martes, 17 de diciembre de 2024

UN GOLPE CON ESTILO (2017), de Zach Braff

 

Ya está bien de tomar el pelo a la gente sólo por el hecho de tener una pila de años encima. Toda la vida trabajando para que el banco te cambie las condiciones de la hipoteca por el artículo 33 y, para más escarnio, el fondo de pensiones de la empresa que ha sido tu sustento se ha ido al garete. Esto no hay quien lo aguante. A no ser que se coja el problema por la cabeza y se le tumbe a punta de pistola. Atracar un banco es la solución. No es difícil. Los bancos están llenos de payasos trajeados que no hacen más que pasear su sentimiento de superioridad y dominio por encima de sus mesas impolutas mientras deciden a quién salvan y a quién condenan. No se preocupe. La notificación es amarilla. Preocúpese cuando llegue la roja. Endéudese y viva. Y, a menudo, los clientes que quieren un coche nuevo o una casa reluciente nos olvidamos de que, con deudas, no se vive demasiado. Ni para disfrute, ni para seguir respirando. Así que se trata de planear un robo bien hecho. Sin fisuras. Al menos, la experiencia no falta. El más joven no baja de setenta y cinco años…

A menudo, películas que son algo aparentemente rutinario se convierten en algo especial, alejado, desde luego, de la obra maestra, sólo porque dentro de ellas sobreviven unos cuantos actores que te despiertan tu lado más elegante y más sonriente con sólo una mirada. Este es el caso de una de ellas. Michael Caine, Morgan Freeman y Alan Arkin saben levantar entusiasmo sólo con una expresión. Y el resto da un poco igual. Aunque hay que reconocer que esta película tiene algún acierto narrativo como es el hecho de reconstruir el atraco en cuestión después, cuando los tres ancianos sospechosos son interrogados algo obsesivamente por el eficiente policía que no se resigna a ser un títere sin cabeza. Y aquí es donde se halla la sabiduría. Ves las escenas que esos tres actores comparten, su capacidad para sacar un chiste de una simple frase, su verdadera elegancia paseando años y piernas arrastrados por delante de la cámara y ya la película merece más la pena que la mayoría de productos estrenados desde hace unos cuantos años. Por supuesto, no está de más que haya alguna que otra cara conocida haciendo los coros de la historia como Ann Margret y Matt Dillon, pero estos tres tipos… no tienen comparación con ningún otro. Y eso es así.

Por otro lado, conviene no olvidar que la película es la segunda versión de otra cinta de 1979 dirigida por Martin Brest y con George Burns, Lee Strasberg y Art Cartney en la piel de estos viejos que se lían la manta a la cabeza. ¿Diferencias? Es más lenta, están más decrépitos y es más patética, aunque también tiene momentos francamente divertidos. No sé si es preferible. Creo que no.

Así que no se asusten por la suma de los años de los tres protagonistas. Son una escuela de interpretación, cada uno en su especialidad, destilando elegancia ajada, clase anticuada y estilo raído…pero, señores y señoras, yo les veo actuar y se me cae la baba. Quizá eso me convierta en uno de ellos, aunque lo dudo.

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