Todo
lo que ocurre en la vida de un artista tiene un reflejo en su obra. Todo lo que
se hace mientras se crea tiene su simetría en su existencia. Así es esta
película. Lo que le pasa al protagonista de esta historia influye de una manera
decisiva en su creación. Todas las lágrimas están esculpidas en hormigón en las
paredes que construye. Todos los desprecios, todas las falsas tolerancias,
todas las frustraciones, todas las adicciones, todos los cariños, todas las
esperanzas llevan su nombre grabado en esos muros de brutalismo y solidez casi
inexpugnable. Quizá lleve razón en aquello de que lo importante es el destino y
no el viaje que lo origina, aunque no necesariamente se esté de acuerdo con
ello.
No cabe ninguna duda de
que hay momentos de gran cine en esta cinta. Y que, dentro de ellos, la
condición de artista no deja de ser una forma más de prostitución. Pendiente
del mecenazgo de turno. Y más aún si el desprecio por ser extranjero es algo
que se intuye latente en cada uno de los pasos encaminados a construir. Sin
embargo, una vez más, en esos paneles, sostenidos por esa piedra de luz que es
el mármol, se exhiben las lamentaciones así como también un alarido de
rebeldía. Casi nunca entendido. Casi nunca escuchado.
Sí, Adrien Brody
realiza una gran interpretación porque debe sufrir lo que actúa a cada
fotograma. Su personaje llega a la tierra de la libertad y se encuentra con el
sometimiento tiránico a los poderes financieros, a los desplantes de gente que
quiere mentir para mantener sus pírricas existencias, a la certeza de que, por
mucho que desee construir, su entorno hará lo posible por destruir. Empezando
por su corazón. Terminando con su dignidad.
Felicity Jones también
da un golpe en la mesa con un extraordinario trabajo. Su mirada deja de ser
luminosa y se convierte en el de una mujer cansada por los golpes sucesivos de
una vida ingrata, que es muy cicatera a la hora de concederle cualquier deseo.
También saca a relucir su inmenso corazón de valor cuando es necesario porque,
al fin y al cabo, ella y su marido son cultos y están un escalón por encima de
los demás. Eso no quiere decir que no tengan sus defectos. Los tienen y muy
notorios, pero los provincianismos de las altas esferas siempre intentarán
echar para abajo cualquier intento de superioridad moral.
Guy Pearce no deja de
esconder su abyección moral, su bajeza de miras y éticas, su arrogancia
intocable que le lleva, en última instancia, a la mayor de las vergüenzas. En
él reside el centro de la corrupción y del desprecio más terrible cuando las
cartas vienen mal dadas y la posteridad se niega a concederle ningún crédito.
La dirección de Brady
Corbet es correcta. La película, a pesar de su mastodóntica duración, se deja
ver con cierta fluidez. Alcanza cotas de alto magisterio cuando pone en juego
la música monumental con fondos disonantes de Daniel Blumberg y con la decisión
de rodar en setenta milímetros en Vistavisión, otorgando una textura propia de
los años cincuenta a una película que abarca un período de treinta y tres años.
Es evidente la influencia de Ayn Rand y de esa otra excelente obra que fue El manantial, de King Vidor, con Gary
Cooper y Patricia Neal como protagonistas. La batalla entre el interés
financiero y la creación artística allí era el epicentro de la trama y aquí es
uno de los lados de una crónica del dolor que siente alguien que no nació para
sufrir, sino para crear. Y lo que consiguió fue trascender el tiempo.
Y aún y todo así, con toda la monumentalidad del esfuerzo, con interpretaciones y puestas en escenas francamente notables, puede que falte algo más de empuje, algo más de pasión en contar una historia que, si hubiera tenido más corazón, podría ser calificada de incontestable obra maestra.
2 comentarios:
Firmo punto por punto tus palabras. Cuando llego el famoso intermission mi acompañante y yo nos miramos extrañados como diciendo "bueno, pues a ver qué pasa ahora". Para mí lo que pasa es que aparece por fin Felicity Jones que me parece que es la mejor de los tres personajes principales (este año definitivamente voy con Fiennes en los Oscars) y pone realmente al protagonista ante el espejo. Es cierto que la película está bien rodada y bien contada, y que el metraje no se te hace pesado, lo cual ya es un mérito. Pero también es cierto que se apunta a esa otra forma de contar las historias, más fría y más desapasionada. Y lo dicho, está bien contada y no se te hace larga, pero la historia se ve como desde fuera sin que lo que le pase al protagonista te termine de involucrar del todo emocionalmente. Y al Corbet este se le ven muchas ganas de epatar, de decir mirad qué bien me ha quedao este plano, o esta tradición o mirad cuánto cine me he visto. Y eso que sólo tengo 36 años.
Los que ya tenemos una edad y peinamos canas ya estamos ojo avizor y sabemos que no nos pueden dar gato por liebre así como así. Que no puede haber una obra maestra cada dos semanas, ni una película que parte en dos la historia del cine. Que "The brutalist" es una gran película no me lo quita nadie, grandísima me atrevería a añadir. Ahora, una obra maestra ni de coña.
Bueno, al menos no es "Pozos de ambición":
Abrazos en construcción
Pues estamos de acuerdo. El otro día, por aquello del aniversario de la liberación de Auschwitz, volví a ver "La lista de Schindler" con mi mujer y me hizo un comentario muy ilustrativo:
"Es curioso cómo cuando fuimos a ver "La lista de Schindler" éramos muy conscientes de estar viendo algo realmente grande, algo que no ocurre con "The brutalist"
Y tenía razón. Sí, es una buena película, pero no es la releche en verso que dicen que es. Todo lo que apuntas es rigurosamente cierto. Todo se ve como si estuvieras al otro lado del escaparate, es una historia que no te implica, ni emocionalmente, ni para que rechaces lo que ves. Corbet tiene muchas ganas de ser considerado un "enfant terrible" y le faltan kilómetros. Y me atrevo a decir que es muy acertada esa comparación con "Pozos de ambición", otra que tiene legiones de seguidores impenitentes y que sigo pensando que, incluso, rozaba la mediocridad.
Por otro lado, yo creo que Brody no lo hace mal, digamos que es lo que decimos todos los años, un Oscar que no molesta, ahora bien, Fiennes es superior. En técnica, desarrollo y significado, estoy de acuerdo. Y la que está realmente bien, cierto ciertísimo, es Felicity Jones.
Casi lo que más me gusta es el detalle de ponerte la fotografía en el intermedio...esto es una "boutade" naturalmente, pero fue un intermedio interesante.
Todo para contar que el estilo arquitectónico de este fulano que nunca existió era un reflejo del horror de los campos de exterminio....es verdad, no se hace larga...pero tampoco lo veo tan necesario.
Abrazos trascendiendo el tiempo.
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