martes, 16 de octubre de 2012

LA BATALLA DEL RÍO NERETVA (1969), de Veljko Bujalic

En 1943 Adolf Hitler ordenó la total aniquilación de los guerrilleros partisanos yugoslavos. Lejos de rendirse, se atrincheraron en las montañas bosnias y allí combatieron, armados únicamente con el valor y unas cuantas balas, a los tanques alemanes, a la infantería italiana, a la crueldad chetnik (yugoslavos de origen serbio partidarios del nazismo), a la aviación, al terreno y a las inclemencias de un tiempo que también se convertía en un enemigo muy peligroso a batir.
Veljko Bulajic, director de la película, no esconde sus simpatías hacia los partisanos pero pone en juego la virtud de mostrar todos los puntos de vista y adereza cada una de sus motivaciones partisanas con un buen puñado de ejemplos sobre la amistad y camaradería entre los propios guerrilleros que se transformaron en poderosas armas contra la masacre. Para ello, consiguió juntar un reparto de reclamo seguro encabezado por el experto en demoliciones Yul Brynner, seguido del director ruso Sergei Fiodorovich Bondarchuk (uno de los mejores realizadores del cine moderno soviético) como un duro oficial de artillería. Y del otro lado nos coloca al amargado oficial alemán encarnado por Hardy Kruger que, en el fragor de la batalla, llega al convencimiento de que nunca se podrá doblegar a un enemigo para el que rendirse no es una opción; o a Curd Jürgens, general del ejército alemán que tiene que jugar en el tablero de la política con ese carácter extraordinario que, en apenas unos pocos minutos, sabe crear como nadie Orson Welles, esta vez en la piel de un senador chetnik, deseoso de sacar unas cuantas contrapartidas a los invasores.
Así pues, con unas cuantas muestras del saber hacer de unos actores plenos de veteranía, Bulajic no deja de ofrecernos unas bien dirigidas secuencias bélicas que nos ilustran sobre el horror, sobre la brutalidad, sobre la división de quien debería estar en el mismo bando, sobre la valentía nacida de la necesidad, sobre unos cuantos que no supieron rendirse y otros que no conocieron nunca cuál era el camino de la victoria. Podríamos decir que, de alguna manera, esta película es la versión de la Europa del Este de El día más largo, sólo que realizada con un mayor realismo. El resultado es una buena película, algo lejos de la obra maestra, pero aún así un fresco de carácter histórico que no deja de interesar y de ser parte de una guerra de los Balcanes que ni los nazis supieron ganar.
Tal vez, la visión completa de cómo corrió la sangre por las abruptas montañas de la resistencia balcánica se pueda obtener con esta película y con La quinta ofensiva, de Stipe Delic (curiosamente con parte del guión escrito por el propio Bondarchuk) y con Richard Burton de protagonista pero no se preocupen: Esta noche, el trago que beban mientras ven esta película estará, a buen seguro, mezclado con unas cuantas gotas de sangre.

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