martes, 23 de febrero de 2021

¿QUÉ HICISTE EN LA GUERRA, PAPI? (1966), de Blake Edwards

 

Si el enemigo se rinde a cambio de celebrar una fiesta, bueno, pues el precio tampoco es tan alto. El único problema está en los reconocimientos aéreos que pasan por encima de ese pueblo en medio del campo italiano y hay que fingir que se están librando unos combates de aquí te espero. El ingenio mediterráneo y la capacidad norteamericana. Una combinación que, bien empleada, puede ser, incluso, divertida. Pero es que, además, envían a un observador. Esta gente del servicio de inteligencia no deja de dar la lata. Ahora hay que fingir que se matan cuerpo a cuerpo. Mientras tanto, los norteamericanos prueban lo agradable que es el carácter desenfadado de los italianos. Nada parece tener demasiada importancia y hacen de la improvisación, un arte. Nada tiene demasiado sentido en la guerra. No digamos si se trata de hacer que se está guerreando. Ya es para volverse locos. Alguno tendrá que vestirse de mujer para engañar al amigo, no al enemigo. El creativo teniente de ocupación deberá pensar un buen puñado de cosas delirantes para que nadie salga herido y el objetivo militar sea un hecho. No falta la belleza autóctona, que hace que cualquier ocurrencia imaginativa sea una razón más para conquistar el territorio. Y los alemanes también andan merodeando porque, claro, tienen que hacerse notar. ¿Qué hiciste en la guerra, papi? Pues me lo pasé de narices, hijo.

Blake Edwards puso en juego unas cuantas cargas de profundidad mientras realizaba una comedia absurda, pero hilarante. Imposible, pero imaginativa. Elegante, pero crítica. James Coburn, Dick Shawn, Sergio Fantoni, Giovanna Ralli y un tronchante Harry Morgan ponen en pie esta farsa que llega a arrancar unas cuantas carcajadas con unas situaciones brillantes, bien llevadas y siempre dentro del territorio casi surrealista de una guerra que no lo es. Y no tiene ningún reparo en pasar del jolgorio a la seriedad en cuanto aparecen los boches. Así, la sonrisa se puede quedar helada, pero no cabe duda de que es permanente porque, luego, vuelve a la levedad suave de la comedia bufa e inteligente. Quizá porque sabía a ciencia cierta que la risa es la mejor medicina contra la guerra.

Así que, sin pensárselo dos veces, hay que perderse en esas catacumbas romanas, hacer creer a todo el mundo que se lucha cuando, en realidad, se está preparando una algarabía gozosa, engañar al ser viviente que se atreva a pasar por ahí y, además, estar preparado para coger las armas porque viene el auténtico aguafiestas de la ocupación. Ah, por cierto, muy atentos a los diálogos, que vienen con doble y triple sentido. Pónganse cómodos, dejen que los uniformes se arruguen y disfruten con un poco de este divertimiento que, casi, llega a la excelencia. Todos los que la han visto se acuerdan de ella. Es como pasar por un pueblecito italiano lleno de simpatía y con deseos de paz. La memoria se resistirá a borrarlo de su almacén porque se lo está pasando de lujo.

2 comentarios:

carpet_wally@gmail.com dijo...

Es cierto lo que dices, si la has visto la recuerdas. Yo lo hice hace un porrón de años y no me vendría mal revisarla, porque recuerdo el divertimento, la alegría y el buen rato que me hizo pasar, pero no soy capaz de retener en la memoria más que las sensaciones de su disfrute...poco o nada, de sus diálogos, de sus ironías y de sus dobles o triples sentidos.

No la defines mal, es como pasar por un pueblecito italiano que se te queda en el corazón aunque no recuerdes a sus casas, sus edificios o sus gentes.

Yo desde luego recuerdo pasármelo en grande cuando la vi. Blake Edwards tenía esas cosas a veces Y lograba dar con la tecla de la comedia de forma perfecta. Incluso de la bufonada. lo malo es cuando tiraba de producción en serie (las secuelas de La pantera Rosa) y que salvo algún gag inspirado resultaban chistes casi de tebeo.

Abrazos sin simular

César Bardés dijo...

Es una película que hay que revisar de vez en cuando. Tiene mucha gracia y, además, destila esa clase que de vez en cuando ponía en juego Edwards, sin llegar a la simple astracanada que,como bien dices, tantas veces se vio en la saga de "La pantera rosa" (la primera, por ejemplo, me parece una película llena de clase, al igual que "El nuevo caso del inspector Clouseau").
En estos tiempos de desgracia, una película así debería ser obligatoria. Y no sólo Coburn está bien. Fantoni, como el oficial italiano, está maravilloso.
Abrazos cuerpo a cuerpo.