El cielo se abrió y el sol brilló tanto que todo sobre la Tierra fue quemado. La sombra del hombre ardió porque ése era el destino que había labrado con el fertilizante de la sangre y de la muerte. Abrasadas quedaron las ideas que primero fueron tinta. No hay esperanzas para los débiles. Sólo filos tajantes segando vidas para proteger lo que un día pudimos llamar fe.
Por los caminos, un hombre anda con paso seguro en posesión de la verdad. En su oído resuenan los cantos de los pájaros que un día fueron música de los campos. En su olfato, puede ver las trampas de la crueldad. No le pongas la mano encima porque podrías perderla. Sus pies le llevan por el valle de las sombras porque nada le falta. Ve allí donde los demás no pueden ver. Cree allí donde los demás no pueden creer. Mata allí donde los demás son discípulos de la soberbia, de la aniquilación, de la nada. Y él, fascinante y terrible, como la cólera de Dios, es todo.
Sus páginas son carne y su fe, ciega. Algo divino le guarda y le guía. Es luz en un mundo que se consume en la oscuridad. Una especie de aura mítica le rodea cuando encara su largo peregrinaje. Sabe que, aunque ya sólo resta el vacío y la matanza, aún hay alguna palabra de valor, algún sentimiento que transmitir, pobres frases de muchas preguntas y pocas respuestas. Y su carretera está empedrada de agujeros sobresalientes hechos con un alfiler de sabiduría. Tiene que llegar porque al final siempre habrá un libro que perdurará, con el que se puede estar de acuerdo o no, pero que contiene la fábula del amor, el poder del perdón, el simulacro de crear y la oculta razón del destruir.
Ese caminante que dispara flechas de salvación para clavarlas en minúsculos puntos de esperanza extraviada, se mueve entre escenas de acción bien vistas y resueltas con precisión, con rostros perfectos para misterios que envuelven, con homenajes a un japonés que se llamó Akira Kurosawa o a un italiano que sostenía el improbable nombre de Sergio Leone, o a ese francés de apellido de pastel, Truffaut. Miradas perdidas en velos blanquecinos de memoria envidiable. El arrasar acecha bajo el histrión que no sabe ni cojear pero el carisma lo arrolla todo, se introduce en el curioso interior de los que ven y las cuestiones brotan como flores que no existen en la fealdad de un mundo que supo acabar consigo mismo.
Y uno queda maravillado de una pelea a contraluz, como si fueran sombras decididas a entablar una coreografía de plano único y danza de sangre. O se deja arrastrar por el personaje fascinante que te lleva siempre al Oeste, punto final y de inicio, término del saber y principio del soñar. Fe y agua. Intento y certeza. Llorar sin lágrimas por la cautividad torturada de quien deja de creer incluso en la humanidad. Tristeza sin compasión. Sigue tu camino, sigue tu camino.
El nombre de Dios en arameo nos da la clave de un sacrificio. Derramarse por ayudar a los demás. Un dictado de palabras que no se deberían olvidar aunque no todas sean la única verdad. Son caricias en el alma. Son una débil llama en la tiniebla. Son grandes aventuras para los que quieren sólo leer. Son oraciones juntadas para quien necesita los consuelos de la supervivencia. Hay que concebir lo imposible para que todas las piezas encajen con la infalibilidad de un héroe que se dirige a un destino que también es su misión. El precio es el morir. La recompensa es la coherencia en el mismo uso de lo prohibido. Abrir los ojos es propio de los hombres. Y hay que mirar más de dos veces lo que constituye una sorpresa. El tesoro es encontrar lo que sacia la sed física y espiritual. Y nada puede parar al hombre que quiere conocer para vivir. Aquél otro que quiere conocer para dominar sólo podrá ser prisionero del caos. La sombra quemada del creer tendrá la piel del que todo lo sabe.
Sus páginas son carne y su fe, ciega. Algo divino le guarda y le guía. Es luz en un mundo que se consume en la oscuridad. Una especie de aura mítica le rodea cuando encara su largo peregrinaje. Sabe que, aunque ya sólo resta el vacío y la matanza, aún hay alguna palabra de valor, algún sentimiento que transmitir, pobres frases de muchas preguntas y pocas respuestas. Y su carretera está empedrada de agujeros sobresalientes hechos con un alfiler de sabiduría. Tiene que llegar porque al final siempre habrá un libro que perdurará, con el que se puede estar de acuerdo o no, pero que contiene la fábula del amor, el poder del perdón, el simulacro de crear y la oculta razón del destruir.
