jueves, 4 de octubre de 2012

EL ARTISTA Y LA MODELO (2012), de Fernando Trueba

Las curvas de la belleza se escapan de entre los dedos, como pintura mal mezclada en una paleta de experiencia. La idea es una fugitiva que no se deja atrapar hasta que la casualidad se cruza, la desesperación se alía y el milagro se produce. La Naturaleza no deja de proponer motivos para la maravilla, para la imitación de una realidad convertida en arte. La búsqueda de la perfección, en suma, no es más que el principio de la caída, de la sabiduría magistral, de una cima que no se puede volver a alcanzar.
Y ahí están las hojas, con su arpa de hierba resonando en la tranquilidad del ánimo. El mármol espera, quieto y paciente, a la inspiración que no siempre aparece. La curiosidad se asoma por detrás de las piedras mientras el mundo se derrumba y cae por el precipicio de lo efímero. El trazo se hace firme para que la mano modele el espíritu. La creación no deja de llamar a la puerta, disfrazada de inocencia, de ingenuidad, de un punto de rebeldía hundida en el silencio, de una encantadora mirada que se hace novia de la sonrisa. Luego, cuando todo acabe, vendrá el inevitable vacío, la imparable soledad y una despedida cariñosa a todo lo que merece la pena.
Por el camino, el desnudo parece una obra divina, el enaltecimiento de la voluntad de lo más hermoso. El hombre es una pieza tan prescindible como un pincel. La mujer es el lienzo, es la belleza de la postura, es la adorable quietud, es el juego inoportuno y la risa juguetona. La vejez comienza a irse porque ya lleva demasiado tiempo tratando de convencer al artista de que la muerte es lo siguiente. El sol se eleva. El aire sopla suavemente mientras el pan se seca. El silencio habla. El aprendizaje escucha. El gusto ve.
Así, poco a poco, esbozo tras esbozo, vamos descubriendo que el artista consulta con la Naturaleza para crear la forma soñada, el contorno amado, la silueta que marca sus límites con la armonía. El trabajo es duro porque el mundo llama y la muerte se impacienta. Todo se va pegando con papel y cola para crear una sinfonía estética, un movimiento petrificado, un amor reprimido por el tiempo. Vivir para crear, ser Dios en una época de desgracia, tiene que ser algo muy cercano a la plenitud.
Fernando Trueba realiza una película de silencios elocuentes, de diálogos morosos, de momentos de profundo sentimiento que se erigen cuadros en el rostro de Jean Rochefort, intenso en su ancianidad, afable en su sonrisa de aprecio por los detalles que brinda la eterna inspiración de la Naturaleza, rígido en su exigente búsqueda de la verdad en el cuerpo femenino y sólido en sus convicciones de humanismo sin color, de solidaridad sin tendencia, de ser una obra de arte en conductas y éticas. Se encuentra bien acompañado por un blanco y negro que parece revelado en la nostalgia y en la calma deseada. Y el resultado es una historia sensible, nítida, que casi se puede modelar en las manos del espectador con el gozo de haber encontrado una explicación al proceso de crear. La mano de Trueba es la de alguien que sabe qué quiere contar y cómo contarlo y es muy difícil hacerlo en unas escenas en que las miradas sustituyen a las palabras, en que las actitudes son auténticos motivos y en que la verdad parece ocupar su lugar preciso en el lienzo que él propone. Porque la escultura exhala sinceridades con su volumen, con su densidad y con su tacto. Porque un cuerpo femenino puede decir más certezas sobre Dios que ninguna otra cosa. Porque hay un pedazo de corazón en cada uno de los planos de la cinta. Porque crear es agotador pero lo que es fascinante es el mismo proceso de esa creación, mucho más que el resultado final revelado con la mirada de un cineasta, con el pulso de un pintor y con el temple pausado de un escultor sin tiempo. 

8 comentarios:

dexter dijo...

Qué gran película ¡ qué grande es Trueba ¡ Lo que más destacaría de esta película, que me ha encantado por encima de algún que otro defectillo, es el poso que te deja, tanto que hacía tiempo que no salía de ver una película del cine con tantas ganas de repetir. Esta película no puede “verse” como una película más, quiero decir, que uno corre el riesgo de verla apresuradamente y perderse lo grande qué realmente es. En su sencillez, en su desnudez, nunca mejor dicho. Es una obra que más que verse ha de admirarse como se admira una obra de arte. Esto es cine elevado a la categoría de arte, y que no se vea en esto una frase al uso llena de grandilocuencia. Es que es así, en su sencillez, en su desnudez- nunca mejor dicho, Trueba intenta explicarnos cómo se fabrica una obra de arte. Con los materiales básicos, el barro, la tierra (el blanco y negro y el silencio serían sus equivalentes cinematográficas). Es una película en donde el fondo y la forma conviven de un modo casi perfecto. Y no es una película “lenta” al uso – léase “rollo” porque sí. Tiene el ritmo que procede. Es la leche.

Abrazos epatados

César Bardés dijo...

Es que el arte es contemplación y esta película merece ser contemplada. Es magistralmente sencilla. Es abrumadoramente tierna en el mismo amor por el arte. A mí no se me hizo nada pesada. Desde el primer plano de la película (ese trocito de madera retorcida que el pintor encuentra paseando y que se detiene a mirarlo y que sugiere tantas formas y tantas ideas), entro en el juego que me propone Trueba. Es lenta porque tiene que ser así. Es el ritmo que pide la historia. Es la belleza degustada a su tiempo. Es el cariño que se pone en la creación. Es la leche en verso, como bien dices.
Abrazos contemplativos.

carpet dijo...

