viernes, 20 de diciembre de 2024

SIEMPRE HACE BUEN TIEMPO (1955), de Gene Kelly y Stanley Donen

 

Quizá me esté haciendo viejo (es muy probable), pero la nostalgia también es parte de la Navidad así que he decidido despedir el blog hasta el miércoles 8 de enero con esta película que mezcla la risa con lo amargo. En cualquier caso, ya sabéis, los estrenos se seguirán publicando los jueves 26 de diciembre y 2 de enero. El ritmo habitual se retoma el 8 de enero. Mientras tanto, sed felices, alegres, recordad que lo que fuimos, lo somos, y que la Navidad no sea sólo un gastar sin sentido. Abrazos para todos.

Tres amigos vuelven de la guerra y quedan para verse dentro de diez años. En el mismo bar, ante el mismo camarero. Hasta dejan el dinero de sus copas guardado en una lámpara. No importa dónde estén o lo que haya sido de ellos, en diez años tienen una cita que no podrán eludir. En ese momento, piensan que la amistad lo puede todo, que los largos años de combate en ultramar han forjado una complicidad que no podrá acabar. Sin embargo, el tiempo es el gran asesino de todas las cosas. Los chicos se casan, se dedican a sus profesiones, tienen su vida y la amistad, esa misma que un día fue tan importante, ya ha pasado a un cuarto plano. Ya no hay tantas risas alrededor de un vaso de whisky. Ya no hay esas risas gamberras por cualquier tontería dicha con la lengua empalagada. Ya ni siquiera se recuerdan los brindis. Uno, el que más prometía, se ha convertido en un jugador de ventaja, desengañado de la vida, sin un puerto al que arribar. Otro es un publicista de cierto éxito que ha conseguido colocar sus creaciones en algunos lugares de cierta importancia. Todo aquello de ir a estudiar pintura a Europa se quedó en nada y está pasando por una crisis en su matrimonio. El último ha puesto un restaurante donde se sirve la mejor carne de Filadelfia y, en sus ratos libres, ha hecho hijos. Un chulo, un tonto y un paleto. No, las cosas ya no son igual.

Y eso es algo que ninguno hemos sabido asimilar. Creemos que aquellos amigos tan fieles y tan irrepetibles que un día tuvimos siempre estarían en nuestra misma sintonía. La vida, es verdad, tira en muchas direcciones y cada uno debemos construir nuestra trayectoria. Cuando nos volvemos a encontrar, creemos que no habrá silencios, que la naturalidad seguirá ahí, esperando que los viejos camaradas la recojan…y no es así. Habrá risas forzadas, vacíos, nadas decepcionantes, algún que otro momento de conexión eventual y basta. La amistad, esa que se vivió, se respiró y se disfrutó, se ha evaporado. Ya sólo queda despedirse con un saludo desvaído, salir de allí cuanto antes y volver a la miserable existencia de antes.

Stanley Donen y Gene Kelly cosecharon su primer gran fracaso con esta película. Dos factores clave contribuyeron a ello. El primero fue que ya estaban sintiéndose los síntomas del agotamiento del musical. El segundo fue su argumento gris, poco alegre, aunque hay instantes de verdadero gozo como el baile de Kelly sobre patines y la presencia impresionante de Cyd Charisse bailando mejor que cualquier otro, pero la gente salía triste del cine porque ese reencuentro de viejos amigos, en el fondo, todos lo habían vivido alguna vez. Por una vez, entre un repertorio de buenas canciones, con números de extraordinaria clase, con sonrisas y alguna que otra pelea, el musical contaba una historia de tristeza y de seguridad de que, con el tiempo, nada iba a volver a ser lo que era. Con el tiempo, ese gran asesino, lo hemos podido comprobar en muchos aspectos y en muchas ocasiones. Incluso con los amigos. Aquellos que vieron en ti algo especial cuando aún se conservaba la luz joven de tus ojos.

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