Sumergirse en el mundo que circunda la realidad llega a ser una experiencia fascinante. Solo basta con fijarse bien en todo lo que nos rodea y allí encontraremos formas que nos recuerdan a hombres fusionados con verdes sueños, a sombras de ceniza que avanzan para hacernos llegar las garras del desierto, al milagro de la vida abriéndose paso por senderos de agua, al humor desbocado de unos animales con complejo de inferioridad que solo desean ser algo más... Es la épica de la Naturaleza, el secreto de la creación, que continua con sus noches, sus lunas y sus días. Es la pasión del descubrimiento.
Y es que los seres humanos no son más criaturas ridículas que destacan por su lentitud de reflejos y de movimientos frente a un mundo en miniatura que se preocupa de que el reflejo de la esperanza no falte en nuestra mirada. La investigación se torna vital y nos olvidamos, una y otra vez, de darle una pequeña mecha de credibilidad a lo que, visto hoy, nos parece imposible. Son soñadores que ponen en práctica los mecanismos necesarios para hacer que lo inalcanzable sea posible. Y, a veces, también esquivan la obligación de vivir.
Entre medias, un espectáculo prodigioso de texturas, de ambientes, de fauna y flora que se abre y se presenta como la principal protagonista del heroísmo que el medio ambiente debe alcanzar para llevar adelante su labor rutinaria. El nacimiento de nuevas vidas que sustituyan a las naturalezas arrasadas es tarea reservada para unos cuantos valientes elementos invisibles para el hombre...pero ¿desde cuándo no existe algo que no se ve?
Y así, en la aventura natural que se nos ha puesto como espectáculo delante de nuestras mismas narices, asistimos al verdadero valor de un cariño que se necesita y que se niega con persistencia, a la forja de un destino indescifrable que decae por linderos de inutilidad, al verdadero valor que nace de los sentimientos. Se podría decir que esta es una película en la que, de forma auténtica, se puede ver crecer la hierba...
El mensaje ecológico es claro y el humano, también. La conservación de la naturaleza es una obligación que está adherida al deber de investigar y preguntarnos a cada paso cómo se produce ese milagro, cómo es posible que todo sea un maravilloso fondo a nuestras vidas que se resiste a desaparecer, como un rompecabezas de agua, reacción y acción. Solo con amor podremos disfrutar de un paisaje en el que, divino o no, se ha vertido mucho amor.
Subirse a un pájaro para hacer que el salto sea más largo, quedarse extasiado por la apertura de un capullo de rosa que ruega por abrirse, fuerzas de increíble empuje que hacen que de la desolación nazca un mañana. Y es entonces cuando vemos que odiamos a la Naturaleza porque lleva la vida que nosotros queremos llevar. En un mundo feo, que nos hemos encargado a conciencia de hacer espantoso, no hay lugar para la hermosura...porque es el principal elemento que nos impide ser indiferentes a todo lo que nos rodea.
2 comentarios:
Buenas noches:
Siempre hay lugar para la ternura en el interior de cada uno. César, tus críticas siempre consiguen aflorarla.
Hasta luego y saludos cordiales, :)
Que un hombre con alma de poeta diga eso sobre algo que yo escriba no deja de ser un premio, un verso en rima asonante compuesto con la métrica del sueño.
Gracias de nuevo y me alegro de verte de nuevo después de las vacaciones.
Un saludo.
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