Ese caminante que dispara flechas de salvación para clavarlas en minúsculos puntos de esperanza extraviada, se mueve entre escenas de acción bien vistas y resueltas con precisión, con rostros perfectos para misterios que envuelven, con homenajes a un japonés que se llamó Akira Kurosawa o a un italiano que sostenía el improbable nombre de Sergio Leone, o a ese francés de apellido de pastel, Truffaut. Miradas perdidas en velos blanquecinos de memoria envidiable. El arrasar acecha bajo el histrión que no sabe ni cojear pero el carisma lo arrolla todo, se introduce en el curioso interior de los que ven y las cuestiones brotan como flores que no existen en la fealdad de un mundo que supo acabar consigo mismo.
Y uno queda maravillado de una pelea a contraluz, como si fueran sombras decididas a entablar una coreografía de plano único y danza de sangre. O se deja arrastrar por el personaje fascinante que te lleva siempre al Oeste, punto final y de inicio, término del saber y principio del soñar. Fe y agua. Intento y certeza. Llorar sin lágrimas por la cautividad torturada de quien deja de creer incluso en la humanidad. Tristeza sin compasión. Sigue tu camino, sigue tu camino.
El nombre de Dios en arameo nos da la clave de un sacrificio. Derramarse por ayudar a los demás. Un dictado de palabras que no se deberían olvidar aunque no todas sean la única verdad. Son caricias en el alma. Son una débil llama en la tiniebla. Son grandes aventuras para los que quieren sólo leer. Son oraciones juntadas para quien necesita los consuelos de la supervivencia. Hay que concebir lo imposible para que todas las piezas encajen con la infalibilidad de un héroe que se dirige a un destino que también es su misión. El precio es el morir. La recompensa es la coherencia en el mismo uso de lo prohibido. Abrir los ojos es propio de los hombres. Y hay que mirar más de dos veces lo que constituye una sorpresa. El tesoro es encontrar lo que sacia la sed física y espiritual. Y nada puede parar al hombre que quiere conocer para vivir. Aquél otro que quiere conocer para dominar sólo podrá ser prisionero del caos. La sombra quemada del creer tendrá la piel del que todo lo sabe.
8 comentarios:
"El cielo se abrió y el sol brilló tanto que todo sobre la Tierra fue quemado... ¿porqué tengo la sensación de que últimamente todos tus post sobre estrenos modernos empiezan así? No, tranquilo, que tú no tienes la culpa. Son estos directores modernos que ya cansan con lo del Apocalipsis. Hace poco he tenido la oportunidad de ver La carretera, que no pude comentar en su día en este blog precisamente porque no la había visto. Me gustó, sí, lo que pasa es que lo dicho, el argumento se me empieza a repetir. El apocalipisis y el fin del mundo como tema estrella del cine moderno, toda una declaración de intenciones, sí señor.
Me encanta lo del director con nombre de pastel, nada pasteloso, por cierto
Es cierto lo que comenta Dex, puede ser como decía Mul que nos estemos acercando a un cambio de paradigma y que todas nuestras creencias actuales estén a punto de dar un vuelco y encontrar un nuevo objetivo.
Por cierto y aprovechando, quería comentar una frase del post anterior que me pareció especialmente acertada, de esas que son tan preclaras que se elevan por encima del resto del texto aunque todo esté a gran altura, concretamente la frase a la que refiero es: "Cada vez existe más la convicción de que estamos hechos para acumular ganancias". Y es cierto, hay esa sensación, como existe justamente la contraria la de que estamos dejándonos muchos jirones de humanidad en la búsqueda de ese objetivo.
Occidente y particularmente un nutrido grupo de gente poderosa, no hablo de una misteriosa mano negra sino de individuos con grandes o medianas fortunas, han establecido como axioma que todas las bondades de la humanidad son accesibles gracias al dinero y creen que el sistema premia a los “valiosos” con esas ganancias que les permitirán comprar más pedazos de felicidad. Y el sistema funciona, y es así, todos somos engranajes de esa máquina que buscamos resaltar nuestros mejores valores en tanto que podamos venderlos o alquilarlos, y así acceder a otros valores que también medimos en dinero. Y de esta forma alimentamos la idea de que debemos seguir acumulando ganancias, sean dinero o mejoras valorables económicamente (casa, coche, viajes, ropa, etc.).
Sin embargo, y más de un tiempo a esta parte, nos ha salido un problemático sarpullido, “los excluidos”, aquellos que no tienen mejoras que aportar o que lo que nos aportan no es muy valorable económicamente. Sin ellos el sistema funciona a la perfección y si se incorporan el sistema no mejora proporcionalmente, por tanto quedan como recursos residuales a los que dedicamos de igual manera valores residuales, llámense limosnas, caridad o solidaridad internacional.
Y ¿cuál es el problema? El problema en realidad son dos: Uno es el número, no es lo mismo tener un sarpullido en la mano, que tener el cuerpo lleno de sarna. El otro es la rebelión, el sarpullido, supura, tiene pus y duele. Muchos de los excluidos se han unido bajo una bandera, como decía Amin Maalouf, una que han aprendido desde niños, el Islam. Los valores “occidentales” no les sirven tampoco a ellos precisamente porque fueron excluidos y se abrazan a la religión no por fe sino porque es algo que les hermana y hacen de ella la raíz de su lucha, porque en el fondo lo que necesitan es revelarse, o eso o dejarse morir.
Y es ese grito el que estamos oyendo, mucho más fuerte que el de la naturaleza por más que Na´vis de color azul nos distraigan un rato, el grito de los que no aceptan nuestros valores, nuestro sistema ni nuestras ganancias. Y ese es el grito que tanto tememos, porque sabemos que pueden golpearnos y hacernos sangrar, porque nuestras armas son más caras y más destructivas pero no siempre sirven. Salvo que optemos por ir a por todas y que “…el cielo se abra…y todo en la tierra sea quemado…” Ese fin apocalíptico y tan lejano nos lo parece menos porque nuestro “paradigma” se tambalea.
En fin, siento la extensión y soltar esta reflexión económica filosófica en este sitio, tal vez poco adecuado, pero me puse a escribir de cine y salió así.
Es cierto que hay una sobresaturación de películas de género apocalíptico en una sola temporada. De hecho, no sabéis lo que me costó ir al cine con la frase de "otra de lo mismo". Lo que pasa es que con ésta salí gratamente sorprendido. Es entretenida, las luchas están muy bien rodadas (por fin las veo, no están trucadas, hay curro, sobre todo por parte de Washington, fascinante y enorme sobre su personaje). En este caso, hasta me supo sorprender el argumento porque entronca, de manera feliz, con todo lo que apunta Carpet en su excelente comentario. Aquí, se defienden unos valores que podrían ser el Islam, el judaísmo, el cristianismo o, simplemente, la ética del conocimiento con el puro fin de la transmisión de esos valores frente al que quiere poseerlos para la manipulación y, por tanto, amasar poder. Creo que la película es muy interesante (me quedé francamente enamorado de la primera pelea, en sombras, en plano único y coreografiada como muy pocas veces he visto en los últimos años) y lo más interesante de todo es su personaje principal. Ya sé que la han puesto a caldo por ahí y que palidece al lado de "La carretera" (de la que salí profundamente deprimido, mientras que aquí salí con una cierta sonrisa). Y si decidís verla, ahí están los homenajes a Leone (muy explícito, muy fácil de ver), a Kurosawa (muy evidente en lo que se refiere a la maravillosa "Yojimbo") y a Truffaut (excepcional en el trasfondo que deja ver la película). Quizá la repetición de este tema es que, realmente, el fin del mundo está muy cerca y ya no hay sitio para reflexión filosófica, tan sólo hay que dejarse arrastrar por nuestras propias y particulares creencias. Ah, y si leéis algún comentario por ahí de tipo religioso, es signo inevitable de que el tipo que escribe no tiene ni idea de lo que ha visto.
Pues no sabes lo que me alegra y me sorprende leerte eso. Bueno, la verdad no estaba entre mis preferencias para ver esta semana (me inclinaba más por Sheridan, no sé si tendrá algo que ver que salga Jacke Gillenhall por cierto). Lo de La carretera ciertamente es para salir hecho polvo del cine, aunque quiza el mensaje pierde fuerza y eficacia por lo que hablamos, porque últimamente todas películas parece que nos hablan de lo mismo. Y yo tampoco vi el happy end que muchos creen ver y por el que echan la peli por la borda. Sin ánimo de dar spoilers a quien no ha visto la peli, creo que el futuro del protagonista no va a ser mucho mejor ante la nueva circunstancia que se le presenta.
