viernes, 31 de marzo de 2017

JUEGOS DE GUERRA (1983), de John Badham

Hace muchos, muchos años, cuando el niño era niño, las máquinas infernales y tecnológicas nos empezaban a invadir y a ser argumento para el cine. Cuanto más grandes, más temibles y, en esta ocasión, era la más grande de todas. Un super cerebro electrónico que controlaba el sistema de defensa de los Estados Unidos además de muchas otras cosas. Jugaba al ajedrez, al laberinto de Falken, al tres en raya…y dejaba al factor humano obsoleto, pasado de moda. Por aquel entonces, ya había cerebros precoces que navegaban por la red telefónica y que modificaban las notas desde su propia casa para impresionar a la chica en cuestión. Claro que también podían entrar en una máquina que escapaba a la imaginación y proponerle un juego muy peligroso aunque muy atrayente: la guerra mundial termonuclear.
El juego era sencillo, solo había que elegir los objetivos preferentes, la cantidad de armamento que se iba a mover y realizar una previsión de víctimas para conseguir la victoria con la mayor destrucción posible. El resto es un puñado de probabilidades que el ordenador maneja con maestría para provocar la máxima destrucción. Solo hay un problema. Un problema apenas probable. No es un juego.
Y entonces es cuando se desata la aventura porque solo el pequeño pirata informático sabe que el ordenador, el frío e impersonal reflejo de la tecnología que tenemos hoy en día, anticuado y demasiado grande, está preparándose para desencadenar la tercera guerra mundial, el conflicto definitivo de orden nuclear. Una guerra en la que apenas se dejará rastro de la Humanidad. Hay que correr para detener a un ordenador que ejecuta al milímetro las órdenes recibidas. El ordenador quiere jugar pero no entiende las consecuencias. Todo está en alerta. Todo está listo para recibir el ataque y dar una respuesta inmediata en cuanto los códigos de lanzamientos sean descifrados. Es el momento de asistir a la guerra desde una sala de mapas con muchos gráficos, con muchos botones, con muchos estados de emergencia. Solo hay que hacerle comprender que en un juego así, no puede haber ganador y que la única manera de ganar es no jugar. Y no hay nada como la osadía, la juventud y la experiencia para conseguirlo.

Han pasado muchos años, quizá demasiados, desde que se estrenó esta película. Los gráficos están lamentablemente pasados de tecnología y la cibernética se nos antoja prehistórica pero aún así, y de forma sorprendente, la película de John Badham funciona como historia de suspense y aventura, como fábula apocalíptica de un mundo que parece que está deseando entrar en guerra, como inquietud juvenil de un héroe de teclado que aún tiene la suficiente chispa como para desear haber sido como él. Y aún es maravilloso comprobar lo bien que se pasa viéndola. Con Matthew Broderick haciendo gala de ingenio, con Ally Sheedy encarnando los sueños húmedos de la pubertad más olvidada, con Dabney Coleman engañándonos como el sabio que no sabe y, sobre todo, con John Wood, un actor sólido e injustamente tratado por el cine, como Stephen Falken, un hombre que casi prefiere que la Tierra sea arrasada para que la raza humana desaparezca como especie. Y todavía hay alguno que otro que sigue pensando lo mismo.

2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Que divertida y entretenida era esta película y que anticipadora aunque como dices haya envejecido regular porque lo que entonces nos parecía la leche ahora es casi ridículo. Se hizo una segunda parte hará unos 10 añitos, pero no tenía el encanto, ni el ritmo, ni la originalidad de la primera ni de lejos.

también dicen que habrá remake producido por Di Caprio, volvemos a lo poco originales que son los productores actuales que juegan a resucitar joyas de los 80 pensando que la puesta al día inflará las taquillas, pero ahí están ejemplos como "Robocop", "Fama", "Footloose", "Conan", "Poltergeist", "La cosa", "Karate Kid"...para demostrar que no es sólo actualizar los efectos y meter ordenador, para empezar los repartos son casi de serie B en estos nuevos pasticches, los retoques de los guiones para poder meter más acción suelen terminar de estropearlo y finalmente la juventud y adolescencia de los 80 no tiene nada que ver con la de ahora y tirar de la nostalgia de cuarentones y cincuentones tiene un límite, que incluso se les puede volver en contra por retocar lo intocable.

