El encanto de esta película no reside en el arte de un director como Arthur Hiller que, aunque tuvo sus más y sus menos, no dejaba de ser algo rutinario (a pesar de dirigir ese gran éxito que fue Love story y de que sus películas más afortunadas sean dos perfectas desconocidas como El expreso de Chicago, con Gene Wilder y ¡Autor, autor!, con un inusualmente divertido Al Pacino). Aquí hay que dejarse llevar por el maravilloso guión de ese maestro del arte de hacer reír con el humor inteligente que es Neil Simon. Autor de maravillosas comedias representadas por todo el mundo como La extraña pareja, Descalzos por el parque, La chica del adiós, Perdidos en Yonkers, Mi querida familia, Desventuras de un recluta inocente, Destino: Broadway y la emparentada muy de cerca con ésta que hoy nos ocupa, El prisionero de la segunda avenida, el humor de Simon es una visión, si se quiere, optimista de nuestros estilos de vida, engullidos por un ritmo que somos incapaces de seguir por mucho que nos neguemos a asumirlo. Podríamos decir que Neil Simon es el reverso cómico de las obsesiones particulares de otro escritor de los grandes, Arthur Miller. Y el caso es que dentro de las tenues sonrisas que nos propone, de los grandes golpes proporcionados por sus brillantes frases, Neil Simon nos hace pensar…Y pensar con los ojos entornados porque, entre risa y risa, buscamos dónde hemos fallado.
En este caso, el fallo no es posible teniendo a uno de los grandes aliados de Simon como era Jack Lemmon, el hombre que hacía que un rostro normal, uno de tantos que vemos por la calle, se convirtiera en todo un lienzo de pensamientos expresados, de dramáticas recreaciones y, como en este caso, de rabioso humor, rebosante de mala leche hacia ese enorme monstruo que hemos creado y en el que, a menudo, podemos encontrar en las grandes ciudades.
En sí, el argumento de la película es muy simple. Neil Simon agarra por el cuello múltiples sensaciones en las que se puede ver un forastero en la gran ciudad y hace que en sus propias carnes experimente lo que es la continua Ley de Murphy elevada al máximo exponente. Eso que tantas veces puede pasarnos pero que, lejos de rebelarnos, hace que nos aclimatemos, que nos integremos, que seamos un par de zapatos que golpean de forma algo nerviosa la acera de nuestro caminar…
En la pluma brillante de Neil Simon, esas “rutinarias” sensaciones se convierten en una ácida crítica, en una sucesión de chistes imposibles pero desgraciadamente creíbles, en una conversión del gris del cemento abrumador en una jungla en la que la suerte juega activamente en unos acontecimientos que son imprevisibles por mucho que nos empeñemos en mantener nuestras vidas controladas.
Así pues, dentro de un estado de guerra que ni siguiera somos capaces de percibir, es el momento de sonreír ante las cosas que hemos asimilado como normales y, vistas con la frialdad propia de un escritor lúcido, son espantosas si sabemos mirarlas como lo que somos: espectadores del ridículo circo en el que se ha convertido nuestra perfecta “anormalidad”. Y es que estamos hartos…pero no nos atrevemos a gritarlo en plena calle…
15 comentarios:
No recuerdo haber visto esta peli. Si he visto su pseudoremake "Forasteros en Nueva York" con Steve Martin y Goldie Hawn. Y allá vamos con la transversal...o con varias.
Neil Simon efectivamente escribió los guiones de algunas buenas comedías como las que has nombrado, al investigar un poco he encontrado que fue el guionista de otra de mis comedias preferidas: "Un cadaver a los postres", verdadera delicia loca y algo surrealista sobre las historias de los grandes detectives, última aparición del gran Truman Capote, y un reparto excepcional ; Sellers, Niven, Falk, Alec Guinnes...Y también de otra de las más interesantes, mordaces e inteligentes comedias de finales de los 70 “California suite”, iluminada de nuevo por un reparto excepcional entre los que destacaba una vez más el inconmensurable Caine. Especialmente brillante el episodio de los premios Oscar con Caine y Maggie Smith (Oscar por este papel).
El tema de estar fuera de sitio, en el lugar equivocado o como pez fuera del agua da para mucho desde comedias como la que propones hasta tremendos dramas, desde cuentos infantiles como “Ratón de campo, ratón de ciudad” hasta sesudos estudios sobre el desarraigo. En la comedia además se utiliza el recurso de poner al protagonista en continuos aprietos, en un sádico ejercicio de tortura que busca nuestra risa (¿al fin y al cabo no nos carcajeamos cuando alguien se resbala con una piel de plátano?). Es difícil conseguir que el desconcierto del que se encuentra torpe en un mundo hostil para él, pero que para nosotros es absolutamente cercano, nos resulte divertido. Lo han conseguido algunas grandes comedias, quizá “El guateque” de Blake Edwards sea la mejor de todas, también lo consiguió Scorsese con “Jo, que noche”, pero es difícil alcanzar la medida. Hay casos en que la solución pasa por confiar en el histrionismo de los actores protagonistas, Steve Martín y Goldie Hawn en el caso del remake que comentaba, pero generalmente eso esconde la falta de capacidad para dar matiz al tema. Hasta en España se ha buscado la gracia del asunto con infelices y casposos resultados “La ciudad no es para mi” de Lazaga y el infumable Martínez Soria.
Y para terminar de transversales, Steve Martin, qué desperdicio. Sinceramente creo que podría ser mejor actor, “Gran Canyon” es casi un ejemplo.
Perdón por salirme del tiesto. Carpet.
Nota : Tengo pendiente una respuesta al magnifico post de “Perros de paja” pero un problemilla me ha impedido hacerlo hasta ahora.
Yo creo que lo mejor de "Forasteros en Nueva York" no es Steve Martin, ni Goldie Hawn, sino esa breve aparición que hace John Cleese.
En cuanto a Simon, efectivamente, ahí tienes "Un cadáver a los postres", intento de parodiar todos los géneros detectivescos posibles y, por supuesto, "California Suite" en la que, además de a los que nombres, yo destacaría al tronchante Walter Matthau con una mujer muerta en la cama mientras llega su esposa, Elaine May de sorpresa.
Es evidente que los espectadores de cine somos "voyeurs" no exentos de cierta crueldad y que, efectivamente, nos partimos de risa si vemos a alguien caerse en plena calle de un modo un tanto ridículo. Me avergüenzo siempre de recordar cómo salí de la estación de tren de Innsbruck y pasó por delante de mí un invidente con cierta prisa y con su bastón anunciando su presencia. La cadencia de su movimiento no fue lo bastante buena y se pegó de morros contra una señal de tráfico. Fui a ayudarle pero, sí, me reí como un auténtico gilipollas.
Uno de los grandes valores de esta película está en Jack Lemmon que sabe dar la medida exacta de un personaje que, más que no creer lo que le está pasando, se esboza como un tipo que está absolutamente harto de lo que le pasa y la risa está ahí porque sabemos que a la vuelta de la esquina seguro que le espera un cubo de agua en la cabeza o un taxi salpicándole de barro. Y, como recompensa, veremos su rostro que se coloca medio entre la desesperación e, incluso, el fracaso.
Por cierto, qué gran película "Grand Canyon", tengo ganas de hablar sobre ella pero también sé que tengo que tener el estado de ánimo adecuado. Prometo intentarlo.
Bueno pues a mí que tengo algo de tiempo hoy me gustaría dedicarle unos minutos al tio Jack. Nunca me perdonaré el día en que al entrar en el extinto chat de terra tecleé el nic "dexter" cuando mi intención era teclear "baxter" y así homenajear al protagonista de El apartamento. Un lapsus imperdonable. Al menos ahora sé que aunque sea de rebote estoy homenajeando a diario al CK Dexter Haven de Historias de Filadelfia o al gran Dexter Gordon, lo cual no deja de estar del todo mal.
Quizá Jack Lemmon sea junto a James Stewart el actor que mejor ha sabido encarnar los valores del americano medio, el primero en la era Roosvelt gracias a las películas de Capra, el segundo en la época posterior.Lemmon lo hizo tanto en comedia como en drama. Y lo hizo de maravilla en pelis como El apartamento donde más que un personaje es un ícono. De hecho es uno de mis principales referentes en mi nueva vida de soltero - aunque yo utilizo una escurridera para quitar el agua de los spaguetti. Y también en la fallida Préstame a tu marido (en el original con el más que elocuente título de "Sam, el buen vecino") o en la mismisima "La extraña pareja". Pero también consiguió transmitirnos esta imagen en el drama, en títulos como "El prisionero de la 5 Avenida", "Salvad al tigre" - su único Oscar como actor principal, algo inaudito- o en la soberbia "Desaparecido". Si no me equivoco, su personaje en el film de Gavras ofrece al principio un perfil de republicano medio que se traga a pies juntillas todo lo que le cuenta su gobierno a través de los telediarios. Desgraciadamente, pronto se le presenta la oportunidad de descubrir que no es oro todo lo que reluce.
