martes, 16 de diciembre de 2008

COMO UN TORRENTE (1958), de Vincente Minnelli


Llegar al principio puede ser tan penoso como alcanzar el final. Vuelve un soldado que fue escritor. Regresa al lugar que le vio nacer, que le vio crecer y que, luego, le rechazó porque él mismo ya tenía muy poco que ofrecer allí donde se espera que hagas exactamente lo que tienes que hacer. Ya no sabe sobre qué escribir porque en algún lugar del camino se quedó todo lo que tenía que decir. Y su pueblo, su maldito pueblo no es más que un callejón sin salida donde nada está en orden. Su hermano le aborrece porque no quiere entrar ni en negocios, ni en componendas, ni en corteses reverencias a una sociedad perfectamente pulcra, aunque las cloacas siempre corran por debajo. La mujer que ama no le quiere porque cree que la tinta no está hecha de amor y él tiene un talento enterrado bajo algunas hojas de papel. Sólo cuenta con la amistad de un resabido jugador y con el amor incondicional de una mujer sin clase, sin atractivo, sin encanto…sólo tiene amor para dar. Sólo quiere tener la oportunidad de amarle. Y ella, sin embargo, conserva una luz, no muy brillante y de un tenue color rojo, pero muy resistente en esa multitud que sólo le ofrece la confortable seguridad de una penumbra que él no desea. Y él no quiere renunciar a ser. Sólo a ser. Sólo a tener el derecho de elegir. De elegir las palabras que puede poner en un papel. De elegir vivir el amor que late en su corazón deteriorado. Y cuando elige, todos los caminos confluirán en un cruce imposible, en un loco estúpido que sólo quiere cortar de raíz la felicidad que se le niega sencillamente porque ése no es el orden establecido. No es la satisfacción de su orgullo. Ese soldado asqueroso que se cree alguien le ha robado el sentir a una mujer que, por clase y torpeza, le pertenece a él aunque sólo sea para pasar un fugaz rato de placer olvidable. El drama estallará. La felicidad se pondrá en fuga para no volver y la violencia se instalará con la fuerza de un torrente descontrolado porque el destino no quiere jugar esta partida.
Basada en la excepcional novela de James Jones, “Como un torrente” fue dirigida con mano maestra por Vincente Minnelli y, con ella, construyó un mosaico hecho con luces de neón, con fracaso y derrota, porque todos pierden, con la vida descolocada de unos personajes sobre los que planea siempre el interrogante de lo provisional y eso, lo provisional, no es más que una burla, un engaño, un esquivar temporal a una bala que al final llegará a su diana. Para ello, Minnelli no dudó en dibujar un mundo de miserias y frustración poblado por Frank Sinatra en uno de sus mejores papeles dramáticos; Dean Martin, deliciosamente burlón y lleno de amistad; una exquisitamente vulgar Shirley McLaine; un aborrecible y siempre estupendo Arthur Kennedy…y un público cómplice que, mientras ve la película, se convierte en enemigo del torrente que pasa con la fuerza de lo que ya está escrito para conducirnos a la decepción que tanto daño nos hace cada día de nuestras vidas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto sí que ha sido una sorpresa. Hace poquitos días volví a ver esta peli. Siempre me enamora. Yo creo que es de las mejores interpretaciones de Shirley McLaine. Un personaje lleno de ternura, de tantísimo amor para dar. Clase no tiene, de acuerdo... pero atractivo y encanto todo el del mundo. Y la peli tiene esos colores rojos tan bonitos y en algunos momentos tan drámaticos que solía usar Minelli, verdad?. Preciosa. Tu, como siempre, vas más allá y estrujas cada personalidad sacándoles todo su jugo.
Gema

César Bardés dijo...

Shirley McLaine está inmensa, aunque todos están perfectos. Me gusta mucho Minnelli cuando se aleja de manierismos y hace películas duras, muy lejos de lo cursi en lo que a veces cae. Además de "Como un torrente", me gustan mucho de él "Cautivos del mal", "Dos semanas en otra ciudad" o esa comedia plena de sofisticación y encanto que es "Mi desconfiada esposa". Sus musicales, casi todos aunque hay un par de excepciones, me parecen maestros. Y es verdad, con Minnelli hay que reconocer que, enseguida que ves una foto de una película suya lo primero que dices es "Es una película de Minnelli" por esos rojos tan contrastados que usaba siempre y que hacen pensar que Minnelli era un color.
Gracias por decirme algo tan bonito como que estrujo la personalidad de los caracteres de esta película. A veces, uno no está tan certero.

Anónimo dijo...

Uf.. los musicales de Minelli. Gigi, me encanta y Un Americano en Paris, con esa maravillosa música de Gerswing que sé que a ti también te gusta tanto. Y luego están dos pelis que me encantan de él. "Castillos en la Arena", con la preciosa canción The Shadow of your Smile, a la que rendí mi particular homenaje copiando parte de su título para una aventura que emprendí y ya cerré. Y "Con El Llegó el Escándalo", con una pareja que de grandes como son Mitchum y la Parker. Era muy grande Minelli, sí.
Gema

César Bardés dijo...

"Un americano en París", me parece una de las cumbres del musical aparte de ese compendio de temas de Gershwin que me dejan con los pelos como escarpias. "Gigi" no me gusta tanto aunque comprendo que tenga una aceptación general. Y "Castillos en la arena" me parece estupenda, con un Burton reprimido y una Taylor deshinibida y ese maravilloso guión de Dalton Trumbo. Es una pena que cerraras tu aventura, que lo sepas. "Con él llegó el escándalo" está bien, aunque sí que me parece que Mitchum está enorme, no es de los Minnellis que me encantan pero está bien. Creo que Minnelli tampoco supo evolucionar muy bien con los tiempos y sus últimas películas son ejemplos preclaros de un cine cansado, con historias inapropiadas ("Nina", con Ingrid Bergman y su hija me parece simplemente terrible) y sin saber qué teclas tocar para poder llegar. Pero no cabe duda de que Minnelli era un esteta en la corte del rey color. Un muy buen director.