zona de alto riesgo porque puede que estés
ayudando a quien no debas, puede que te estés dejando llevar porque te sientes
demasiado solo y ella representa algo en tu vida, puede que estés tocando las
puertas equivocadas y poniendo en riesgo a demasiada gente que te aprecia. Es
un conflicto de intereses en toda regla porque, aunque tu vida es una puñetera
melodía desafinada, las notas siguen sobre el pentagrama. Si te entregas
totalmente, no quedará ni una corchea a la que agarrarse.
Manipular es algo que a
muchos seres humanos se le da bastante bien. Se trata de presentarse como
víctima para que todos estén rendidos a tus pies. O de ser cautivo de la
infelicidad para que los demás estén dispuestos a otorgarte una oportunidad. Ni
siquiera la profesionalidad de unos cuantos va a ser suficiente como para
desenmarañar un galimatías familiar en el que hay intereses financieros,
violencia, incomprensión, ambición a raudales y una instigación al delito del
tamaño de un armero. Es difícil concentrarse en medio de una tormenta de
sentimientos que desembocará, inevitablemente y se haga lo que se haga, en un
tsunami que arrasará con muchas vidas. Algunos la perderán. Otros la
extraviarán.
Interesante película
que se basa en un manuscrito no publicado previamente de John Grisham y que,
sorprendentemente, tiene detrás de las cámaras a un hombre que se había
distinguido en el carácter coral de sus películas como Robert Altman. Aquí no
cabe duda de que tiene que manejar a unos cuantos personajes y perfilarlos con
precisión para que nada de una trama rebuscada, aunque perfectamente creíble,
parezca falso. Para ello, Altman maneja un buen reparto, como suele ser
habitual en él, con Kenneth Branagh, Robert Downey, Robert Duvall, Tom
Berenger, Embeth Davidtz y Daryl Hannah. Todos ellos con roles trazados a la
perfección y que ocupan su lugar con una precisión milimétrica en esta cuento
sobre perdiciones, redenciones, sorpresas y giros que, aunque algo deslavazada
en el principio, acaba por centrarse con bastante interés. Al fin y al cabo, ya
se sabe, cuando un hombre pierde su razón porque se le escurre por debajo de la
cintura, la vida se le desfleca a cada paso.
Así que no se dejen
influenciar por esa mirada que saben poner algunos y algunas para alcanzar lo
que quieren. Si es esa mirada que implica una conexión inmediata, pero que es
posible que sea la auténtica línea del miedo. No la traspasen. Pueden verse envueltos
en una trama en la que hay que suponer muchas cosas e intuir otras cuantas. El
resultado, inevitablemente, va a ser que hay que demostrar hasta dónde llega el
fondo de su inteligencia. Por mucho que hayan creído que son listos durante
gran parte de su vida, puede que haya alguien que demuestre que no lo son
tanto.
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