Harry Moseby es uno de esos detectives privados que saben que la noche se mueve, que es escurridiza, inasible, algo viscosa, algo traidora. Cuando, por pura casualidad, descubre que su mujer le engaña entonces también sabe que, en esa noche en movimiento, está el deseo en forma de un cuerpo deseable y prohibido, que no deja de moverse al compás que marca la intensa profundidad del placer. Harry Moseby sabe muy bien que la noche se mueve…
Y se mueve porque en sus manos cae el caso de una chica que nunca desapareció pero que hace que la noche se vuelva loca deseando tocar una carne reservada a los que viven. Y es que la noche no vive. La noche nace con el crepúsculo y muere con el amanecer. La noche se muere…
Y se muere porque a veces te encuentras con una mujer que crees que es capaz de abrirte su corazón y entregarse porque sí, porque sabe lo que quiere, como un mate en tres movimientos que lleva a perderse entre un pelo que sabe a sal y a reflejo de sol en el mar, entre unos pechos que se erizan cuando están cerca de ti, una noche que se mueve…
Y se mueve porque, en una noche de agrado y estrellas, se descubre el cadáver equivocado. Y ese cadáver lleva a un crimen. Un crimen que Harry Moseby no soporta de ningún modo porque, por culpa de él, la víctima está donde debía estar y él tiene que resolver algo en su vida, tiene que parar a esa noche que le zarandea y le oculta bajo un manto de silencio, de pasividad y de fracaso. La noche, en esa dirección, también se mueve…
Y se mueve porque Harry Moseby descubre verdades y secretos, tesoros escondidos y aviones de muerte y la noche le hace volver a su punto de partida dejando por el camino un reguero de sangre que nunca quiso dejar. La noche se mueve siempre allí, en el fondo del mar, a unos cuantos metros de la superficie. Y la noche, a pesar de haberle llevado a su principio, se mueve porque, de algún modo, Harry Moseby permanecerá dando vueltas alrededor de algo que se pudo evitar simplemente con la verdad y sin hacer su maldito trabajo.
Junto con “La jauría humana”, Arthur Penn realizó su mejor trabajo en “La noche se mueve” con Gene Hackman buscando respuestas en los tortuosos caminos de la penumbra. La noche se mueve también gracias a ellos y sabes que es posible que la noche no te suelte mientras sigue su imperturbable movimiento de escondite y muerte.
Y se muere porque a veces te encuentras con una mujer que crees que es capaz de abrirte su corazón y entregarse porque sí, porque sabe lo que quiere, como un mate en tres movimientos que lleva a perderse entre un pelo que sabe a sal y a reflejo de sol en el mar, entre unos pechos que se erizan cuando están cerca de ti, una noche que se mueve…
Y se mueve porque, en una noche de agrado y estrellas, se descubre el cadáver equivocado. Y ese cadáver lleva a un crimen. Un crimen que Harry Moseby no soporta de ningún modo porque, por culpa de él, la víctima está donde debía estar y él tiene que resolver algo en su vida, tiene que parar a esa noche que le zarandea y le oculta bajo un manto de silencio, de pasividad y de fracaso. La noche, en esa dirección, también se mueve…
Y se mueve porque Harry Moseby descubre verdades y secretos, tesoros escondidos y aviones de muerte y la noche le hace volver a su punto de partida dejando por el camino un reguero de sangre que nunca quiso dejar. La noche se mueve siempre allí, en el fondo del mar, a unos cuantos metros de la superficie. Y la noche, a pesar de haberle llevado a su principio, se mueve porque, de algún modo, Harry Moseby permanecerá dando vueltas alrededor de algo que se pudo evitar simplemente con la verdad y sin hacer su maldito trabajo.
Junto con “La jauría humana”, Arthur Penn realizó su mejor trabajo en “La noche se mueve” con Gene Hackman buscando respuestas en los tortuosos caminos de la penumbra. La noche se mueve también gracias a ellos y sabes que es posible que la noche no te suelte mientras sigue su imperturbable movimiento de escondite y muerte.
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