martes, 10 de diciembre de 2024

INTEMPERIE (2019), de Benito Zambrano

En las grietas de la tierra cicatera, se abren las carnes del polvo y de la miseria. En esa región sin ley, hay demasiados abusos con la excusa del hambre y de la desgracia. Por un lado, los capataces que han convertido los cortijos en feudos de su propia insania. Por otro, los explotados que sólo les queda el recurso de llenarse las manos de arena sucia y bajar la cabeza ante la continua humillación. Sin embargo, hay un elemento nuevo en el paisaje desolador. Es un individuo que pastorea con sus cabras y vive buscando agua en ese desierto de mapa y sentimientos. Tal vez luchó en una guerra en el lugar de algún señorito y ya sólo espera vivir toda su soledad en paz. Nadie puede decir que no vivió con valentía. Él ya cumplió y sobrevivió. Ahora sólo quiere cabras, perro, un plato, un poco de café y agua para abrevar y lavarse. No es mucho pedir. O quizá sí en una tierra que debería llamarse inhóspita.

Un niño débil e indefenso, pero con una decisión de adulto bregado, huye por las áridas dunas de la nada andaluza. Será perseguido por aquellos a los que no les interesa que ese niño crezca. Y el forastero, el pastor de cabras, tendrá que ser quien dé un par de lecciones sobre el silencio a los secuaces de la crueldad. El viento azota y el polvo pica y abrasa en los ojos. El agua es el bien más escaso y habrá un maldito inválido que tratará de engañar al chico con el cebo de la comida. Tal vez, en ese lugar hacia el que Dios no mira, no hay rumbo que tomar. Sólo se obliga a estar allí, soportando los rigores del sol y de la sequía, comiendo polvo y tragando pinchos, cazando algún cuervo para la cazuela de vez en cuando, dibujando las estrías de los ojos entornados intentando encontrar un motivo en el horizonte. En la intemperie, sólo espera la muerte.

Benito Zambrano articula una estupenda película que pasa por ser, sin ningún esfuerzo, un western ambientado en Andalucía. No cuesta ningún trabajo imaginar esta misma historia en algún desierto allende los mares, con Lee Marvin, o Clint Eastwood, o Gene Hackman, o Jack Nicholson, tragando el aire abrasador mezclado con el polvo sempiterno de un suelo que ya ha vuelto la espalda al ser humano. El resultado es una película dura, pero ciertamente absorbente, con una interpretación excepcional de Luis Tosar dando carne y profundidad a ese forastero al que conocen un poco, pero no saben muy bien de qué pie cojea y que lo dará todo con tal de defender a ese niño bañado en lágrimas, pero con empuje de bravura. La película es seca, cortante, no tiene demasiada piedad con el espectador, pero resulta valiente y acertada y, desgraciadamente, no ha tenido demasiada suerte en su paso por los cines. Puede que sea esa la vocación de la historia, pero, al menos, aquí, en estas páginas, tiene una inscripción algo larga para subrayar que merece bastante la pena. Ya he vaciado la escopeta.

 

No hay comentarios: