viernes, 12 de febrero de 2021

ABISMO (1977), de Peter Yates

 

El mar es un baúl lleno de secretos escondidos. En esta ocasión, quizá sea un secreto que nunca deba salir a la luz. Sin embargo, siempre hay turistas incautos, levemente aventureros que pueden toparse con un hilo que les dé por deshilvanar. Los piratas del océano estarán atentos y querrán saber qué es lo que hay ahí abajo. Seguro que no está tan enterrado por toneladas de agua y, si lo está, se hace lo que sea necesario para que el tesoro se quede en manos corrompidas. Al fin y al cabo, el agua es un medio hostil y ahí se pueden mover como peces en un barril. Siempre dando vueltas alrededor de su presa. En esta ocasión, habrá que retroceder a los días de la Segunda Guerra Mundial. Y, tal vez, sea una tarea ímproba para esa feliz pareja que sólo quería pasar unas placenteras vacaciones en el inmenso mar azul.

En la pareja, David es el impulsivo, el que es partidario de ir y cogerlo. No hay que pedir permiso a nadie para bucear y el mar es un ilimitado terciopelo de ahogamientos y sorpresas. Gail, por el contrario, es la voz de la razón. Es la conciencia y la moral casi inquebrantable de una princesa surgida de las profundidades. Más tarde, hay un tercero, uno de esos viejos lobos de mar que saben con certeza cuál es el valor de las cosas que se encuentran en el fondo. E, incluso, tiene un par de conocimientos sobre la contención del deseo y de la codicia. Treece puede ser un hombre valioso en según qué circunstancias. Sobre todo si entra en juego un villano como Henri Boundourant, un maldito asesino que se entromete en todo que pueda tener valor. Para terminar, aún hay un cuarto, un afortunado superviviente del naufragio que aún puede contarlo para que no haya duda de la locura es algo que también yace en el abismo.

Peter Yates dirigió esta película cuya mayor virtud, además de un argumento aventurero y bien llevado, es la fotografía submarina a través de la cual se mueven Nick Nolte, Jacqueline Bisset, Robert Shaw, Louis Gossett Jr., y Eli Wallach. Entre brazadas y cortinas inacabables de agua, Yates también se preocupa por la psicología de sus personajes y traza retratos muy precisos de sus motivaciones y deseos. Lo desconocido, la aventura, la pasión, la belleza, el infierno, la química y el testimonio del desierto de las olas conforman una película que, a ratos, llega a ser apasionante y, en todo momento, es entretenida. Tanto que parece que se ha hallado un tesoro sin intención de buscarlo.

Así que es el momento de ponerse el equipo de respiración y sumergirse en las profundidades. El destino también ha decidido aguantar un poco el aire y espera a los personajes tras la líquida sensación de la muerte. El suspense se oye, la intriga se nada, el asesinato acecha, las corrientes se contonean en busca de la siguiente trampa. Y cuidado, puede encontrarse lo que no se desea. El mar nunca da respuestas. Sólo las engulle.

2 comentarios:

carpet_wally@gmail.com dijo...

Recuerdo cuando vi esta película y comentar todas las sensaciones que me surgieron sería políticamente muy incorrecto.

Son cosas de la adolescencia, pero yo no tendría ni los 16 y las aventuras de Nolte, Shaw, Gossett o Walach con el tesoro me parecieron poco más que una distracción inoportuna. Yo me estaba enamorando de una hermosísima mujer de espectaculares ojos (no solo los ojos, para que nos vamos a engañar).

En fin, que si la reviso ya intentaré mirar que más cosas pasaban en la pantalla.

Siento un comentario tan poco cinéfilo.

Abrazos con la camiseta mojada...madre mía.

César Bardés dijo...

Pues te entiendo perfectamente porque, además, no es una mujer que se haya prodigado demasiado enseñando sus encantos y aquí es una de las películas en las que se mostraba realmente guapa (aunque la Bisset estaba guapa incluso de espaldas). Yo ya la pillé un poco más mayor y, aún así, pillé sensaciones parecidas a las tuyas. Sin embargo, la madurez un poco más allá de la temprano-adolescencia me permitió en su día apreciar que era una película de aventuras que no estaba nada mal, aunque siempre me pareció que el personaje de Robert Shaw parecía querer repetir su Quint de "Tiburón".
Abrazos desde el bote (con ella).