miércoles, 1 de octubre de 2008

LA GATA SOBRE EL TEJADO DE ZINC (1958), de Richard Brooks


Un hombre que busca un "click" en el cerebro sólo quiere un cariño capaz de reparar todo el daño que se ha hecho a sí mismo. Ni siquiera el amor erizado de una mujer que le quiere con el alma es capaz de llenarle. Sólo cuando se da cuenta de que allí donde él mismo no había llegado nunca dentro de sí, hay puñados de amor dejados por un padre moribundo. Y es cuando consigue llegar a la verdad, dejando atrás las falsedades, los intereses creados y la insania de lo prohibido. En ese lugar es donde encontrará las fuerzas que perdió al saltar una valla y romperse el tobillo y perder a un amigo que le hacía sentir que la vida merecía la pena. A su alrededor, los niños saltan de forma irritante, las ambiciones aparecen para que las heridas que aún no se han abierto sean ya sangrantes y debajo de todo ello, apilado en algún rincón, lleno de polvo y tiempo, hay un enorme amor que sólo se puede ver si consigue traspasar las telarañas del alcohol. Su mirada nítida es la de un ciego. No ve qué es lo que tiene al lado porque le domina el asco que él mismo se ha fabricado a medida. Y al lado…al lado…tiene una mujer que es como una gata sobre un tejado de zinc caliente, está a punto de saltar porque se quema las pezuñas pero no, no. Ella hará lo indecible para no saltar, para quedarse con el trozo de vida que le pertenece. Ella tiene que enseñarle que el amor no es algo que se vaya cuando la muerte siega voluntades. Ella sabe que el amor es algo que permanece y que no se elige. Es toda la vida que le rodea porque el amor, el amor domina todos los actos de nuestras ganas, todos los sinsabores que nos hunden, todas las seguridades que hacen que sepamos a ciencia cierta que no estamos solos…
Sorteando con habilidad la censura previa, Richard Brooks dirigió de forma elegante, con los colores de calor y el agobio de una noche de verano la obra más meritoria de Tennessee Williams. El reparto fue pura literatura en sí mismo, la dirección es de una elegancia suprema…las palabras…no, las palabras que no son dichas las van a tener que poner ustedes porque hay mucho más detrás de todo aquello que no es pronunciado que aquello que se nos muestra tan claro como la luz a través de una copa de whisky. Amar a un padre es conquistar lo que un día dejamos ir a la deriva. Amar a una mujer es encontrar lo que nunca abandonaríamos en medio de tempestades y hogares descompuestos. Amar es un “clic” que, a veces, no suena en medio de la cabeza por muchos tragos que hayamos apurado. Es una película hermosa. Es una historia de búsqueda sin salir de una casa. Es puro cine interpretado con pasión de vida.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Maravillosa película y una de las mejores, para mí, interpretaciones de Newman junto con " Veredicto Final" y "Ausencia de malicia". Tu comentario describe a la perfección todas las miserias de un hombre que huye del amor. Las miserias de una familia cegada por la ambición y por las falsas apariencias. Tu describes mucho más, como siempre, de lo que cualquier otro podamos ver.
Un saludo.

César Bardés dijo...

Estoy de acuerdo con que es una de las mejores interpretaciones de Newman y que la acompañan tanto "Veredicto final" como la un poco infravalorada "Ausencia de malicia". Gracias por tu comentario aunque estos ojos de lobo sólo ven lo que cualquier otro puede ver. La radiografía de esta familia cegada por la ambición y por las falsas apariencias es una de las cumbres del teatro y, en secreto, siempre he querido interpretar el personaje de...Burl Ives (entre otras cosas porque no puede haber otro Brick mejor que Newman).
Gracias de nuevo y un saludo.

Anónimo dijo...

Ayer volví a ver esta película junto con "Marcado por el odio"y "El Premio". La saboreé más que otras veces, o al menos de una manera distinta porque me volví a leer tu comentario sobre ella. Me emocionó la escena de él con su padre en el sótano de la casa y la de ellos dos bajo la lluvia. Recordé los besos no dados a mi padre. Y pensé que me hubiera gustado tener una conversación como esa con él antes de morir.
Por cierto, no me había dado cuenta, con tantas veces que la he visto, que la madre es la señora Danvers de Rebeca.

César Bardés dijo...