Yo es que tampoco vi ese "happy end" del que hablan. No hay más que una huida hacia adelante y poco más. Es una de esas películas en las que creo que la gente se siente obligada a decir que es buena (que lo es) cuando, en realidad, se han sentido auténticas mierdas cuando la han visto. Con esto no quiero decir que ni tu, ni yo nos sintamos obligados a decir que es buena (que lo es, bis). Quiero decir que, a nivel de simple espectador, la película fuerza un poco en esa dirección. Aquí, en "El libro de Eli", también hay caníbales y cosas así lo que pasa es que la sordidez deja paso a otras cosas que tienen mucho que ver con lo que Carpet ha disertado, probablemente sin haberla visto y sin querer (y con esto no quiero decir que Carpet sea un inútil sino que ha entroncado de forma admirable con el trasfondo de la película que a mí me parece lo verdaderamente importante).
Bueno, yo conozco a gente digamos que "seria" a la que no le ha gustado La carretera (y he tenido una agría polémica al respecto, jeje). Insisto en que es una peli muy desasosegante, pero el hecho de que sea una más de las películas desasosegantes de las que nos están llegando últimamente puede hacerle restar fuerza a su demoledor mensaje. Y se corre el riesgo de no entrar en ella como se debería. Por otra parte me carga la cantidad de películas mediocres que llegan a la cartelera que intentan vendernos la moto con el presunto mensaje que llevan implícito. Ahí tenemos sin ir más lejos el caso de Avatar, mucho efecto especial y virtuosismo digital y encima pretendían convencernos de que era una peli con "mensaje". Anda ya, no, no, espero que esta que me dices tú de Denzel me diga algo más.
De todas formas y por hablar de cine, que antes se me fue la olla un tanto, es también curiosa la perspectiva del holocausto desde el punto de vista cinematográfico, fundamentalmente del yanki.
Hasta los años 70 la amenaza es externa, "Ultimatum a la tierra", "Los invasores de marte", "La invasión de los ultracuerpos"...
Y es a partir de "El planeta de los simios" , al menos es la primera que yo recuerdo, donde se plantea el fin de nuestra "civilizacion" por nuestra propia culpa y nuestros impulsos autodestructivos, los hombres se convierten en pseudoainmales, en más peligrosos, salvajes e inhumanos que las propias fieras : "Mad Max", "Waterworld", "El mensajero" (mmm, 2 Kevin Costner, curioso). Parece que tantoi "La carretera" como este "Libro de Eli" tienen un ambientazo similar...
Ademas esos inicios:"...En un futuro post-apocaliptico..."
Fin del mundo a principios de siglo, será normal.
Creo que dice algo más aunque me estoy encontrando artículos por ahí que la ponen de auténtica "tomadura de pelo" por razones más que obvias (es que no quiero decir nada para no destripar cosas de la película, como bien se ha notado en el artículo). Y, sin duda, "La carretera" es una película desasosegante aunque yo diría que deliberadamente cruel con el espectador. Ésta digamos que es más amable pero que incita, sin duda, a una rebelión que no existe en la otra (será porque soy rebelde porque el mundo me hizo así y me peleo con tó Dios).
Es verdad, Carpet, que antes parecía que el fin del mundo era una amenaza que venía del exterior lo que lo hacía más increíble. Cuando ese foco se ha desplazado al interior del ser humano, es cuando nos empiezan a entrar inquietudes e inseguridades de si lo hacemos bien o mal. Bien es cierto que, frente al apocalipsis "higiénico" que nos proponía una película como "El último hombre vivo", aquí lo que impera es una estética declaradamente sucia, harapienta, en algunos casos, vomitiva y claramente inhumana (ojo, que "El último hombre vivo" tenía un mensaje religioso intrínseco muy importante). En cualquier caso, aquí lo que impera es el diseño del personaje principal (es una película que, más que atraparte por la trama, mil veces vista, te atrapa por el personaje que es origen y clave de todo) y que puede ser un retrato de toda esa humanidad rebelde que se niega a ser sojuzgada en base a unos principios gananciales de connotaciones tan frías como la muerte. Qué tonterías estoy diciendo. Ay, Señor, llévame pronto.
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