Sentirse Dios mientras
se ejerce como cirujano en un quirófano no deja de ser una tentación difícil de
vencer. Incluso la manipulación puede ser un arma para estos casos. Un
matrimonio perfecto, sin fisuras, cambia de la noche a la mañana desde el mismo
momento en el que ella debe pasar por la mesa de operaciones. Todo se trastoca,
todo se vuelve del revés. Lo que era blanco, ahora es rosa. Lo que era negro,
pasa a ser gris. Las actitudes son tan tremendamente ambiguas que no se
adivinan las intenciones porque pueden significar lo bueno y lo malo, lo bello
y lo siniestro, lo infernal y lo paradisíaco. La malicia se instala. El médico,
en las sombras, mueve los hilos de unas marionetas que no tienen dirección ni
sentido. Nadie entiende nada hasta que la representación está completada. No es
fácil vivir con ello. Prueben, a ver qué tal.
Los giros se suceden en
la historia. El complejo de divinidad se agudiza en el galeno y la verdad es
totalmente impredecible. Casi sería recomendable ver esta película dos veces.
Una por el suspense, bastante absorbente, que llega a desarrollar. Otra es por
esas interpretaciones que realizan Nicole Kidman, Alec Baldwin y Bill Pullman
acompañados de vacas sagradas como George C. Scott y Anne Bancroft. Son actores
y actrices que saben dar el matiz exacto en el momento adecuado y eso no es
abundante en los tiempos que corren. La película tiene sus errores, sin duda,
pero es capaz de agarrarte por las solapas y no dejar que la distracción se
instale en la atención. Tal vez porque no se sabe muy bien qué está pasando,
cuándo va a pasar y de qué modo. Creo que eso debería ser suficiente atractivo
como para estar muy alerta con las actitudes de la mujer y del médico. Bisturí,
por favor…
Harold Becker dirige
con mesura y con clara vocación hacia el cine más comercial. Lejos está aquel
cineasta que trató de impactar con la violencia brutal y descarnada de El campo de cebollas y que aquí
demuestra que se ha vuelto mucho más sutil, más misterioso, nada previsible,
nada prescindible. Su película no es redonda porque, en algún momento, se puede
escudar en la complicación de la trama para ocultar sus propios defectos, pero
el conjunto en más que aceptable, se pasa un buen rato, con buena gente entre
su elenco, con una dirección bastante precisa y con algo de confusión entre
miradas y gestos y diálogos y muertes…o no…lo mismo no hay ninguna.
Así que traten de hallar dónde se encuentra la malicia del entuerto, dónde hay que depositar la razón y la verdad de unas vidas que parecen ideales y que no se sustentan bajo su propio peso. Dios viene, interviene y sobreviene y es entonces cuando lo que parecía perfecto se vuelve pesadillesco. Cuidado con amar a ciegas. Cuidado con odiar sin razón. Cuidado con todo. Estamos demasiado expuestos a agresiones por todos lados porque, en el fondo, Dios y la vida son dos psicópatas que se han estado buscando por toda la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario