jueves, 9 de septiembre de 2010

LA REINA DE ÁFRICA (1951), de John Huston


Un río divide en dos a un país que se desangra en medio de una guerra de blancos. Entre dos aguas navegan un borrachín simpático, valiente, refunfuñón y aventurero y una mujer puritana, decidida, única, de empuje, de rápido fluvial, de peligro saboreado. Juntos forman un equipo invencible que no se detendrá ante nada intentando dar sentido a unas vidas que, inevitablemente, marchan hacia un callejón sin salida. Él cambiará y se vestirá el desnudo ropaje de héroe para llevar a cabo una última hazaña, una última ilusión. Ella se dejará de mojigaterías y luchará hasta el final al lado de un hombre que ha sabido entrar en su corazón con la fuerza de una cascada, con la determinación de una hélice que abre un camino de espuma que parece escrito en las aguas con letras de mosquito, con acentos de sanguijuela, con renglones trazados por balas que muerden el aire, por las frases eternas de una pareja que no se podrá olvidar por mucho que lleguemos a vivir.
Esa pareja era Humphrey Bogart en el mejor papel de su carrera y Katharine Hepburn aportando verdadera maestría al conjunto. Con apenas dos actores y una barca, un rodaje plagado de dificultades y diferentes versiones de un guión que no convencía a nadie, John Huston construyó un relato sobre perdedores que no pueden ser derrotados porque no les importa cuál es el final del viaje pues el mismo viaje es lo primordial. Tener la certeza de que se ha estado, se ha luchado, se ha intentado. Sobrepasar los límites del orgullo para saltar sobre inutilidades y fracasos que son peldaños en la escalera de la vida de los protagonistas. Todo es apasionante en esta película. Desde los rostros al paisaje. Desde la aventura desbocada a las horribles maquetas que son tan pequeñas como disculpables. Desde lo que se dice hasta lo que estos maravillosos actores nos dicen con la caligrafía de sus rostros, que se acercan a los límites de la perfección con excepcionales herramientas. Son dos botes incapaces de hundirse navegando por las aguas de lo sublime.
Así que hoy habrá ginebra derramada en el cauce, pasado que se arrincona y se lleva como mochila de aprendizaje, vueltas de tuerca hacia un valor que ni siquiera se sabe que se posee, camaradería impensable de seres contrapuestos, ímpetu gozoso hacia un objetivo tan lejano como imposible, sorpresa que corta sogas dispuestas para la horca, inundaciones que elevan la quilla hasta depositarnos en el tranquilo remanso de una historia que está magistralmente contada. Y de ese modo, en medio de una barquichuela de vapor que apesta a grasa, que deja en la boca un extraño sabor a metal rancio, que navega más por inercia que por impulso y que es cobijo, hogar, excitación, abismo, estancamiento, barbas mal afeitadas y cabellos hermosamente revueltos, podremos sentir que estamos siendo mecidos por el suave movimiento acompasado de una reina de África que quiso convertir dos vidas vulgares en maravillosas e irrepetibles obras de arte.

10 comentarios:

Unknown dijo...

Saludos César, y me congratulo de que este santo lugar empiece de nuevo con sus andanzas (viva la mirada del lobo). Algunos lo echábamos de menos.

Parece que me hayas leído la mirada, o que hubiésemos comentado algo, ya que hace 2 días que he revisionado esta maravilla llamada "La reina de áfrica".

Si mañana me muriese y me tuviese que llevar 10 películas a donde tuviese que ir... John Huston y Billy Wilder coparían la mayoría de títulos.

Esta película tiene alma, respira humanidad por los cuatro costados, y solo alguien con una personalidad atronadora y que sepa como nadie en que consiste esa cosa que se llama "vivir" es capaz de realizar semejante maravilla.

Dos monstruos de la actuación, una barca y quilates y quilates de buen cine.

Sé que todo lo que estoy comentando son obviedades absolutas, pero es que creo que la maravilla de esta película es que lo deja todo tan claro, es todo de una grandilocuencia tan evidente... que poco se puede añadir.

No te extrañe verla en un conversacines un día de estos... jeje.

Un abrazo amigo.

César Bardés dijo...

Chus, siempre eres bienvenido y credo que lo sabes.
Esta película tiene alma, sí, y humanidad y, además tiene historia delante y detrás, de sobras conocidas por todos. Me parece que el guión es maravilloso, tanto el original de James Agee como las sucesivas revisiones que realizó Peter Viertel, ese caballero marido de Deborah Kerr que vivió muchos años en Marbella y que era un arreglador de guiones profesional.
Es cierto que Huston fue un hombre que vivió mucho y, lamentablemente, también murió mucho. Que, en ocasiones, no tuvo mucho interés por el cine que hacía y que, sin embargo, en otras realizó auténticas obras maestras porque sabía cómo coger la historia por todos los lados y convertirla en arte. No cabe duda de que, como director, sería un desafío para cualquiera meter a dos personajes en una barca y hacer una película basándose sola y exclusivamente en sus diálogos y dificultades. Eso es muy difícil de hacer porque, lo más natural, es que salga una película tediosa y aburrida. Pero, ay, ahí estaba Bogart y ahí estaba Hepburn. Maravillosos ambos en su única colaboración juntos y dando entender muchas más cosas con las miradas que con lo que dicen, especialmente en lo referente a la primera mitad de la película.
En todo caso, vuelve a ser un tratado agorafóbico sobre dos fracasados que intentan terminar sus vidas con un pequeño y anónimo éxito que, sin duda, no pasará a la historia. El halcón Huston sabía que los fracasados también eran mucho más fascinantes.
Un abrazo, y si lo hacéis en Conversacines, contad con mis comentarios en el blog.

Carpet dijo...

Me parecía poco apropiado ir repartiendo transversales en cada post que colocabas, pero me resultaba difícil no comentar el valor cinematográfico de los ríos y los comentarios de Chus y tuyos me han terminado de animar.
Los ríos representan muchas cosas, caminos sin retorno, dejarse levar, fuerzas de la naturaleza, lugares algo claustrofóbicos, símbolos de huidas…
Al contrario del mar cuya inmensidad representa libertad, apabulla o es un monstruo que engulle, el rio no deja de ser un camino marcado, determinista por cuanto el cauce se ha formado a lo largo de siglos y no podemos escapar de su ruta. Sin embargo, es cierto que el rio ha sido la ruta de escape, la forma de huir, la esperanza frente a la amenaza. Así podemos señalar “Deliverance” o “Rio sin retorno”, donde el cauce es la única salida. Como puede serlo también para Meryl Streep en “Rio salvaje” aunque forme parte de su propia amenaza.
También los ríos son símbolos de transcendencia, de mutación de madurez, de recorrido espiritual, de cambios personales, el más brutal ejemplo y autentico referente sería “Apocalypse Now”. Y también en cierta forma “El Yang Tse en llamas” aunque los cambios los provoque la amenaza de estar varados en el rio y no el seguir su curso, en este caso el rio es más paisaje que protagonista.
Es un apunte, el trabajo no me permite más extensión, pero me parecía un buen tema.
Abrazos.

César Bardés dijo...

Los ríos son también símbolos de vida. Como los son "Cuando el río crece", de Mark Rydell o "El río de la vida", la maravillosa película de Robert Redford con una fotografía absolutamente genial de Philippe Rousselot. El mismo "El río", de Jean Renoir pone de manifiesto el paso de una edad joven a una edad adulta donde dos niñas comienzan a descubrir la vida a través del amor. O, por qué no, también habría que descubrir esos ríos de Howard Hawks como "Río Bravo" como ejemplo del río de furia que se desata cuando las injusticias son palpables. O "Río Lobo" como lugar donde llega el final de una carrera hecha de oro robado y de delaciones perversas. O "Río Rojo", como abrevadero donde beben las reses que son todo y nada para un padre y un hijo. O "Río de sangre" donde se trata de ir río arriba, en contra de cualquier dificultad aunque sea con un dedo menos.
Sin duda, los ríos son interesantes y seguro que hay más en algún lugar cerca del delta.

Carpet dijo...

Cierto y hay rios que son pura frontera, el limite que no se puede o no se debe traspasar, el limite de la vida y la muerte para el fugitivo, el lugar donde los problemas se acaban y la nueva vida empieza. ¿Cuantas películas hemos visto donde los protagonistas o sus antagonistas lo único que necesitan es llegar al "Rio Grande" y pasar a Mejico donde se volverán inmunes?.
O no siempre porque si hay que ir a buscarlos, allá lo atraviesa Charlton Heston completamente desquiciado en "Mayor Dundee". Y más western, el rio es protagonista de muchas imágenes maravillosas como la conversación de James Stewart y Richard Widmark en "Dos cabalgan juntos" o el imponente puente que los prisioneros ingleses construyeron, "El puente sobre el rio Kwai". En España, no recuerdo yo que los rios hayan dado mucho juego cinematográfico, algo más en literatura, con lugar preferente para "El Jarama" de Sanchez Ferlosio.
Otro uso muy cinematográfico del rio es el que usan los fugitivos para borrar las huellas o confundir el olfato de los perseguidores, o como en "el señor de los anillos" para llevarse a los espectros a punto de dar caza al plasta de Frodo, claro que para eso Liv Tyler tuvo que usar un poco de magia elfa.

Abrazos desde la ribera.

César Bardés dijo...

