miércoles, 3 de junio de 2020

BEST-SELLER (1987), de John Flynn


No deja de ser extraño que un policía también sea escritor y, además, de éxito. Tal vez por eso es la elección perfecta por parte de un sicario y asesino profesional para que le dé forma a un contrato que, en su día, tuvo que realizar. Al fin y al cabo, ese encargo reportó una fortuna al cliente y, para un tipo caído en desgracia, es una venganza que tiene visos de refinamiento. El primer problema de todos es acercarse al policía y convencerle. El segundo, y aún más difícil de solventar, es que habrá gente que no querrá bajo ningún concepto que ese libro vea la luz. El sicario es frío, metódico, calculador y el policía es un hombre que, básicamente, busca la verdad. Tanto detrás de la placa como de la pluma. Y, a veces, ambas tendencias chocan como dos trenes. La intensidad preside sus relaciones e, incluso, parece que las armas se revuelven inquietas en la sobaquera.
Y ese asesino profesional está muy lejos de la idea que podamos tener de cualquiera dedicado a su oficio. Él sólo quiere una venganza que deje con dos palmos de narices al tipo porque, en parte, ya se ha cansado de matar y, por otra, no se han portado nada bien con él. La historia, lejos de ser la típica sobre parejas improbables en busca de justicia, no deja un momento de respiro. No hay humor, ni momentos de complicidad entre los dos individuos. El policía es una roca incólume. El sicario es un tipo al borde de la psicopatía, pero indudablemente elegante. Sin embargo, ambos se necesitan. Y tendrán que viajar por todo el país para encontrar los rastros de unos crímenes que fueron cometidos por el último. Quizá así se salga un poco de la falta de inspiración que los padecen.
No es una gran película, pero sí es notable. El trabajo de James Woods en el papel del asesino profesional es sobresaliente, con una de las mejores interpretaciones de toda su carrera. El de Brian Dennehy como el autor con placa es eficaz y sólido. Hay un elemento que sí que lastra todo el metraje y es la inadecuada y ya muy trasnochada banda sonora de Jay Ferguson, basada en el empleo de un sintetizador que estaba muy de moda en los años ochenta. No obstante, más allá de una estupenda historia de acción y venganza, también hay una mirada hacia la lujuria del beneficio fácil, insaciable y criminal, que rodea de sospechas a cualquiera que tenga siete cifras en su cuenta corriente. Por otro lado, es muy previsible el malvado que interpreta Paul Shenar y eso puede dar una sensación de que todo está más que superado.
Escribir es una aventura. Y matar es el fin de todas ellas. Habrá que situarse entre la calma de un tipo que parecía tener una mira telescópica entre los ojos y la ira de un hombre que defiende la ley también cuando escribe. Y no es fácil llegar a un equilibrio para que todo este embrollo llegue a gustar.

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