miércoles, 22 de octubre de 2008

YO CONFIESO (1953), de Alfred Hitchcock


Ir a buscar la paz allí donde crees que se encuentra puede que no sea más que un paso hacia el silencio. En tu vida, hay lluvias que no se pueden borrar y cosas que no han hecho más que empujarte a vivir de acuerdo con Dios. Por eso, cuando la tentación de ser mártir es algo más que un sueño de santidad, refrenas unos impulsos humanos, cortas en seco lo que te ata y te colocas en tu atalaya de hombre, allí mismo, donde nadie te puede reprochar que no has vivido, que no has sentido, que no has amado y, sobre todo, que no has defendido el silencio en el que crees.
Alfred Hitchcock dirigió esta película sabiendo que la polémica estaba servida ante el tan traído secretismo de la confesión. Un hombre escucha. Y otro se parapeta detrás de su silencio. Así no sólo tranquiliza su obsesión por ser cazado, sino que también, de alguna manera, se siente protegido por Dios. ¿Cabe el silencio obligado ante la injusticia? En lo alto de la escalinata un hombre orondo pasea su figura recortada ante el cielo gris que delata el rumbo tan difícil de tomar. Pero es que la dificultad es la especialidad de quien se tortura por callar. Por eso eligió ese estilo de vida tan alejado de los cánones habituales en los que nos movemos los demás. Escogió el camino más difícil para que, de alguna manera, pudiese seguir sintiendo que es un hombre. Y en este caso es cuando más lo demuestra. Rodeado de la oscuridad, de la intriga, de la traición y de sus creencias, la lección de humanidad consiste en resistir y en confiar en que, alguna vez, las nubes se disipen y otro ser con remordimientos le libere de una creencia que fue libertad y que ahora no hace más que atarle.
Montgomery Clift fue un gran actor. A pesar de todas sus inseguridades, de su vida disipada en las drogas y en una más que complicada asunción de su propia identidad sexual, hizo de la interpretación toda una confesión, una muestra de lo que puede guardar el alma que sabe dar cuando se le exige. Clift, un actor de corta filmografía, apenas 17 películas, nos dio una hoja de Biblia con cada una de ellas, delgada, fina, casi transparente, para que pudiéramos escribir nuestros sentimientos al ver su mirada que no dejaba de buscar en medio de una inseguridad que, en el fondo, era una impresionante certeza como actor. Su forma de interpretar nos hizo ver que, tal vez, al otro lado de la cortina de un cine, habrá siempre un hombre al que podríamos confesar terribles secretos con nuestras miradas apasionadas, divertidas, intrigadas, deseosas…
Nunca tuvo gran apreciación esta película de Hitchcock y Clift, pero en algún lugar de mi corazón se guarda, con llaves de sagrario, la verdad de las infinitas imitaciones que tuvo una película que no gustó a nadie. Puede que sea una mera contradicción bíblica…o el caprichoso destino de seres humanos que se guarecen tras el muro del silencio cómplice…


4 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
César Bardés dijo...

Pues no he tocado nada. Será que alguien me piratea el blog para que no haga sombras, puede ser. A ver si sale este comentario

Anónimo dijo...

Vaya lío que me estoy armando. El autor que suprimió la entrada anterior soy yo. A ver ahora si no meto más la pata. Sólo decía que a mí sí me gusta esta peli y mucho. La vi por primera vez siendo una adolescente. Me parece una peli que te implica tanto, que casi te hace sentir un personaje más de ella. Me encanta Montgomery Clift. Para mí uno de los mejores actores que ha dado el cine. Daba a sus personajes ese toque de amargura que tenia su rostro. Hay una peli suya que me encanta: " El Arbol de la Vida".
Un saludo y gracias por comentarla. Siempre me pareció que es una película algo olvidada.

César Bardés dijo...

Pues sí, Montgomery Clift era un actor maravilloso que tenía un rostro que dejaba traslucir un buen montón de pensamientos. Es fantástico su trabajo en "La heredera", por ejemplo, donde no deja de repetir que está enamorado de Olivia de Havilland y sin embargo intuimos a la perfección que hay algo falso en ese cuello engominado. En cuanto a "El árbol de la vida" fue una película con muchas dificultades porque en pleno rodaje fue cuando Clift tuvo el accidente que le destrozó la cara convirtiéndole en un actor totalmente diferente. Edward Dmytryk, el director, tuvo que completar la película como pudo con planos lejanos de dobles o en contraplanos para no descubrir que, en realidad, el actor principal estaba en el hospital con la mandíbula sujeta con unos alambres y la cara cambiada. Creo que, aunque la historia es ciertamente buena, la película se resiente mucho de las dificultades que tuvo. Gracias a ti por la aportación