Ahí tenemos, hablando de cine español, la adaptación de la novela de José Luis Sampedro "El río que nos lleva", sobre las vicisitudes de los gancheros que transportaban troncos a través del curso del Tajo y felizmente rodada en un lugar donde suelo pasar parte de mis vacaciones. También tenemos otro "Río salvaje" que realizó Elia Kazan con Montgomery Clift para intentar convencer a algunos propietarios de unas casuchas que se fueran porque el río iba a invadir sus vidas. A lo largo de un río, se mueven y cantan una serie de personajes movidos por la pasión y el amor en "Magnolia" donde se canta aquella inolvidable melodía de "Ol´man river" por la memorable voz de William Warfield y también es motivo de y origen de heroísmo en un western tan atípico como "Horizontes lejanos", de Anthony Mann. O remontar un río como penitencia con una armadura en una red usada como bolsa se convierte en un suplicio en la maravillosa "La misión", de Roland Joffe, principio y final de una fe que no mueve montañas.
Y cuántas armas se habrán mojado al pasar un río. Por cierto, aunque no venga muy a cuento, maravillosa esa escena de "No es país para viejos" donde Josh Brolin cruza un río para despistar a un sabueso que huele al fugitivo, se le moja el arma y hace una demostración en apenas unos segundos, de cómo secar una pistola que se ha visto inundada por el río, el río...
Da para un libro este río de fotogramas, ¡qué idea! ¡El libro de cine ecológico!
Un abrazo.

Unknown dijo...

Pues que vivan las transversales si son tan maravillosas como estas.

A mi hay un aspecto de los rios que me parecen maravillosos también y es la componente de azar que llevan en sus trazados. La geometría concreta de sus bordes, y los estratos que son capaces de generar, con sus sensaciones, sus tiempos y sus vivencias.

Apunto tres ríos cinematográficos que me encantan y no se han comentado.

- La conquista del Oeste (Ford), donde el camino de un río dirige el azar de encontrarse con Jimmy Stewart para cambiar una forma de vida por una familia.

- Dersu Uzala (Kurosawa), donde un microclima generado en formas de ramas y rocas puede dar paso al ingenio y los actos reflejos para salvar una vida.

- Streamboat Bill Jr. (El Héroe del Río. Buster Keaton) donde la anarquía del desorden tormentoso adquiere sentido épico para paradojamente poner las cosas en su sitio en las vidas de los protagonistas.

Un abrazo a ambos.

César Bardés dijo...

Uy, qué bien visto, Chus, ese "héroe del río" del gran Buster Keaton. Buenas definiciones y, tengo que decir que, igual que no caí en la película de Keaton (que me gusta mucho), sí caí en la de "La conquista del Oeste", película que no acabo de pillar con ganas, tal vez porque cuando fui a verla, debido al aire acondicionado, me pillé un resfriado de verano que me costó dos semanas quitarme de encima.
En todo caso, maravillosos apuntes. Con estos colaboradores, dejo el blog en vuestras manos que, en el fondo, decís cosas más interesantes que yo.
Un abrazo a los dos y gracias.

Carpet dijo...

Que buenos los rios que señalais y efectivamente que simbólico ha resultado el cauce de los rios en tantas y tantas pelis.
Hay dos rios también muy significativos :
El río místico "Mystic river" metáfora del lugar oscuro y cauce misterioso que nos guía sin que podamos evitarlo hasta la desembocadura negra de nuestra propia muerte o de nuestra vida sucia y oscura de arrastrar todos los detritos que encontramos en nuestro curso, los demás, el resto son afluentes, son pasajes ante los que acomodamos nuestra trayectoria, pero el camino es único y todo nos lleva hacia él.

Otro rio de especial relevancia es el que separa el hospital del lazareto donde se encuentran los leprosos en San Pablo. Ese rio tan importante en "Diarios de motocicleta" que Guevara cruza en medio de la noche para renunciar a las comodidades del hospital (esto de su vida burguesa original) para dormir con los leprosos (los trabajadores, los oprimidos, el pueblo). Ese rio es metáfora de la frontera personal, de la decisión vital, de nuestras tomas de postura...

Se habrán escrito rios de tinta, pero aun así es un gusto esta travesia fluvial.

Abrazos.

César Bardés dijo...

Por supuesto, también hay un río que se convierte en colchón de la arrogancia en la inolvidable pelea a palos de Errol Flynn en "Robin de los bosques" y, muchos años después, Sean Connery agarra con ternura a Audrey Hepburn para cruzar un río y sentarse en la orilla más cómoda, aquella que sólo tiene el asiento de quien amas en la maravillosa e inolvidable "Robin y Marian". El río también se convierte en algo arisco en los desniveles del carácter en un western tan atípico como "Colorado Jim", probablemente el papel en el que James Stewart ha desempeñado el rol de brutalidad más grande que le ha tocado en suerte. En un río se encuentran los cadáveres de dos americanos, el tranquilo y el impasible, donde Mankiewicz y Noyce nos dibujan un cauce que lleva al mismo centro del caos. Un río es parte de la belleza de la parte final de "La noche de los gigantes" y un río es, al fin y al cabo, donde Juan el Bautista consuela al que quiere ser bautizado en tantas y tantas versiones que hemos visto sobre la vida de Jesucristo, desde "Jesús de Nazaret" hasta "La historia más grande jamás contada" con Charlton Heston mojando cabezas por doquier. También un río es afluente de atracción y de pintoresca santidad en esa pequeña odisea homérica que pasan los protagonistas de "O Brother" (nada, que me ha dado por los Coen) y Tarzán ha nadado en más ríos de los que se pueden contar. Es lo que tiene. Siempre hay ríos que hay que cruzar aunque no queramos mojarnos.