Si señor, yo le tengo muchas ganas, no sé si el trabajo me dejará un ratito este finde...que la cosa se complica.

Me comentaba el otro día un amigo que a su vez tiene un amigo escultor que era el que había asesorado a Trueba sobre el proceso creativo y escultórico. Trueba quería que el artista esculpiera sobre marmol a cincel y este hombre le desaconsejó el sistema porque suponía un proceso de tiempo brutal que no podría ser visualmente sensato. Detalles...

Me alegro por Trueba, para mi es un grande que necesitaba una obra de calado, que llevaba varios poryectyops sin acabar de rematar una buena faena...

Abrazos alegres

César Bardés dijo...

En cualquier caso, Trueba tuvo un hermano escultor, fallecido en el 96, con lo que supongo que también sabría algo del asunto, o tendría en sus manos la suficiente información. Aún así, seguro que recurrió a alguien para ser asesorado en el estupendo, bucólico y pacífico paisaje que sale en la película.
Sinceramente, creo que hemos vuelto a meter la pata con lo de los Oscars. Esta película hubiera llegado bien a los miembros de la Academia, con su aire europeo incluido. En vez de eso, mandamos "Blancanieves", que no es que sea mala, sino que intenta aprovecharse del rebufo de "The artist" (por mucho que diga el director que su proyecto era anterior...cuántos en el cine pueden decir lo mismo) e introduce muchos, muchos elementos que son "typical spanish" como los toros, el flamenco y los enanitos de la plaza. Creo que, aunque puede que consiga una nominación, no hay nada que sacar de ahí. Lo contrario de ésta, que podría ser esa pelicula de culto que, como bien dices, Carpet, necesita Trueba para ser bien recordado en el mercado internacional, más allá de "Belle Epoque".
Abrazos artísticos.

dexter dijo...

Ten cuidao,Carpet, que es de las lentas, que te diría Bardés. Que como se dice ahí lo que importa no es el resultado sino el proceso y la idea. A mí tampoco se me hizo pesada, y también me gusta el detalle de que junto al trozo de madera encuentre el nido vacío y termine con el plano de los pájaros cerrando un poco el círculo. Está magistralmente dirigida - merecidísima Concha de Plata- y naturalmente hay espacio para otras reflexiones recurrentes en la obra de Trueba- el paso del tiempo, la idealización de la infancia y de la mujer. Aunque el tema principal es la belleza, esa belleza que casi duele - tremenda la escena que Rochefort entra en la habitación de Aida Folch hacia el final de la película.

A pesar de verla en versión doblada puedo ver el gran trabajo interpretativo de Jean Rochefort. Quizá eche de menos un mayor peso en el personaje de Claudia Cardianle que tiene mucha fuerza y que está algo desaprovechada - aunque es magistral ese juego final de miradas con la Folch. Por cierto, he leído en algún sitio el paralelismo entre las dos obras últimas de los Trueba: "Madrid 1987" y esta. Dos reflexiones sobre el paso del tiempo que tienen como protagonistas a un hombre maduro y a una mujer que se pasa desnuda casi toda la película.

Abrazos en cueros

César Bardés dijo...

El nido vacío (la ausencia de inspiración), los pájaros volando (la inspiración ha venido, ha adornado un poco más la vida y se marcha volando, tal vez para no volver en la típica agonía del artista). La belleza yo creo que es el gran tema de la película. Y la belleza del arte y de las cosas que dejan juella, sí, pero también de las maravillosas cosas pequeñas que nos rodean y que apenas sabemos apreciar.
Es cierto que el personaje de la Cardinale...bueno, yo creo que ella sabe perfectamente lo que va a pasar y es esa mujer que ha sido apoyo y comprensión, que ha sido modelo y que también ha sido espíritu. Eso sí, el tiempo, maldito enemigo, ha hecho tanta mella en su rostro que apenas puedo reconocer a aquella "chica con la maleta" que dejaba boquiabiertos a cuantos se atrevían a mirarla. La vejez, también se habla de ello en la película.
Tienes razón en esos paralelismos que comentas, pero me parece siempre muchísimo más estilizado el cine de Fernando que el de David.
Abrazos al trasluz.

carpet dijo...

Avisitos a mi con lo de la lentidtud, que soy un enamorado de "Dublineses". El ritmo es lento cuando no es el adecuado paa lo que se cuenta e impacienta al espectador. Ejemplo : el "King Kong" de Jackson en su última hora y media ¿O era en sus últimas 3 horas?.
El ritmo de "Sólo ante el peligro" es trepidante sin que suceda nada a mucha velocidad...


Lenta es "Somewhere" de la Coppola que el otro día soporté...

Alocado es el cortejo a lady Lyndon en la peli de Kubrick, por ejemplo.

Abrazos a toda pastilla

César Bardés dijo...

Totalmente de acuerdo con esa definición que haces de "El ritmo es lento cuando no es el adecuado". No cabe duda de que, en uno de los ejemplos que citas, está el truco de que la acción está contada en tiempo real, lo cual hace que la angustia sea mayor y que ocurran muchas cosas en muy poco espacio temporal. Estoy hablando de "Solo ante el peligro", por supuesto.
Lo de la Sofi, de verdad, es que no, es que esa chica sí que está sobrevalorada.
Alocado es el cortejo a Lady Lyndon, sin duda. Qué increíble escena. De tiempo detenido y sentimientos a toda velocidad.
Abrazos pictóricos.