martes, 28 de marzo de 2017

UN PUENTE LEJANO (1977), de Richard Attenborough

La mayor operación bélica de todos los tiempos resultó ser un fracaso. Demasiada ambición y mal cálculo sobre las posibilidades de un ejército. La arrogancia es siempre una mala consejera como también lo es la falta de conciencia. En la operación se ponen en riesgo demasiadas cosas y demasiados héroes anónimos arriesgan su vida para obtener un resultado, cuando menos, discutible. La población civil, como siempre, pierde. Los militares, se rinden. El objetivo se queda a unos pocos metros. La invasión fracasa y los responsables solo se encogen de hombres creyendo que, efectivamente, siempre se trató de tomar un puente que era demasiado lejano. Después de haber utilizado y abusado del material y de las personas…ése es el consuelo que se recibe. Un puente demasiado lejano. Las guerras y sus malditos cálculos posibilistas. Los mandos y su maldita sangre fría.
Entre los verdes prados de Holanda tendremos al americano que cruza con unas balsas terribles un río salpicado de balas mientras reza una y otra vez, obsesiva y compulsivamente, el Ave María. Habrá un sargento que amenazará a un médico oficial superior a que reconozca a su capitán porque le prometió que no le dejaría morir en la invasión. Por allí, justo en la esquina, un teniente coronel británico resistirá lo indecible esperando la maldita ayuda que no llegará para, luego, aceptar con un elegantísimo gesto el cigarrillo del alemán mientras se le ha hecho prisionero. Un médico tratará de atender una masa de heridos sanguinolentos en una casa particular. Un teniente con iniciativa despejará a fuerza de voluntad un cruce en el que era imposible pasar para desatascar las vitales carreteras. Un polaco se enfadará porque siente que es tratado como un militar de segunda clase cuando es más arrojado que cualquiera de esos estirados con boina inclinada. Y así las historias se suceden. Intentando dejar bien claro que la guerra es horrible, pero que, en medio del caos, también hay seres humanos tratando de dar lo mejor de sí mismos. Es la paradoja de la destrucción.

Richard Attenborough dirigió un reparto plagado de estrellas en un rodaje lleno de anécdotas como la escena del puente que tiene que atravesar Robert Redford, contratado por unos días y que incluyó en su contrato una indemnización millonaria por cada día de retraso. No dejaba de llover y Attenborough se arriesgó a rodar la secuencia. Una sola toma. Lo justo para que volviera a llover justo cuando el director mandó parar. O la visita al plató del Teniente Coronel John Frost, interpretado por Anthony Hopkins, que acabó en un mar de lágrimas porque, cuando se conocieron, el militar creyó verse a sí mismo treinta años antes. O el precario estado de salud de Laurence Olivier que, pese a todo, quiso continuar con todas sus escenas. En todo caso, el gran rompecabezas que trató de encajar Attenborough dio resultado y Un puente lejano quizá es la mejor de todas las películas que han versado de batallas bélicas con un elenco de nombres ilustres como El día más largo o ¿Arde París? Y eso no deja de ser un mérito enorme en una gran superproducción en la que es muy fácil perder el punto de mira y fabricar una enorme y pesada nadería. El puente lejano, por esta vez, se acercó lo suficiente.

2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Tengo que revisarla si o si. La vi de quinceañero y me pareció muy larga y algo deslabazada (tantas minihistorias), un poco como "El día más largo". Pero esta me dejó con mucho mejor sabor de boca, con la sensación de que había visto una película muy, muy estimable. De las que se te quedan en el recuerdo con un gran regusto. No sería hoy capaz de situar las historias de cada uno de los grandes que pasaban por la pantalla, pero aun así recuerdo la enorme presencia de Sean Connery en su pequeña parte (no se si alguna de las situaciones que has descrito, ¿Quizá la del cruce de carreteras?). También a Redford, a Caine, a Hackman...menudo reparto. Y ya sabemos que a Attemborough no se le daban mal las grandes escenas, masas, campos abiertos,...

Tengo que revisarla, si o si.

Gracias por el post.

Abrazos en paracaidas.

César Bardés dijo...

Es larga y, creo, tiene una mayor conjunción en sus historias que "El día más largo" (recordemos que el autor del libro-mamotreto es el mismo, Cornelius Ryan) y tiene otra enorme virtud frente a esa y es la siguiente: los personajes tienen una mayor encarnadura, se intuyen muchas de sus motivaciones y tienen su episodio de lucimiento propio. Creo que por eso aceptaron tantas estrellas intervenir en la peli, porque tenían su propia historia y su instante de "aquí estoy yo". La banda sonora es buena, está muy bien realizada por parte de Attenborough y la presencia de Connery se corresponde más con los tanques atascados en esa carretera interminable hacia el puente de Arnhem como jefe de una división blindada. Es uno de los que se quedan a las puertas de auxiliar a Hopkins y que, desde una torre, al lado de Caine y de Edward Fox intentan encontrar las causas del fracaso. El cruce de carreteras es potestad de un oficial americano que interpreta Elliott Gould y que le pone muchísimas ganas a que esas divisiones blindadas puedan pasar en un atasco que parece interminable.
Yo creo, además, que las pequeñas historias de cada uno de los actores están muy bien elegidas. No es como en "El día más largo" que apenas pasan, dicen su frase delante de la cámara y ya. Y el protagonismo en la batalla queda un poco gris a excepción, quizá, de los tubos que ponen en las defensas de hormigón los hombres de Robert Mitchum (por cierto, da sopas con onda a muchos de los que están en el reparto, incluido Wayne, Burton o Fonda).
Es una película para revisar, sí. Entre otras cosas por el enorme fracaso que fue a pesar de que tenían todos los medios. Mal concebida, mal planeada y una consecuencia de la precipitación por entrar cuanto antes en Alemania.
Abrazos con paraguas.