jueves, 16 de abril de 2009

LA LISTA (2008), de Marcel Langenegger


La semana pasada hablábamos del gusto que daba ver una película llena de giros, sorpresas, engaños y misterios como Duplicity. En esta ocasión, tal vez tengamos el negativo de aquella fotografía con un chantaje llevado a cabo con menos imaginación que un patito de goma en la bañera de un niño de tres años. La trama es tan previsible que, desde un arranque prometedor, se degenera en un desarrollo y un desenlace que es pura mentira, un vicio que no existe, un enorme globo desinflado.
No cabe duda que ser uno más entre la multitud, un tipo más que mira la vida pasar desde lo alto de un rascacielos pero que no interviene en las tortuosas curvas del existir, es la presa más fácil para un licenciado del robo, un estudioso de las formas de la maldad y un científico del sexo, profundo conocedor de los movimientos de la carne que utiliza como cebo para un pez de fácil pesca. Así que inventémonos un club del sexo que ponga la miel y algo más en la boca de este chupatintas para que la extorsión sea todo un éxito, un clímax más en una carrera dedicada al dinero fácil y a la vida que, tal vez, todos quisiéramos tener.
Pero, para empezar, la película luce un error de casting clamoroso. Parte del engaño consiste en el parecido existente entre el gris Ewan McGregor y el torbellino Hugh Jackman (que por mucho que nos empeñemos no tiene suficiente carisma y elegancia para levantar él solito una película), es decir, es como si yo me comparo con George Clooney y pretendo tener la estatura de John Wayne. Para seguir, resulta que la guapa a rabiar, la chica por la que uno de los protagonistas pierde la cabeza es Michelle Williams y tampoco es como para tirar cohetes. Es más, con el desgastado espíritu de amante del cine, es mucho más atractiva la descarada y elegante Charlotte Rampling o la sensual y apetecible Natasha Henstridge que la susodicha. Continuando con la ramplonería, el argumento degenera poco a poco hacia el precipicio de la rutina y es previsible al máximo siendo, ay, algo aburrida y enclenque en su construcción. De repente, sorpresa mayúscula, la acción se traslada a Madrid, presentada como una ciudad de seguridad bancaria a toda prueba lo cual, ahora mismo, es un chiste que se convierte en lo mejor de la película. Y para terminar, un par de vueltas de tuerca que hacen incomprensible la actitud del engañado hasta límites tales que hacen que parezca que el móvil de todo sea un pato de goma .
Claro, todo ello está envuelto en ropajes de lujo y muy de diseño, como si todo fuera moderno, trajes tan elegantes que parecen galácticos, locales de alto standing, oficinas impolutas con directivos más relajados que un colchón y la risible premisa, fundamental por otra parte, de que un auditor tenga acceso así como así a las cuentas y movimientos bancarios de empresas tan altas que habitan por encima de las nubes.
El director, Marcel Langenegger, realiza su primera película y no aporta ni un ápice de personalidad. El guionista, Mark Bomback, es el mismo que engendró La jungla 4.0 lo cual ya da una idea del acabado de sus ideas. Eso sí, parece como si los dos hubieran ido juntos a alguna filmoteca especializada en los años 90 y han querido acercarse a una película tan rematadamente buena y tan desesperadamente desconocida como Malas influencias, de Curtis Hanson, interpretada por el gris James Spader y el torbellino Rob Lowe...me parece que esto ya lo he dicho antes.
La inmediatez de las críticas de estreno hace que, a menudo, se caiga en el desprecio de algún esfuerzo que, tal vez, hubiera llegado a algún lado en manos más competentes. El mayor enemigo de esta película no es otro que la rutina, lo sabido, lo visto cien veces y adivinado otras mil... más o menos igual que este artículo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay varios estrenos que me apetece ver, pero este no figuraba entre ellos. POr qué? pues porque Hugh Jackman no me gusta. Ya sé que seguramente me lo tendría que hacer mirar porque parece que es el actor de moda. Está en todas partes y en todas las listas, pero a mí no me gusta. Y parece simpático el chico porque lo vi en El Hormiguero el otro día. Pero no me gusta. No me gustó nada en Australia y eso que me pareció leer en algún sitio que para él era su mejor interpretación. No quiero penasr como serán las otras.
Me ha gustado esa ironía tan tuya con que está escrito este artículo. Me has hecho sonreir. Para nada rutinario.

Gema

dexter dijo...

Ya le gustaría a George Clooney saber de cine tanto como tú y ser la mitad de guapo.

César Bardés dijo...

Yo comprendo que Hugh Jackman no guste. Sigo pensando que es más una presencia que un actor y, cuando se implica tanto en una película como ésta (también es productor), lo siento pero no puede con las columnas. Tengo que reconocer, Gema, que cuando me sabes leer, me sabes leer muy bien.
En cuanto a Clooney, ejem, Dexter, no lo vayas diciendo por la red, hombre que luego tengo cola (chiste erótico malo).

Anónimo dijo...

Lo dejaremos en colita que este si lo pillé. El problema es que tampoco me gusta la presencia de Jackman, por eso dije que lo mismo me lo tengo que hacer mirar. Un señor normal, ni feo ni guapo. Pero no es mi tipo. Además, lleva camisetas de manga corta para enseñar las venas hinchadas y los biceps, y a mí eso me da asco.

Gema

César Bardés dijo...

Eso, eso, abajo los fuertes y arriba los que somos el doble de guapos que Clooney, ea. Toma ya, Jackman de las narices, chúpate esa.