Curioso lo de Ally Sheedy que nunca termino de despuntar y era quizá la mejor actriz de aquellas películas, le paso algo parecido a Molly Ringwald. Bueno, fue una generación bastante desaprovechada (Judd Nelson, Emilio Estevez, Andrew McCarthy...), Demi Moore y Broderick fueron de los pocos que tuvieron una carrera posterior, en el caso de Mathew porque yo creo que es muy buen actor al que, sin embargo, su eterna cara infantil le ha jugado en contra.

Abrazos en tablas

César Bardés dijo...

Estoy bastante de acuerdo en todo lo que dices. Era muy entretenida y divertida, con un ritmo espectacular. Lo cierto es que lo único que hace que envejezca mal es su componente tecnológico (recuerda el ordenador central WOPR, que ocupaba casi una habitación entera, problema que la tecnología ha resuelto hace tiempo) pero su argumento sigue funcionando muy bien. Es muy curioso que estas películas, muy hijas de su tiempo, hace que nos cueste más asimilar el cambio que se ha producido en treinta años que los sombreros de ala ancha y las gabardinas de hace cincuenta o sesenta.
Ojalá di Caprio tenga buen ojo y haya un guión potable sobre esta película. Lo que pasa es que me temo que los chicos no tendrán demasiado tirón y que en el papel de Falken pongan a Ben Affleck. Por cierto, a John Wood le vi por aquellas casualidades de la vida en Santander, durante un verano. Me hospedaba en un hotel de mala muerte pero que abajo tenía una cafetería bastante maja. Bajé a tomar un plato combinado y allí estaba él sentado con su familia. Fue una de las cenas solitarias más divertidas que he tomado porque me pasé todo el rato viéndole y escuchando su maravilloso inglés (es británico de nacimiento).
Es cierto también que Ally Sheedy quizá fuera la actriz de más talento de aquella generación. Hablas de los mocosos olvidándote de que uno de ellos era Tom Cruise, otro era Matt Dillon y seguramente me olvido de alguno más (fue el tiempo de Anthony Michael Hall y compañía) pero es cierto que se quedaron la mayoría a medio camino habiendo bastante talento. Judd Nelson, por ejemplo, me parecía un actor bastante más que aceptable. Una de las que sí prosperó, al menos durante un tiempo aunque hace bastante tiempo que está desaparecida, fue Elisabeth Shue. No hace mucho vi a Ally Sheedy, ya bastante lejos de ese "ángel" que tenía en la cara, haciendo el papel, casi episódico, de una profesora (creo que fue en "X-Men: Apocalipsis", claro tiene cuatro años más que yo, o sea, va por los 54), pero desde "Cortocircuito", dejó de estar en el top de las actrices jóvenes. Molly Ringwald ya me gustaba menos, tanto físicamente como interpretativamente. Y ésa sí que ha desaparecido por completo del mapa desde que hizo aquella pasada que recomendó vivamente esa lumbrera llamada Lucía Etxevarría titulada "Secuestrando a la Señorita Tingle".
No es menos cierto que Demi Moore y Broderick son los que más han prosperado, aunque Demi Moore ahora sea una estrella muy apagada y Broderick siga haciendo algún que otro trabajo como esa aparición muy pequeña y algo desangelada que hace en "Manchester frente al mar". Su cara infantil ha jugado en su contra, efectivamente, porque le han negado papeles de carácter. Aún recuerdo cuánto me gustó aquella de "Todo en un día". Tiempos.
Abrazos jóvenes.