jueves, 1 de julio de 2010

LA VIDA PRIVADA DE PIPPA LEE (2009), de Rebecca Miller


En el rompecabezas que se va encajando, pieza a pieza, para conformar el contorno de una mujer hay vivencias, experiencias, frenos, acelerones, desesperanzas, ilusiones, búsquedas y derrotas hasta que un buen día mira hacia su interior y lo que ve es la nada, el vacío, la promesa de una vida que quiso tener, el viaje de vuelta iniciado cuando ni siquiera se ha dado cuenta del fin de la ida. En esa silueta hecha de intentos siempre hay un buen puñado de cosas que no se pueden contar.
Para dar vida a esa mujer, se coge el rostro de serena madurez y que tan sabiamente camina al borde del derrumbamiento de Robin Wright y se rellenan sus arrugas de belleza y de ternura con acontecimientos que evidencian su falta de rumbo, su acomodaticia existencia, su fracaso parcial como madre, su tedio femenino y se articula una historia al otro lado de un frasco de pastillas, una época de libertad actuada y no sentida, una feliz y despreocupada inmersión en el estilo de vida ideal y de desolación ante la certeza de que se es conservador a ultranza cuando la edad comienza a ser un cordero asado con miel.
Al lado de esta gran actriz, tan desaprovechada como brillante, tenemos la enorme sabiduría de Alan Arkin que, ya anciano, quiere retener la riqueza del atractivo, quiere no creer que la muerte está esperando a la vuelta de la esquina, quiere guardar y no dejar escapar la sensación de que aún es querido y que su paso por la tierra aún influye en las vidas de los demás.
Y no hay otra cosa. Lo que podría haber sido una aguda disección de los problemas femeninos cuando se empieza a tener el preocupante presentimiento de que ya no se es necesario se convierte en una película demasiado ligera como para tenerse en cuenta, en un retrato de la cobardía de una directora, Rebecca Miller (hija del extraordinario escritor y dramaturgo Arthur Miller) que debería ser pura incisión en vidas a medio gas, abrumadas por la mediocridad cuando hubo un tiempo en que no querían ser tan sólo uno entre muchos. Todo es un mero anecdotario sentimental y con un punto de inflexión dentro del grisáceo tono social que domina a los conformistas, a los que tienen la vida resuelta y que sólo desean que la tranquilidad de sus crisis nerviosas sea escuchada por unos oídos comprensivos o respondida por unos silencios llenos de elocuencia.
Así, Rebecca Miller nos conduce por todo un muestrario de la conducta femenina sin dejar de hacer paradas en la rebeldía, en el lesbianismo, en la contracultura, en la insatisfacción sexual, en el misticismo magnético, en hombres sin sentido de la oportunidad y en la eterna disquisición que supone prever lo que viene después. Al final, lo verdaderamente atractivo de lo que está por venir es asomarse y dejar las adivinanzas. La vida privada es un interrogante que coloca una letra de la pregunta cada día acentuada en la rutina de una mujer que tiene que guardar el equipaje del pasado en un sitio en el que no moleste mucho.
El caso es que no hay mordiente en la historia, ni excesiva preocupación por lo que le va a pasar a la protagonista. La película se resiente de la ausencia de un humor que pide a gritos por muy serias que sean sus intenciones. Sabedora de eso, la directora otorga papeles poco más que episódicos a Wynona Ryder (¿dónde está aquella chica que deslumbró en La edad de la inocencia, de Martín Scorsese?), a Keanu Reeves, a Maria Bello, a Julianne Moore y a Monica Bellucci y así el espectador tiene algo que hacer mientras todo va pasando y se queda en agua de borrajas, en una alarmante vulgaridad, en un sonambulismo de ansiedad sin demasiado origen ni mucho final. Y es que a veces el cariño se diluye igual que un alma que no tiene oración.

10 comentarios:

dexter dijo...

No te falta razón, amigo Bardes, al calificar la carrera de Robin Wright - con o sin Penn- de desaprovechada tal y como ya apuntábamos aquí hace no mucho por cierto. No sé si será cuestión de que la chica no ha sabido escoger bien sus papeles o qué. Lo cierto es que yo a Robin le daba unos pocos más que los 44 años que afirma que tiene su ficha de la Imdb. Y el caso también es que representa un tipo de mujer y de belleza distinta, mucho más serena, que la de otras colegas de generación y estoy pensando en la Roberts o la Kidman. Yo a Robin la descubrí como muchos en La princesa prometida en la que nunca mejor dicho la chica prometía y mucho, aunque ya me había llamado la atención- vale, lo confieso- en ese culebrón mañanero que se llamaba Santa Bárbara, cantera en la que también por cierto se forjó Leo Di Caprio. Pero la promesa ahí se quedó y desde entonces la carrera de Robin ha transcurrido discreta yo creo que un poco acorde con la personalidad que irradia. Una carrera en la que no ha habido mucho grandes papeles - quizá solo La princesa y Forrest Gump- que hubieran hecho de Robin la estrella que sospechó nunca ha querido ser.

Y con respecto a la película, pues tiene un punto de partida muy pero que muy interesante. Uno se pregunta qué narices habra hecho esta Rebeca Miller para que con una premisa argumental como esta y un reparto que incluye a Wright, Arkin o Moore, a la buena señora le haya quedado un producto tan mediocre como el que comentas.

César Bardés dijo...

Yo creo que esa falta de despegue en la carrera de Robin Wright ha sido propiciada por ella misma. Es más, a raíz de su separación con el amigo Penn se dice, se comenta y se rumorea que ya se ha cansado de estar en un segundo plano y que piensa estar arriba haciendo lo mejor que le ofrezcan. No sé yo si será demasiado tarde para tener algo de prestigio.
Yo también descubrí a Robin en "La princesa prometida" y también la vi en esa película dirigida por Penn que se llamó "Cruzando la oscuridad" y que hacía sombra al propio Jack Nicholson. Era una película tan minoritaria que creo que el bueno de Jack le dijo a Penn que por qué no hacia por una maldita vez una película pensando en lo que al público le gustaría ver.
En cuanto a la película en sí, es que adolece de una falta de fuerza alarmante cuando tiene todo para llegar a jugar en otra liga. El caso es que, previamente, ha sido novela escrita por la propia Rebecca Miller y parece ser que ha sido un éxito pero no sé si es que el amigo Daniel Day Lewis, marido de la interfecta, la ha convencido para que la dirija y el resultado es francamente decepcionante porque con ese reparto y ese argumento uno va incluso esperanzado al cine y sale totalmente decepcionado.

Carpet dijo...

