lunes, 15 de febrero de 2010

EL HOMBRE TRANQUILO (1952), de John Ford


Un beso bajo el abrazo del viento mientras el orgullo languidece en medio de la estupidez. Un buen puñado de vecinos que se entienden y se ayudan pero no se perderían por nada del mundo una buena pelea. Cuando estás en la tierra que amas y que acunó tu inocencia es, quizá, donde encuentras la paz de espíritu necesaria para que tus miedos queden relegados a una buena pinta de cerveza. Una dote que sirve de excusa al amor propio y de revulsivo para aclarar cuánto te quiere el hombre que te ha de cuidar. Homérico. Una cama destrozada que hace pensar en una noche de pasión y desenfreno cuando lo que ha habido es un abismo de incomprensión por parte de los dos. La ternura y la nostalgia disfrazadas de puños cuando se tiene el corazón tan destrozado que se es incapaz de pelear. Hombres tranquilos para blancas mañanas. Días de cortejo con carabina...y tardes de flores con los cascos de un caballo poniendo su música en oídos que se quieren.Tal vez "El hombre tranquilo", de John Ford, sea una de esas películas que hacen que la sonrisa no se caiga de la boca. Y que respiremos el aire húmedo de las verdes praderas de Irlanda. Y que contemos la emoción mientras se hace una carrera de caballos en los aledaños de una playa para hacer que un pañuelo de mujer sea el honor de un triunfo...Triunfo, qué palabra más extraña y pasajera...de valor tan relativo como el fracaso, de semántica tan escurridiza como la decepción...Un hombre derrotado vuelve al lugar que le vio nacer porque él recuerda qué boca tan profunda tiene el horizonte allí donde el cielo es el paladar sobre la lengua de la tierra y ella, con su pelo tan rojo como el atardecer, ocupa todo lo que quieres ver, todo lo que quieres sentir, todo lo que quieres guardar, todo lo que quieres soñar...Rojo atardecer cogido con las manos para besar las nubes de sus labios...Tormenta para un abrazo viril, edén de la ilusión que hace que olvides que una vez mataste a alguien y que, probablemente, te dejaste manejar por el dinero y el interés alrededor de un cuadrilátero.Mientras, el fuego crepita para decirte que en tu casa falta una mujer que te quiera y que el orden femenino es irremplazable cuando ellas tienen conciencia de que lo mejor es aquello que las ama. Quizá sea una de esas historias que cuentan que menos orgullo y más amor, que menos compasión y más orgullo, que menos atarse al pasado y más arrastrarse por el futuro en cuya promesa puede que encontremos la felicidad a ráfagas, pez que siempre se escapa cuando muerde el anzuelo y ha sido ansiado en un río de ilusión con suelo de búsqueda.El secreto del pasado es la excusa de la confabulación para intentar que ganes tu parcela de cielo en la vida encapotada. Tal vez, por eso, John Ford era capaz de contarnos una historia en la que nos gustaría estar dentro, pasearnos por las calles de Innisfree y asistir a las excentricidades autóctonas de una aldea de locos maravillosos que se partirían los brazos si con eso te ayudaran...Señor Ford...Jack...¿cómo podría darte las gracias por un millón de momentos inolvidables?...

4 comentarios:

Unknown dijo...

Sin palabras. Ya están todas escritas en el artículo. Excelente como siempre.

Precisamente Ford demuestra en esta película ese arte inconmensurable que tiene de socarronería, de insinuar cosas donde no las hay y de enseñar con una leve sugerencia en un plano de corta duración, mas de lo que otros cineastas mostrarán en toda su filmografía.

Una de las películas de mi vida, de esas que tienen "algo especial", y que hacen que el disco duro de mi memoria y la válvula de mi corazón se muevan en total sincronía.

Sentarme a ver esta joya del maestro es ausentarme de mi vida durante 130 minutos.

Varias elementos quedaron grabados a fuego en mi cabeza... La camisa de Wayne mojándose poco a poco... El sofá frente al fuego donde vi una de las escenas mas tiernas... El carro lleno de paja de la pelea... Las monedas que se tiran con violencia en el mostrador... La mirada de Wayne en un ring de boxeo enseñado de la manera mas expresionista (a la manera alemana) de Ford. Etc... etc... etc... etc..

Una maravilla llena por todo su metraje de detalles maravillosos.

Gracias por alegrarme la noche con este excelente artículo.

César Bardés dijo...

Gracias a ti, Chus, por acompañar esos momentos inolvidables que nos dejó el maestro. En esta película, hecha de instantes eternos, podemos elegir cualquier escena que queda grabada en verde y gris en nuestra memoria. Cualquiera de las que tu nombras, desde luego, pero también la enorme secuencia de la pelea entre Wayne y McLaglen, la noche de bodas no consumada, el personaje maravilloso de Barry Fitzgerald, el ambiente en la taberna, la carrera de caballos (dirigida por Wayne pues esos días Ford se quedó en cama enfermo), la compra de "Blanca Mañana", el descubrimiento de la identidad de Wayne por parte de Fitzgerald...¿cómo podríamos dar las gracias por un millón de momentos inolvidables?
Gracias de nuevo y aún más por compartir un poco de tu "algo especial".

Susanak dijo...

¿Se puede describir mejor esa maravillosa película?

César Bardés dijo...

Seguro que sí. Pero gracias