El gran Jack. No nos olvidemos de ese papelón, absolutamente imprescindible, que hace en "Días de vino y rosas", de Blake Edwards. Billy Wilder decía que "La felicidad es trabajar con Jack Lemmon" y cuentan que fue un hombre de un equilibrio pasmoso, licenciado "cum laude" en Literatura por Harvard y consumado pianista (tanto es así que se pagó los estudios tocando en un club de jazz por las noches). Sin duda, su papel de "Salvad al tigre", una socorrida súplica a favor del americano medio, es uno de sus puntos álgidos, aunque quizá no sea una película llevada del todo bien. Tampoco me cabe ninguna duda que su papel en "El apartamento"...bueno, creo que es el papel de su vida. Ahí Jack Lemmon consigue un extraordinario registro pues pasa de la comedia al drama con una facilidad que uno se queda anonadado. Y no, no le dieron el Oscar. Bien es verdad que aquel año tenía como rival a un enorme y gigantesco Burt Lancaster que realiza otro papel inolvidable en "El fuego y la palabra" y que se llevó el gato al agua. Teniendo en cuenta que sus otros rivales eran Trevor Howard por "Hijos y amantes"; Laurence Olivier por "El animador" y otro legendario Spencer Tracy por "La herencia del viento" hay que reconocer que la competencia era dura de la leche. Lo que sí fue un robo fue la concesión del Oscar a la mejor actriz a Elizabeth Taylor por "Una mujer marcada" cuando la indiscutible interpretación de aquel año fue la de Shirley McLaine en "El apartamento". De hecho, parece ser que Wilder, días después de la ceremonia le mandó un telegrama a McLaine diciendo: "Queremos que sepas que todos los que hemos hecho la película creemos que eres la mejor actriz del año...aunque no hayas estado enferma" porque la Taylor acababa de salir de una grave enfermedad y se dice por ahí que Hollywood le quiso rendir un homenaje por tal motivo.
Bueno, que me voy por los cerros de Manhattan. Que Lemmon era un actor para quitarse el sombrero.
Dicho queda.
Lemmon tiene algunos papeles impresionantes, el de Baxter-Dexter es mítico. Tenía la capacidad de mover a la risa con su gesto de sobrepasado por los acontecimientos, pero también era capaz, como en Missing, de hacernos sentir la angustia de un padre que se da cuenta que no va a volver a ver a su hijo.
Hay otro par de papeles que me gustaria comentar, tres si contamos esa primera aparición, secundaria pero robaescenas, de "Escala en Hawai".
Uno es el hermano caprichocso, cínico y travieso encantador de Kim Novak en "me enamoré de una bruja". Y otro el Piernodoyuna absoluto en ese desmadre de dibujos animados que fue "La carrera del siglo", para mi una de las más divertidas películas de Blake Edwards.
Y claro, dejo para otros hablar de cuando Hildy fue hombre, o cuando los dias eran de vino y rosas, o que paso entre su madre y la de ella...etc.
¡¡Que grande Lemmon!!
Carpet.
Destaquemos un poco los papeles de su madurez. Ahí está ese abuelo casi fugitivo, cobarde por naturaleza, que abandona antes de luchar en "Vidas cruzadas", de Robert Altman; o el papel del perdedor, del hombre que un día supo vender y ya está envuelto en el declive terrible que supone el fracaso en "Glengarry Glen Ross". Me gustó mucho en una peliculita que no tuvo mucha repercusión junto a Ted Danson titulada "Papi", en el papel de un anciano excéntrico que hace la vida imposible a su hijo. Y también quisiera destacar una película tremendamente olvidada pero profundamente hermosa que se tituló "Así es la vida", en la interpretaba a un hombre que salía de un grave infarto y se daba cuenta de muchas cosas que le rodeaban y que hasta ese momento no había caído en ellas. Actuando junto a Julie Andrews y otra vez con Blake Edwards en la dirección.
Kevin Spacey actuó junto a él en un exitazo teatral: "Larga jornada hacia la noche" y se hicieron grandes amigos. Spacey (en una versión refrendada por Tony Curtis, su compañero en esa perogrullada que se nos ha olvidado a todos y que es "Con faldas y a lo loco") decía que antes de salir a escena o de hacer una toma, Jack Lemmon murmuraba para sí mismo: "Es la hora de la magia" (It´s time for magic). Hay que reconocer que este tipo nos regaló muchas, muchas horas de magia.
Yo me quedo con el Lemmon de " El apartamento", "Días de vino y rosas" y "Missing". Tres papeles drámaticos porque a mí me gusta el Lemmon dramático mucho más que el cómico. Creo que sus papeles cómicos son todos iguales. El mismo tipo de muecas. Sin embargo sus papeles dramáticos son muy intensos, me trasmiten mucho. Me emociona.