Obviamente, una vez más, no he visto la peli y a tenor de los comentarios muchas ganas no me entran. Coincido con vosotros en valorar las excelencias de la Wright (ex Penn), una bella mujer cuyo principal problema creo yo que es su propia intención de no destacar. Creo que se opaca a si misma, se pasa de discreta y no explota todo lo que tiene y puede. Desaprovechada ciertamente, porque parece sobrada de talento, pero no parece que nadie le de un papel verdaderamente potente, ¿están todos ciegos? o ¿tal vez ella los rehúya?...
A mí me recuerda a Jessica Lange y no sólo físicamente, sin embargo, no me la imagino retozando en una mesa de una cocina, embadurnada de harina con las manos en la masa (como cantaba Vainica Doble), ni juzgando el pasado de su propio padre con todo el dolor de su corazón, mientras escucha una caja de música. De hecho, cuando se decidieron a hacer una película para su exclusivo lucimiento, "Moll Flanders", les salió una mediocridad falta de fuerza y tensión narrativa con escaso atractivo aunque Robin acaparase la pantalla, si algo lucía esa película era con la aparición de Morgan Freeman y Stockard Channing, aunque ya sabemos que estos dos son capaces de llenar pantallas con un simple parpadeo...
De todas formas, y a tenor de lo leído, me viene una reflexión. Creo que no hay nada más interesante desde el punto de vista creativo que hacer atractiva una historia basada en la sencillez, en lo cotidiano, en lo habitual. Es interesante pero a la vez es terriblemente difícil. Conseguir que contar la vida real emocione es una entelequia, y así los que lo intentan buscan desmontar la monotonía del vivir con múltiples artilugios, de forma que los espectadores (o los lectores, que también la literatura lo ha intentado) encuentren emociones distintas a las que les acontecen en su propio discurrir. Uno de esos efectos especiales generalizado es el de hacer que sus protagonistas sientan un vacío existencial provocado por unas vidas grises y mediocres y se replanteen cercanos a la madurez el desperdicio de su propia existencia, el reanálisis, la revisión de sus exámenes existenciales para suspenderlos y tener que recuperar en ese Septiembre que se les aproxima. Y no digo que no valga, no es que defienda la vida “normal”, o que vivirla es estar desaprovechando los años entre el conformismo y el tedio (francamente no lo creo, pero esa no es más que mi subjetiva forma de ver el mundo). Lo que creo es que es poco creíble, en general en esas ocasiones, se nos muestra protagonistas de alto nivel de inteligencia que evalúan lo triste de sus vidas frente a las enormes posibilidades que podrían haber aprovechado, es un cuento falso. No es factible porque personas con esas capacidades no habrían vivido esas mediocres vidas salvo por propia elección y con tal grado de convicción que nunca se hubieran replanteado las cosas o al menos no de esa forma tan autodestructiva. Las vidas que viven los que suelen atormentarse así pertenecen a personas distintas, de gente que se deja llevar por la vida en vez de coger el timón, de los que se sientan en la parte de atrás, esos probablemente nunca tengan la iniciativa de hacer un análisis retrospectivo del calibre que se nos suele contar.

Abrazos.

dexter dijo...

Bueno yo creo que aquí el problema radica más que en no saber suscitar el suficiente interés relatando una vida anónima en que la tal Rebeca Miller es escritora y no cineasta. Y yo también estoy con Bardés que conociendo el ego de Mr Day Lewis, habrá sido este quien se haya empeñado en que su santa dirija la peli. Por lo general, suele haber más cineastas que escriben bien y por tanto triunfan en la literatura que escritores que triunfen en la gran pantalla. Ni Paul Auster se libra del maleficio. La vida interior de Martin Frost era una cosa algo así como soporífera, Blue in the face era una buena historia que no sé porqué no llegaba a ser una gran película. Y bueno, claro, tenemos Smoke que sospecho es lo que es porque por ahí en medio pululaba un tal Wayne Wang. Vaya peliculón, una atractiva historia por cierto basada en la sencillez de lo cotidiano de la que hablaba aquí el amigo. Ummm, Bandrés, para cuando un post de esta maravilla de peli..?

César Bardés dijo...

Desde luego, Carpet, tienes razón en decir que hay pocas cosas más atractivas que la sencillez de una vida cualquiera siempre que esté bien contada, con ganas, con mordiente, con pizcas de humor, igual que las tenemos todos los días. Sin embargo, no estoy del todo de acuerdo con que haya personas inteligentes que no hayan vivido vidas muy tristes más que por su propia elección. Mi experiencia vital me dice que no es así y conozco varios ejemplos de personas que hubieran merecido mejor suerte que la que han tenido. Y no, no fue su elección. La suerte existe y es un factor, muchas veces, determinante. El destino también existe y, en ocasiones, tira con muchísima fuerza para que no se realicen los deseos. La superación personal es privilegio de unos pocos que tienen otros aspectos de la vida mucho más fáciles.
Recojo tu petición, Dex, aunque ahora, tal y como están las cosas, las dejamos para después del verano. Tengo pendiente una de "Lone star", que me apetece muchísimo escribir sobre esa película y, desde luego, apunto la idea de "Smoke" que verá la luz a su debido tiempo. Yo cumplo, puede que tarde, pero cumplo.
Sí que es verdad que los escritores no suelen ser buenos directores aunque ahora mismo se me ocurren tres excepciones a esa regla, nombres que empezaron en la literatura y se pasaron al cine. Uno, es Richard Brooks, novelista,guionista,cineasta y luego, de nuevo, novelista. Otro es John Huston, que comenzó como escritor, luego guionista y después fue director para ya no abandonar nunca esa profesión. El último es David Mamet, que despuntó primero como dramaturgo y luego se ha pasado con notable acierto al campo de la dirección. Eso no quiere decir que no esté de acuerdo contigo. Todo lo contrario. Sigo pensando en que tienes bastante razón en afirmar que los escritores no suelen ser buenos cineastas y también hay ejemplos mucho más numerosos en este último caso.

