martes, 10 de febrero de 2009

EL GATO CONOCE AL ASESINO (1977), de Robert Benton


Los viejos tiempos nunca se marchan del todo. Y los tipos realmente duros, cuando llega la terca ancianidad, aún saben pegar donde más duele. Ya no pueden correr. Están gastados. Están cansados. Pero saben encajar un puñetazo en la nariz y devolver con intereses un directo al estómago. Es lo que pasa con algunos detectives privados que guardan su viejo revólver con una capa de polvo encima. El tiempo pasa para todos pero lo único que hace falta es mantener aquella sangre fría que hace muchos años circulaba por debajo de una arrugada gabardina y aquella cabeza que expresaba sus pensamientos a través del sombrero de ala ancha que les cubría. Y todo porque tu socio, viejo amigo de viejas épocas, se presenta en tu casa con un agujero en el estómago. Y lo que te intriga no es que se muera en tu cama, sino cómo diablos se ha dejado atrapar. La inocente desaparición de un gato irá completando el rompecabezas y unos tipos se empeñan en robarte los pocos años que te quedan de vida. Tú piensas: “¿Qué más da? Hace ya años que nadie se acuerda de mí, me retiré a disfrutar de mi plácida jubilación y he permanecido muerto durante todo este tiempo”. Pero tú sabes cosas que nadie sabe. Sabes dónde husmear. Sabes dónde buscar. Sabes dónde acudir…y, sobre todo, sabes dónde matar.
En tu inteligencia está el detective que un día fuiste y que te hizo el mejor de la ciudad, pero el mundo que te rodea ya no es el mismo. La chica no es la respuesta. Es la pregunta. El ratero contrabandista es el que te hace la vida imposible, y uno de los pocos amigos que te quedan quiere quedarse con el dinero. Pero fuiste tan bueno que haces que ese nuevo mundo se acomode al ritmo de tu pistola. Tu puntería es como tu intuición, se puede encasquillar el tambor pero no falla. Una úlcera te dobla. Una maldita úlcera es capaz de derribarte cuando ni siquiera un matón de tres al cuarto y más hortera que unos pantalones de campana puede hacerlo. Los Ángeles ya no es esa ciudad que atravesaban con tu coche recubierto de cera y brillo porque ya no tienes coche y tienes que ir en autobús. Como un cero a la izquierda. Como un trasto más. Como una reliquia más. Una reliquia con un valor contado en diamantes tan duros como tus huesos bajo la fuerza de los golpes que te siguen haciendo hombre…
Producida por Robert Altman, dirigida por Robert Benton (que probó su maestría con el género negro años después con Paul Newman, Susan Sarandon y Gene Hackman en la excelente “Al caer el sol”) y maravillosamente interpretada por un creíble, matizado y duro Art Cartney, “El gato conoce al asesino” fue una especie de crepúsculo del cine negro de profunda originalidad, que nos habló con maestría de la tercera edad de aquellos hombres que, a pesar de su intensa honradez, nunca creyeron en nada más que en el sabor de una buena bebida, en la perdición entregada por la mano de una mujer y en el envolvente humo de un cigarrillo que parecía plantear siempre una difícil interrogación que sólo ellos sabían contestar con un poso de amargura.

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