Gema
No olvidemos que en "El apartamento" hay momentos en los que Lemmon toca el género cómico con absoluta maestría. Pero, no obstante, tienes cierta razón de que era un actor (como todos los grandes actores) que si no había un director para sujetarle podía llegar con facilidad al exceso. Creo que en "La extraña pareja" hace un excelente Félix Ungar y que siempre que trabajaba con Billy Wilder, el gran maestro sabía exactamente lo que quería de él. También no dejas de tener razón en que era un hombre con una innata capacidad para emocionar, había algo en él que lo hacía muy, muy cercano y tengo que destacar la película ésta de "Los encantos de la gran ciudad" y "El prisionero de la segunda avenida" en las que se raya como a cualquiera de nosotros nos puede pasar en algún día en que todo sale torcido. Lo mejor de él es que si hacía de tipo que se raya nos parecía que era un rayamiento parecido al que pudiéramos tener los demás. No sé, en cualquier caso, era un actor impresionante, muy bueno.
A los pocos minutos de haber oído en la radio la noticia de la muerte de Jack Lemmon me descubrí llorando a moco tendido y con una enorme sensación de vacío. Mas tarde, tuve una sensación rara y cierto remordimiento al tener que reconocer que había llorado por Lemmon lo que quizá no había llorado por otros conocidos o incluso parientes ya desaparecidos.
Antes también me acordé de esa película que citas, Así es la vida. Me llamo la atención la enorme química que había entre Lemmon y la Andrews. Una película preciosa.
A mi me conmueve el Lemmon dramático, pero el Lemmon cómico me aporta un aire no sé si llamar familar. Con faldas y a lo loco no hubiese sido la misma sin las caras y las muecas de tío Jack.
Uy, Dexter, si te contara las veces que se me ha resbalado una lágrima cuando alguien del cine se nos ha ido. Con Jack Lemmon, con Billy Wilder, con Stanley Kubrick, con Marlon Brando (y eso que estos dos últimos no me parecían grandes personas), con Gregory Peck...
Me alegra de que te acuerdes de una película como "Así es la vida", una película preciosa y que me emocionó mucho cuando la vi. Eres de los pocos que la ha visto. Yo creo, en cualquier caso, que Lemmon era un actor completo, capaz de conmover en un drama y de arrancarte una sonrisa, quizá incluso algo congelada, en una comedia. Eso define a los grandes.
Bueno, yo no suelo ser de lágrima fácil. Recuerdo haber llorado por Lemmon, Wilder,James Stewart y Katharine Hepburn. Y la sensación de vacío me asaltó cuando perdimos a James Stewart, Robert Mitchum, Fernán Gómez o Paul Newman. Supongo que forman parte de nuestra vida y que hemos pasado tan buenos momentos con ellos que es inevitable.
Yo es que con Stanley Kubrick jamás se me hubiera ocurrido ir a tomar un café. Con todos los que te he nombrado sí.
No, no, no me entiendas mal. Yo tampoco hubiera ido a tomar un café con Stanley Kubrick y tampoco con Marlon Brando, pero como tú bien dices, el cine nos ha aportado muchas cosas y estos dos (que digo estos dos como podrían haber sido otros dos cualquiera) aportaron mucho al cine y, por ende a nosotros. Mis lágrimas no son de cercanía, son lágrimas por la pérdida de algo que, sin él, me resultaría francamente insoportable vivir y me refiero al arte. Perdona si no me he explicado bien.
No, no, te has explicado perfectamente. Lo del café con Kubrick lo dije en plan irónico. Una cosa es que admires a alguien como artista y otra que te motive como persona. Y a mi Kubrick como persona no me motiva nada. Es más, creo que tenía una personalidad fascinante y que por descontado sabía un huevo de cine. A priori una conversación con Kubrick hubiese podido ser de lo más interesante. Lo que pasa es que el tío debía ser mas raro que un perro a cuadros. Supongo que mi café con don Stanley hubiese resultado de lo más aburrido.
Bueno, por lo que sé, estoy seguro que Kubrick te hubiera hablado de ajedrez, de objetivos de cámara y de literatura. Por supuesto, era extraordinariamente inteligente aunque monomaníaco y bastante humillante. De todas formas, te diré algo, la mayor parte de los grandes directores muy normales no eran. John Ford en lugar de café hubiera bebido whisky a raudales, se hubiera mordido un pañuelo que tenía en la mano y hubiera oscilado desde la locuacidad hasta ignorarte por completo. Billy Wilder te hubiera salpicado con ácido en toda la conversación y no hubieras sabido decir si te caía bien o mal. Alfred Hitchcock te hubiera aburrido, probablemente. Joe Mankiewicz hubiera acabado por enfadarse contigo. John Huston te hubiera despachado con cajas destempladas si no hubieses sabido ni papa de caballos. Orson Welles te hubiera dedicado unos cuantos exabruptos si le hubieras preguntado por "Ciudadano Kane". Luchino Visconti te habría tratado con cierto desprecio...En fin, era una serie de gente genial y como genial que era probablemente también tenían unos egos y unas manías del tamaño de su genio. Quizá por eso no me iría a tomar café con ninguno de ellos.
Yo sí me habría ido.
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