martes, 20 de marzo de 2018

ROLLERBALL (1975), de Norman Jewison

El deporte ideado para que las guerras se diriman en un campo de batalla disfrazado de nobleza. La violencia elevada a los altares del desahogo en virtud de unas supuestas guerras corporativas que han acabado con toda discusión. La muerte está ahí, esperando a ser recogida como una pesada bola de metal en un juego en el que vale todo, incluido el asesinato. De repente, algo empieza a marchar mal. Un jugador posee tanto talento para esa bestialidad que comienza a estar considerado un ídolo por encima del mismo juego. Si eso se deja crecer, será el final. El deporte ya no será la demostración de violencia definitiva sino el nacimiento de una leyenda que arrastrará adoraciones. La gente ya no irá a la cancha para ver cómo se destrozan unos a otros, sino para ver cómo Jonathan E. sobrevive. Eso no se puede consentir. El juego no es la supervivencia. Es la muerte.
Jonathan E. tiene todo lo que puede desear. Se le ha quitado a la mujer que amaba porque en ese futuro inhumano, la mujer ya no tiene ningún papel mucho más allá del sexo, aunque, ocasionalmente, puede ocupar alguna esfera de poder. Su casa es un auténtico sueño en el que aterrizan los helicópteros y la visión de la Naturaleza aún le recuerda lo que queda en él de ser humano. No hay nada mejor que retirarse, Jonathan. Tu tiempo ya ha pasado. Y la corporación te invita a hacerlo. La gente no puede ser alienada con falsos ídolos que se remontan por encima de la brutalidad. Retírate y se te recordará como una vieja gloria. Es fácil. Solo tienes que decir “lo dejo”.
Jonathan seguirá adelante y en su rostro congelado, difuminado por la marcha meteórica de sus patines, se adivinará el precio de su osadía. Se convertirá en alguien amargado, terriblemente derrotado, solo en un equipo diezmado por la muerte, convertido en un asesino despiadado que se entrega totalmente a dejar un reguero de sangre imborrable, inasible y definitivo. La bola entrará en el casillero y el público coreará su nombre con pasión y eso será un triunfo. Quizá, a partir de ese momento, las siniestras corporaciones que rigen los destinos del mundo se dediquen a idear una nueva bestialidad con la que entretener a las masas. Puede que ya el asesinato sea algo aún más brutal, sin juegos de por medio, sin el cebo de la pasión por la violencia, sin nada que retenga ni un solo sentimiento. Se habrá acabado con el deporte de acabar con el enemigo, sin duda, pero se inventará otro aún más cruel, más impensable, que no permita la aparición de ídolos desafiantes. O quizá la muerte en vida sea la próxima meta.

Norman Jewison dirigió con mucho sentido y aún más profundidad una película que avisa de las consecuencias de la manipulación de las masas y de la fabricación de engaños espectaculares para cubrir las vergüenzas de un sistema corrompido desde sus más bajos niveles. James Caan puso rostro a esa rebeldía que se hace más fuerte porque se siente protegida dentro de la misma pantomima bestial de la que forma parte. Y, nosotros, los espectadores, coreamos su nombre porque, en el fondo, sabemos que es el que mejor mata y el que nunca muere. 

8 comentarios:

Unknown dijo...

Hola,
Me gusta bastante, además pienso que está algo infravalorada. La trama tiene su miga, en una década donde se nos regaló no pocas pelis sobre distopías.
Saludos.

César Bardés dijo...

Es bastante buena. La que, desde luego, no vale ni para envolver una bola de pinchos es la versión moderna de John McTiernan (que le obligaron a hacerla) y que pierde todo el significado más profundo que sí tiene la película de Jewison.
Saludos.

Unknown dijo...

Sinceramente César, ni me he molestado en verla porque me esperaba lo peor. Una pena. Saludos.

César Bardés dijo...

Aparte de la película, que sí, que es una verdadera pena partiendo de un material más que bueno, es lo errático que se volvió McTiernan desde entonces. Uno de los directores más prometedores de Hollywood del que ya nadie se acuerda. Una lástima.
Saludos.

Unknown dijo...

Pues sí, una pena lo de McTiernan, cuando me acuerdo de él, también lo hago de otro que le pasó lo mismo: Walter Hill...¡hay la tira! Una lástima.

César Bardés dijo...

Lo que pasa es que la carrera de Walter Hill es mucho más amplia, duró más años. Creo que el error de Hill pasó por querer adaptarse a los nuevos tiempos huyendo de lo que había hecho hasta ese momento. Recordemos también que Hill tiene un puñado de guiones memorables que dirigieron otros ("La huida", "El hombre de Mackintosh", "Con el agua al cuello", "Aliens"...). Como director no tiene muchos títulos (y a mí me gusta particularmente uno, no demasiado conocido, que se llama "La presa", con Keith Carradine y Powers Boothe) y creo que comenzó a torcerse peligrosamente cuando hizo algo como "Calles de fuego", porque dejó de ofrecer calidad para pasarse al cine más de moda posible.
Saludos.

Unknown dijo...

A mí "Calles de fuego" me parece maja, pero no está entre lo mejor, está claro. En cuanto a "La presa", muy buena película aunque tengo un "problema" con ella, y es que cada vez que la veo no puedo evitar "enfrentarla" a "Deliverance" de John Boorman, que me parece bastante superior.Personalmente, me gustan "El luchador" y "The driver", precisamente sus dos primeras pelis. Y es cierto, que hasta "Calles de fuego" (yo casi, casi la incluiría, es un especie de híbrido de "The warriors") su filmografía es bastante interesante (ese comic rodado que es "Los amos de la noche", a pesar de no ser una gran película tiene su encanto, una buddy-movie como "48 horas" que para mí le da sopas con honda a la más famosa "Arma letal", o ese abrazo al cine de Peckinpah con la violenta "Forajidos de Leyenda"..curiosamente volvería a ahondar en "Grupo salvaje" con "Traición sin límite", recreando la masacre final del filme, un filme bastante deshilachado). Después va cayendo en picado...y como bien dices, especialmente por intentar adaptarse al "nuevo" cine que no le viene nada bien por lo que hemos visto. Una pena. Saludos.

César Bardés dijo...

Bueno, bastante de acuerdo en lo que dices. Yo es que ni arrastrado por el cine ochentero siento que "Calles de fuego" me llegue.
En cuanto a "La presa" tiene, sin duda, contacto con "Deliverance" pero me parece diferente en cuanto a cómo resuelve Hill la historia. Casi me parece más cercana a "Caza salvaje", de Joseph Losey. Bien visto lo de "Forajidos de leyenda", una película que rompió con muchos moldes en la época de su estrena. Y que "Límite 48 horas" es una película, yo creo, más desenfadada que "Arma letal" y con otras claves. Sin duda, fue una buena película.
"Traición sin límite" es que es otra de esas películas que promete mucho, empieza bien, te está captando y, sin embargo, empiezas a perder cosas por el camino. Es cierto que está bastante deshilachada.
Lo has definido bien. Intentó adaptarse al "nuevo" cine y no supo encontrar su estilo que, sin embargo, lo tenía bien trazado en todos sus títulos anteriores.
Saludos.