dexter dijo...

No faltaría más, Bardes. Y si eso, no me hagas mucho caso, que a veces ya sabes que me pongo muy impertinente.

Carpet dijo...

Bueno a ver, aclaremos un par de cosas. No digo yo que no haya personas inteligentes con vidas tristes, incluso sin elegirlo. Yo hablaba de que en la mayoría de las películas, las personas que reflexionan sobre la vacuidad de sus vidas tienen un nivel inteligencia, decisión, caracter o rebeldía que no hacen creínble que hayan vivido en la mediocridad de la que ahora reniegan, tanto más como no suele haber sucedido ningún acontecimiento trágico que les haya llevado a ese transcurrir anodidno del que de pronto despiertan. Por eso, la mayoria de esas películas no funcionan. Y si lo hace, por ejemplo, "American Beautty" porque precisamenet sus protagonistas son seres mediocres que creían haber alcanzado todas las metas posibles porque habñian logrado el standar de posesiones y posiciones que parecía establecido. El nudo empieza a deshacerse cuando Spacey es despedido del trabajo, precisamente por su mediocridad, y se replantea su vida, pero no como un hombre inteligente que descubre cuanto tiempo ha desperdiciado en cosas poco importantes y no en lo esencial sino como un hombre simple, un pobre infeliz, que no puede perder nada porque se da cuenta de que no tiene nada.

Otra cosa es el tema de la suerte o el destino en la vida, circunstancias en las que no creo demasiado, al contrario que tu Wolf. Creo que en lo esencial uno se labra su propia suerte, toma decisiones y asume las consecuencias. Y si puede ser "afortunado" si le toca la loteria, si escribe un libro que es un best seller o si se cruza un día de forma casual con un cazatalentos, o puede tener la "desgracia" de una enfermedad, de una muerte trágica o de algún suceso que corte de raiz alguna legítima aspiración. Pero en todo caso esas son circunstancias vitales a las que hay que sobreponerse, hay que luchar contra ellas, incluso contra las positivas de forma que intentemos evitar en la medida de lo posible que rijan nuestra existencia. Si me hago con mucha pasta gracias a un boleto premiado, tengo que acomodar mi vida a esa circunstacia pero no puedo esperar que cada vez que me falte dinero la loteria me socorrerá.
Es un ejemplo llevado al ridículo pero era para explicar mi teoria de forma algo más gráfica.

En fin, la vida en cualquier caso, merece la pena ser vivida, como que decía Enrique Miret Magdalena.

Un saludo.

César Bardés dijo...

En absoluto impertinente, Dex, tus aportaciones son valiosas y, desde luego, tus ideas también. Ya sabes que aquí eres libre para decir lo que quieras.
Yo creo que la suerte y el destino sí existen. Te recomiendo que veas una película titulada "Los pasos del destino", de Ralph Nelson, con Glenn Ford, Rod Taylor y Suzanne Pleshette. Ahí también hay un hombre que no cree en absoluto en la suerte y, en una investigación, se da cuenta de que eso existe. No quiero dar ejemplos reales, que los tengo varios, porque creo que no viene al caso y porque esto se convertiría en una conversación demasiado baja. En todo caso, por supuesto, respeto lo que dices y no me refiero a la lotería, ni al dinero. No tienes mala suerte porque no te toca la lotería y tampoco creo que la tengas extraordinaria si te toca. En lo que estoy de acuerdo es en levantarse cada vez que uno se cae aunque a veces cueste un poco más comenzar el movimiento y se desee continuar echado.
Abrazos sin suerte.