Creo que te has quedado con la que es la mejor escena de la película. Él y su padre en el sótano, descendiendo hasta lo más profundo de sus almas para declararse un amor que siempre estuvo ahí pero que ninguno supo ver aunque el padre nunca esperó nada a cambio. Es una escena hermosa, muy triste y, sin embargo, deja un poso alejado de la amargura.
Y, sí, en efecto, la madre es Judith Anderson, una estupenda actriz, sobre todo de teatro, que destacaba por una inmensa versatilidad. Era capaz de interpretar a la mujer casi fantasmal de "Rebeca" y también a la esposa que cierra los ojos para no ver el problema en ésta. Una de esas excepcionales actrices secundarias tan poco reconocidas y tan buenas que nos ha dado el cine.
Buena sesión de cine te viste ayer.

Anónimo dijo...

Pues se me olvidaba "Cuatro confesiones", una rareza que no había visto nunca en la que Newman sale un poco irreconocible en todos los sentidos.

César Bardés dijo...

Bueno, "Cuatro confesiones" es un "remake" en clave de western de la maravillosa "Rashomon", de Akira Kurosawa, lo que pasa es que fue una película totalmente fallida, una de esas películas en las que Newman metía la pata hasta el fondo. Aquí Martin Ritt, que era el director, no supo dar con el tono ni con el volumen adecuado a una historia que, de bien que le salió a Kurosawa, yo creo que no admitía ninguna revisión, ni siquiera por parte de los americanos. Una mala película.

Unknown dijo...

Una de las películas de mi vida.

No hay nada mas duro en la historia del amor que no decir lo que siempre se siente de veras. Las relaciones distantes entre padres e hijos nunca fueron tan bien definidas como lo hace Williams con la frase "Conociéndonos de toda la vida, somos extraños".

Este film roza el bisturí, es un reloj suizo que sabe cortar en el momento oportuno, tanto con los gestos como con las miradas y ya no hablemos de las palabras y los diálogos.

Me parece una obra maestra absoluta, tanto en la dirección, como en la planificación, como en la gestación de un proyecto.

Los personajes están perfectamente preparados, actuados y son evolutivos. Durante el transcurso del film podemos ver como avanzan con el relato cambiando por completo nuestros pareceres a medida que avanza el metraje (con la colaboración excelente de la escena, que apoya por completo las etapas del film). Además de interpretaciones fastuosas (a mi me parece una auténtico escándalo el trabajo de Burl Ives, al margen de la excelencia demostrada por Newman).

El texto es de lo mejor que se ha escrito en la historia de una película, a cada minuto se "deja caer" una perla, una pieza del puzle que nos va poco a poco haciendo una composición de lugar dentro de nuestras mentes. Vamos armando toda la tela de araña a arañazos, a pequeños pellizcos, con una tensión narrativa que nos mantiene completamente en vilo, como si fuésemos uno mas de la familia. Y eso queridos amigos es maravilloso.

La casa y los intersticios cobran vida en esta película (Otra que hay que enseñarsela a Polansky y su "escritor"), las traseras de las puertas... los quicios de las ventanas... los rellanos de escalera... los huecos de barandilla (la escena de Newman escuchando atrapado entre los barrotes... para soltar un chiste a su cuñada es brutal).

Esta obra de relojería es lo mas hitchconiano (con respecto a lo perfectamente ensamblado que está todo) que he visto en mucho tiempo.

Un abrazo a todos.

César Bardés dijo...

Como siempre, muy certero tu comentario respecto al espacio cinematográfico en el que se mueve esta película. También estoy de acuerdo en que la intepretación de Burl Ives es sencillamente magistral. Hace muchos años tuve el inmenso placer de ve esta obra de teatro y de comparar la versión teatral con la cinematográfica. Ahí es donde te das cuenta de los problemas de censura con los que Brooks tuvo que lidiar, dándolo todo por sugerido y de los que sale más que airoso, con ingenio, con propiedad, tal vez porque él venía de la profesión de escritor y sabía cómo sortear literariamente esos problemas sin perder ni un ápice del espíritu original de la obra de Williams. En aquella ocasión la obra de teatro la vi con Eusebio Poncela en el papel de Brick, correcto; la malograda Mari Carmen Pascual en el papel de Maggie, muy sexy, bastante bien; y un tremendo y sobrecogedor Carlos Lemos en el papel del padre. Me quedé boquiabierto de la categoría que me demostraba aquel actor.
Sin duda es una de las cumbres de Tennessee Williams, del daño que las mentiras pueden hacer a una familia, de las envidias, de los oprobios, de las prohibiciones y sobre todo, del inmenso cariño escondido que puede haber entre un padre y un hijo. Para mí también es una de las películas de mi vida.
Un abrazo, es una de esas películas que me llegan al corazón.