martes, 14 de diciembre de 2010

TARZÁN DE LOS MONOS (1932), de W.S. Van Dyke

Habría que imaginarse, casi deleitarse, con las sensaciones que tuvieron que experimentar aquel puñado de jóvenes que fueron al cine en los albores de los años treinta y se encontraron con una película como Tarzán de los monos. Yo sé de uno, que ahora tiene ochenta y nueve años y que se me está yendo lentamente, como no queriendo despedirse, que en cierta ocasión me llegó a decir que, para él, ver esta película fue el impacto que podría tener para nosotros En busca del arca perdida. En esta cinta hay aventuras imposibles, historias pintorescas, humor primitivo, gritos de audacia que se niegan a salir de la memoria, conversaciones con animales que se agrupan en torno a una figura que saltaba de árbol en árbol con lianas y valentía como únicas armas ante los misterios de una jungla salvaje. Hay que volver a ser un poco niños para estremecerse con ese grito de Johnny Weissmuller, salido de las mismas tripas de la selva, para sonreír y tener la certeza de que el héroe de taparrabos y puñal está ahí, a punto de batirse con un cocodrilo, a un paso de conquistar a una mujer con su ingenuo lenguaje y muy cerca de desterrar a los sempiternos explotadores que pretenden asaltar sin previo aviso las tierras vírgenes. Esta película hay que rescatarla porque está ahí mismo, bajo los huesos amontonados de un cementerio de elefantes.
Es posible que, en algunas ocasiones, nos encontremos ante una historia que es la abuela de muchas otras y ésta es una de ellas. Tarzán de los monos es el precedente natural de todas las películas posteriores del héroe creado por Edgar Rice Borroughs y contiene la inocencia del erotismo que se dejaba exhibir antes de los trasnochados códigos de censura, la naturalidad a flor de piel de un hombre que poseía la piel curtida de arañazos de hojas insidiosas, de animales rebeldes, de cortezas sugerentes pero poco acogedoras y que, sin embargo, no está preparado para atreverse a iniciar el cortejo hacia una hembra de su misma especie. Porque así es como Tarzán se lanza hacia la galantería, sin vergüenza posible, sin prejuicios cómodos. Todo fluye de forma natural, igual que la aventura, con apenas unas cuantas palabras de diálogo y con la agilidad inherente a su director W. S. Van Dyke, un tipo reconocido en la época por ser rápido en los rodajes y extraordinariamente eficaz en los resultados, dejando el estilo suficiente como para que fuera seguido por sus sucesores en las diferentes y trepidantes secuelas que se realizaron con inusitada velocidad en los años siguientes.
Así pues, estamos ante una de esas joyas del cine que, de vez en cuando, se sacan del joyero para ventilar su falso olor a rancio sólo para confirmar que la película definitiva de este personaje ya se había hecho en 1932 con todas las constantes típicas impregnando cada uno de sus míticos fotogramas. No busquen más porque es la mejor, la más alejada de las intenciones de Borroughs pero que está presentada de forma excepcional para ser narrada en ese raro invento del cine, fábrica de sueños y alaridos, baluarte de la vida salvaje ante el empuje de la errada civilización, amor en estado animal, bisoña ensoñación sobre la renuncia a los valores que atenazan y ahogan al hombre moderno, aventura imborrable para los que la vieron por primera vez hace mucho, mucho tiempo.

7 comentarios:

Eme soy dijo...

Para mi también trae recuerdos muy queridos de mi infancia, por que como a tú padre a mi padre también le entusiasmaba él habría cumplido los 80 este año, disfrútalo de a suspiros César, has podido tenerle a tú lado todo este tiempo.
Las tardes de los domingos mi padre nos llevaba a mis hermanos y a mi a su despacho, y mientras él acababa de realizar papeleo y tramitaciones para poder llevar a cabo el lunes a primera hora, nos colocaba la pantalla en el aula y con el proyector de súper 8 nos ponía a Tarzán de los monos, el gordo y el flaco y a los hermanos Marx., y así mientras él trabajaba con nuestros bocatas y chuches nos tenia entretenidos., aunque la parte más divertida era cuando él participaba del visionado y hacía de chita quitándonos nuestros chuches.. (Bonitos y amados recuerdos).
La figura de Tarzán es tan popular que no resulta fácil escribir sobre ella. Niños y mayores de muchas generaciones hemos disfrutado con sus aventuras, en compañía de Jane, su hijo Boy y la genial mona Chita. Y, probablemente, estamos ante el caso, tan común en la literatura, del personaje que supera a su creador, independizándose de él y alcanzando mucha más fama.
En efecto, seguramente, muchos de los que conocen a Tarzán no sabrán que fue inventado por Edgar Rice Burroughs (Chicago, 1875 – 1950). Éste, cuya vida casi iguala en aventuras a su creación, fue soldado del mítico Séptimo de Caballería y llegó a luchar contra los Apaches. Más tarde, con sus primeros éxitos literarios, se asentó y vivió el resto de sus días consagrado a la escritura.
Además del ciclo de Tarzán, Burroughs escribió obras de ciencia ficción y novelas del oeste, todo lo cual le reportó importantes beneficios económicos, pero si ha pasado a la posteridad es, sin duda, por el niño abandonado en la selva al que crían los animales.
El personaje se basa en teorías de “darwinismo social” sobre la evolución humana y se inscribe en toda una serie de héroes criados por animales en la que se incluyen, entre otros, Rómulo y Remo, legendarios fundadores de Roma y el Mowgli de ‘El libro de la selva
Aunque muchos actores han puesto cara al personaje de Edgar Rice Burroughs, ha quedado el nadador Johnny Weissmuller como el Tarzán por antonomasia. Curiosamente, y suena a disparate, se llegó a pensar en Clark Gable para hacer el papel. Del mismo modo, su compañera Jane siempre será Maureen O'Sullivan.

César Bardés dijo...

Estupendos esos recuerdos que compartes, Eme Soy, y dan una idea de cuánto de cómo somos se debe a los que nos han precedido con tanto cariño y dedicación. De hecho, mi padre recordaba a "Tarzán de los monos" como la primera película que él había visto nunca en el cine y cómo él cogía las tardes de domingo, se iba con un bocadillo al cine y les ponían una sesión continua consistente en un corto cómico de Keaton, Chaplin, Semon o Langdon, dos películas, descanso y luego otra película más. Recordaba con mucho cariño que entraba a las tres de la tarde y salía a las nueve y se había pasado una juerga fantástica en el cine. Ese entusiasmo, ay papá, me lo ha pasado a mí y ahora mismo hasta se me saltan las lágrimas.
Bueno, es muy acertada tu comparación de Rice Borroughs con las inspiraciones que haya podido tener y también te diré que, durante mucho tiempo, creí que Rice Borroughs también era autor de "El libro de la selva" (titulado realmente "El libro de las tierras vírgenes") y que sólo pude abandonar mi error cuando mi madrina, cuando yo tenía unos doce años, me regaló el libro de Kipling, que fue libro de cabecera durante dos o tres años junto a alguno más de Julio Verne.
No cabe duda tampoco que la adaptación más literaria que se ha hecho del personaje fue un desastre en el cine y no es otra que "Greystoke", de Hugh Hudson, con Christopher Lambert y Andie McDowell, absolutamente inadecuados y con una dirección morosa y torpe.
Así que quedémonos con Johnny Weissmuller, a pesar de los muchísimos Tarzanes que ha habido de los que se podría nombrar a ese escultural Gordon Scott, o al violento Jock Mahoney, o al que fue Tarzán en los primeros años de mi pasión por el cine, que se llamaba Ron Ely y que también incorporó a otro mítico personaje: "Doc" Savage, el hombre de acero.
Sabía lo de Gable pero ya tenía el sambenito de "orejas de mono" y no estaba para bromas. Lo de Maureen O´Sullivan...bueno, hasta parece mentira que fuera, algunos años más tarde, la madre de Mia Farrow.
Muchas gracias por tu comentario. Ha sido emocionante que lo compartes y ha despertado también otras cosas en mí.

Eme soy dijo...

jajjajja....

Me ha gustado eso del Gable., orejas de mono., claro así como iban a diferenciar al Tarzán, de los monos.

Sii.., vees eso de las pelis de Keaton, pues tamién entraban en el repertorio se descojonaba de la risa y yo no acababa de enteder del por qué?.
Pero a medida de que han ido pasando los años y vuelta a visionar esas mismas peliculas empiezas a entender de las sutilezas y de que la imaginación es la mejor inspiración.

Eme soy dijo...

aaayyy papá, a mi también se me saltan las lagrimas al recordale y recordar esos momentos (Que aunque en el recuerdo ya no volveran).

Y ves yo también estaba confundida con el autor del Libro de la Selva.

César Bardés dijo...

Yo siempre, y no sé si esto te sirve de algo, cuando recuerdo alguna cosa de alguien a quien quiero acudo a los versos de Wordsworth que William Inge tradujo al guión que llevó tan certeramente Elia Kazan al cine:
"Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba,
ni la gloria en las flores, no hay que afligirse,
porque la belleza subsiste en el recuerdo..."

Perdonad si no es exactamente así porque cito de memoria. Yo no dejo de dar las gracias por tener todos esos recuerdos. Aún así, Eme Soy, te entiendo y comparto también lo que dices.
Gracias. Sólo gracias.

Eme soy dijo...

Aunque nada pueda hacer volver la hora
del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos, pues encontraremos
fuerza en el recuerdo,
en aquella primera simpatía
que habiendo sido una vez, habrá de ser por siempre,
en los consoladores pensamientos que brotaron
del humano sufrimiento
y en la fe que mira a través de la muerte,
Gracias al corazón humano, por el cual vivimos,
gracias a su ternuras, a sus alegrías, y a sus temores
la flor más humilde, al florecer, puede inspirarme
ideas que, a menudo, se muestran demasiado profundas para las lágrimas....

Que maravilla de pelicula, interpretada por Natalie Wood y Warren Beatty

Y también acudo a los versos de Elizabeth Akers Allen,

Atrás, vuelve atrás,
oh tiempo en tu vuelo,
vuélveme niño otra vez,
sólo por esta noche.

En fin, que mis recuerdos son muy bonitos y emotivos y ahí estan.

Graciaaas !!!!

César Bardés dijo...

En absoluto. Las gracias a ti por poner el poema entero, que es una auténtica maravilla, al igual que la película y por añadir esos versos, también muy hermosos, de Elizabeth Akers Allen.
Viendo esto me reafirmo en ese viejo pensamiento que siempre me da vueltas en las cabeza y que me dice que la vida, sin arte, sería francamente insoportable.
De nuevo, gracias a ti.