martes, 5 de marzo de 2013

OPENING NIGHT (1977), de John Cassavettes

Dedicado a José Sancho. Tuve una noche de estreno con él, allá por el 2002, mientras él representaba, con una fuerza increíble el "Enrique IV", de Luigi Pirandello en el Teatro Bellas Artes de Madrid. Ya no tendrás que fingir que estás loco, querido Pepe. Gracias y hasta siempre.

Los que estéis interesados en escuchar el coloquio de ayer, ya está disponible en aquí. Con Miguel Rellán al teléfono y Jesús de León, al mando, no podía salir mal. Un abrazo grande para ellos.

Una mujer que domina el escenario como si fuera su propia casa. Ensaya una obra en gira antes del gran estreno en Broadway. Hay que pulir detalles, mejorar movimientos, encajar diálogos. Hay que asumir el papel que le ha tocado en suerte. Y hay muchos, demasiados puntos de contacto. Está en la madurez, perdida sentimentalmente, sin horizontes que conquistar, errante en una vida de bastidores y candilejas. Los afectos se convierten en meras estaciones de paso y revivir el pasado no tiene ningún sentido. En una de las noches, una admiradora le repite una y otra vez que la quiere, que la admira, que ella es lo que quiere ser. La mente se retrotrae a Eva al desnudo pero la vida nos arranca de cuajo ese recuerdo. Un coche atropella a la admiradora y, desde entonces, la actriz echa sobre sus espaldas la culpa del accidente. Vaga por su mente perdida, se presenta la víctima, la confusión se instala y comienza a pensar que el libreto que tiene que recitar noche tras noche no tiene ningún sentido. Improvisa. El director se desespera porque no sabe cómo llegar al fondo de esa mujer. Tal vez porque ya no tiene claro qué parte de su vida es una representación. El dolor se muestra y se padece. No puede pensar con claridad. Mendiga a sus compañeros algo de sentimiento, un poco de comprensión pero no lo encuentra. Todos se ofrecen. Ninguno da. Y comienza un camino cuesta abajo que solo puede terminar cuando ella se despoje de todos los demonios que la acosan para que el fracaso, ese monstruo viscoso, sea parte de su vida.
Hay mucha verdad en esta película porque no solo se asoma al abismo de una actriz cegada por los focos, por la locura de sus seguidores, por la exigencia de su profesión. También saca la cabeza para mirar dentro de los miedos de una mujer que está entrando en la madurez con el cartel de “No hay entradas”. La noche de estreno se acerca y todos creen que ella puede hacer cualquier cosa inesperada que lleve todo al diablo. Ella baja escalón a escalón para decirse a sí misma que no vale nada, que todo el oropel del triunfo es falso y que lo único verdadero, realmente, es el mismo fracaso que exhibía esa pobre chica que resultó atropellada. Tiene que dejar de verla en sus soledades. Debe golpearla hasta matarla aunque el dolor acabe con ella misma. Y entonces, la noche de estreno, cuando una obra se juega todo el presente y todo el futuro, ella aparece en un estado lamentable, indigno, despreciable y maldito. Y esa noche, precisamente esa noche, ella está sublime.
La feroz independencia que exhibió John Cassavettes como director se siente en toda la película con esa forma de narrar tan particular que llevó a centrar la acción en el mismo rostro de los actores con los que contaba. Para ello, tuvo una cómplice perfecta en Gena Rowlands, su mujer, que muestra tantos huecos claros como rincones entre brumas, que navega entre la nada y el todo caminando por la fina línea de la autodestrucción. Ambos fueron luces de estreno, arrogancia independiente, cuento de arte y lástima.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya tenía yo ganas de que le dedicases un post a John Cassavettes, un director al que he descubierto hace relativamente poco, y que en general me fascina. Con sus altos y sus bajos, sus películas mejores y peores, pero siempre manteniendo un estilo único y original.

Las películas de John Cassavetes vendrían a ser algo parecido a las jam sessions jazzisticas. Pura improvisación, variaciones en torno a un tema. Y es maravilloso sentarse a ver improvisar a esos grandes actores como Peter Falk, Ben Gazzara o por supuesto Gena Rowlands, una de las grandes actrices de todos los tiempos. Por no hablar de la espontaneidad de los actores semiprofesionales que utiliza en films como "Shadows" y "Faces". Un cine diferente y estimulante. Y eso que a mí quizá la que más me guste es casi la más convencional, la estupenda "Ángeles sin paraiso".

Esta que comentas es de las mejores. El arranque del film retrotrae a "Eva al desnudo" y es homenajeado por Almodóvar al comienzo de "Todo sobre mi madre". También tiene ecos de "Función de noche" de Josefina Molina e incluso yo veo ahí a Truffaut y "La noche americana". No has podido elegir mejor película para rendir tributo a ese gran actor llamado José Sancho.

Abrazos (y aplausos) desde la platea.

César Bardés dijo...

El riesgo que corría Cassavettes con las películas que hacía era que lo mismo le podía salir una película única, emocionante, pura transgresión en los rostros de sus protagonistas que una cosa rara, difícil, farragosa y muy estupenda para él pero francamente aburrida para los demás.
Es muy cierto lo que dices sobre su estilo. Todo es pura improvisación en torno a un tema. En esta ocasión es una gozada ver a Gena Rowlands sacando partes muy íntimas de su personalidad para dar vida a esta actriz que no tiene rumbo pero, desde luego, ver improvisar a Ben Gazzara o al propio Cassavettes es delicioso, es como ver a actores en su estado natural, en su entorno, en el fingimiento más puro y más extremo y, a la vez, más rutinario.
Estoy de acuerdo en la valoración que haces de sus películas, a las que yo añadiría tanto "Husbands" como "Gloria", una maravilla un tanto más convencional pero en ella demuestra Cassavettes su fuerza, su capacidad para evocar imágenes poderosas, con brío. No tan desangeladas. Él decía que lo que trataba de hacer en sus películas era que "las emociones provocaran reacciones y no que las acciones provocaran emociones". Y tenía razón. Todo está centrado más en los personajes que retrata que en lo que ocurre a su alrededor.
Cierto es que retrotrae a "Eva al desnudo" y Almodóvar lo homenajea a su manera en "Todo sobre mi madre". Yo creo que, en el fondo, es también un retrato de la profesión teatral, con sus abismos, sus locuras, sus debilidades pero con una mirada de admiración para todos aquellos que se suben a un escenario dispuestos a hacernos pasar un rato en otro mundo.
Abrazos tras el telón.