martes, 4 de febrero de 2025

EL ESCÁNDALO ROSEMARIE (1958), de Rolf Thiele

 

Una chica cualquiera, que se dedica a saltar de cama en cama en la aparente bonanza de los nuevos tiempos industriales de la nueva Alemania, decide sacar algo de provecho de la situación. El país de Konrad Adenauer crece como potencia económica y, por supuesto, donde hay dinero, hay corrupción. Rosemarie no duda en ser parte de ella y, ya que tiene que ir de cama en cama, también es hábil para sacar un secreto de aquí y otro de allí para venderlo por un precio conveniente. El espionaje industrial pasado por secretos de alcoba está a la orden del día y Rosemarie va a intentar vencer al sistema. Algo que, por supuesto, es bastante improbable. Nadie va a dejar que ese horizonte de nuevos ricos y de viejos ricos con nuevos nombres se acerque hasta ser una realidad cotidiana. Esa misma que Rosemarie trata de romper con sus habilidades entre las sábanas.

La sombra de Bertolt Brecht parece alzarse en este drama que tiene apariencia policial, pero, en realidad, es una tragedia sobre una chica que quiso volar alto y fue despedazada. Dos cantantes, de vez en cuando, ponen en situación al espectador, rompiendo la cuarta pared y haciendo que parezca una historia ligera cuando no lo es en absoluto. Aquí nada es como se presente. El pretendido desarrollismo teutón de finales de los cincuenta está manchado con sangre, sudor y corrupción a raudales. La chica, de apariencia inocente, trata de enfrentarse con auténticos gigantes para destruir un sistema que es de todo menos amable. Los aparentes salvadores de la patria que ponen dinero para dar empleo y prosperidad son monstruos de amasar dinero con sexo como sal. Y, en algún momento, con tanto ir y venir, puede que algún espectador se sienta confuso, perdido, porque no se sabe el tono y, por tanto, mal se puede acompañar.

En cualquier caso, la película es una rareza dentro de ese cine alemán de posguerra que se encuentra ya a las puertas del famoso manifiesto de Oberhausen que dio lugar al nacimiento del nuevo cine alemán. En esa impecable corrección escénica subyace un forcejeo continuo para tratar de decir algo que queda ahogado por una invisible mordaza de corrección política y económica. A destacar el trabajo de Peter Van Eyck en una creación realmente meritoria y la dirección versátil de Rolf Thiele, un hombre de filmografía corta, que debió de levantar más de una o dos heridas en el estreno de esta película.

Así que tengan mucho cuidado con todos aquellos que se presentan como salvadores de la patria, sean del signo que sean. Seguro que, tras ellos, tienen una historia de engaños, de insidia, de avaricia y de muerte. Harán lo que sea necesario para conservar lo que creen que es suyo, incluso aunque no lo sea. Creen que los demás estamos para ser engañados. Repito…sean del signo que sean. A menudo, creemos que los que están al servicio de los peores instintos son menos listos que nosotros y no suele ser así. Están por encima y se lo creen. Por eso, se sorprenden tanto cuando alguien que no es nadie, les pone en jaque y amenaza con hacer tambalear los cimientos que sujetan todos y cada uno de sus ceros.

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