Carpet dijo...

Eso es, Wolf, eso es lo que quiero decir, que hay gente ( no digo toda) que se queda tumbada y echa la culpa a la suerte que los tiró al suelo, cuanto más culpa tiene la propia pereza que el descalabro del destino. La suerte existe pero es circunstancial, el tiempo que vivimos es demasiado largo como para que algunos apuntes eventuales marquen toda nuestra existencia.

No recuerdo haber visto esa peli, la apunto.

Robin Wright no termina de explotar, pero no creo que sea por falta de suerte sino como decimos por decisión propia.

Estaba leyendo hace poco un libro de anecdotas cinéfilas, la cuenta de actores o actrices que desecharon papeles que luego fueron miticos es larga, del mismo modo que los actores que consiguieron interpretaciones legendarias de personajes que fueron rechazados por otros actores.
Probablemente Bogart se benefició de la suerte cuando George Raft se negó hacer el papel de "El último refugio" porque no le gustaba hacer personajes que murieran, el de "El halcón Maltés" porque no quería trabajar con directores noveles o el de "Casablanca" porque no estaba el guión terminado. Bogart hubiera destacado en cualquier caso y Raft tampoco tuvo ningún gran exito, pero evidentemente fue por propia decisión.

A proposito del libro, os cuento una de las anecdotas que me han parecido más interesantes.

Dustin Hoffman está comiendo en un restautranet de Nueva York con su agente, ven que en otra mesa esta Laurence Olivier, por quien Hoffman tiene una admiración reverencial. El agente les presenta y Dustin, rapidamente, intentado impactar a su ídolo le empieza a contar que está preparando el papel en una película, "Cowboy de medianoche" donde su personaje es cojo, para conseguir la cojera se metía cristales en el zapato, pero las heridas corrian el riesgo de infectarse y ahora utilizaba piedrecitas, que no producían cortes pero si mucho dolor de forma que su cojera era bastante real....
Olivier después de escuchar su forma de preparar el personaje ( a la mejor manera del Actor´s Studio) le preguntó:
- Muy bien, y entonces ¿cuando empieza usted realemnte a actuar?.

Cosas curiosas.

Un abrazo.

César Bardés dijo...

Sí, tengo poca información acerca de Robin Wright pero sí es posible que, a cambio de hacer lo que considera que realmente merece la pena (lo cual no quiere decir que esté siempre acertada), se ha quedado en un extrañísimo segundo plano con respecto a las actrices de su generación.
En cuanto a Olivier, tiene gracia la anécdota que dices. De hecho, su método tampoco carecía de rarezas como atestigua Michael Caine en su autobiografía hablando de su trabajo con él en "La huella". Según Caine, al principio se le veía muy descolocado, nada a gusto con su personaje de Andrew Wyke. Caine intentaba ayudarle poniendo las cosas fáciles y la primera semana de rodaje fue difícil porque Olivier estaba intentando encontrar el punto exacto de su personaje y le era imposible. Al final de la primera semana, estaban ensayando una escena y, de repente, Olivier gritó como un poseso: "¡Ya lo tengo!" y salió del plató corriendo. Caine, Mankiewicz y el operador Oswald Morris se quedaron perplejos. Al cabo de aproximadamente una hora, Olivier volvió con un bigotito puesto y, según Caine, a partir de ese momento se hizo inmediatamente con el personaje, ya no hubo más problemas, encontró el punto exacto. Evidentemente, es un reflejo de que él no se veía físicamente como ese escritor cruel que le gusta practicar el juego de la humillación y hasta que no se le ocurrió tener un bigote no supo construir el personaje. En el fondo es lo que, algo despectivamente, llaman "Victorian method" o método Victoriano de construcción de los personajes que, según demuestra Al Pacino en "Looking for Richard" tampoco difiere tanto del famoso Actor´s Studio.
Buen aporte, interesantísimo.