Nunca hemos sido demasiado conscientes de que los términos “ciencia” y “negocio” son antagónicos por naturaleza y que, sin embargo, se necesitan tristemente el uno al otro. La investigación siempre ha sido el paria del mundo académico. Aquí, porque para qué se va a financiar algo que no sabemos si va a tener resultado, mejor gastar ese dinero en cualquier otro fin. Allí, porque la patente da derechos y, si quieres tener financiación, pliégate a los intereses empresariales, doctor, porque si no tus teorías van directamente a la papelera.
El caso es que no hemos sido capaces de desarrollar una fórmula que favorezca la creación de ideas que es el monumento más grande que puede desarrollar el ser humano. No, es preferible equiparar contablemente las pérdidas aceptables de una inversión a unos números en los que, detrás de cada uno de ellos, se esconden verdaderas existencias. Financiar el avance de un fármaco para curar enfermedades no debería ser una operación de riesgo, sino de futuro aunque el fracaso sea una opción. Pero no, no estamos hechos para ayudarnos unos a otros. Cada vez existe más la convicción de que estamos hechos para acumular ganancias.
Y es que, tal vez, el científico debería ser un poco más empresario y el empresario, un poco más científico. Claro que en los movimientos relativistas que se estilan hoy en día, la ciencia y la cultura son sólo conceptos teóricos y nada prácticos. Sólo el tesón individual puede llegar a salvar algo pero no sin hacer unas cuantas concesiones que enfrían el ideal, sacuden el objetivo y se adormecen allí donde el dinero descansa.
Más allá de eso, no cabe duda de que estamos ante una película que más merecería un pase televisivo que una sesión de cine. Tom Vaughan, el director, intenta por todos los medios extraer la lágrima milagrosa que fabrique la enzima que nos lleve a la emoción pero es que el dinero puede más que la ciencia y, a sabiendas de que se tiene algo mediocre entre manos, se llama a un actor para que llene el cartel como Harrison Ford. Y resulta que el nombre es más grande que el cartel. Dentro del rol claramente secundario que le toca en suerte, Ford consigue los momentos más brillantes y más vibrantes de la película. En contrapartida, Brendan Fraser, un intérprete que no ha sido llamado precisamente por los caminos del drama (si exceptuamos lo ajustado que estaba en El americano impasible) porque no parece que esté trabajando en serio, se salta la dieta descaradamente y lleva el peso de algo que resulta ensombrecido para todos aquellos que recordamos, con dureza y cariño, una película tan excepcional como fue El aceite de la vida, de George Miller, con Susan Sarandon y Nick Nolte.
Así que entre una jerga ininteligible de conversaciones bioquímicas y estrategias empresariales que hablan de capital, de inversión, de ganancias y de provisiones, de lanzamientos y dotaciones y de intrincados laberintos cifrados en clave de amortización, resulta que lo que nos sobra es previsión. Contablemente significa cálculo anticipado de una precaución. Cinematográficamente es que vamos a adivinar lo que va a pasar desde el minuto dos. Por eso es tan destacable el trabajo de Ford, porque incorpora a un médico científico que nunca sabes por dónde va a salir pero que, dentro del conjunto, se queda en la mera frase ingeniosa, o en la consabida reacción que resulta de la atractiva mezcla de timidez y rechazo acompañado de una banda sonora que es más gozo que sombra. Es sólo una historia más de superación y ternura, de renuncia y sacrificio a una vida cómoda por unas vidas que se escapan dentro del propio hogar. Y como propio reflejo de lo que se nos narra, la película prefiere también el negocio antes que la búsqueda de la verdad. Pérdidas aceptables para la empresa del entretener pero más que suficientes para llegar a la suspensión de pagos del tedio.
Y es que, tal vez, el científico debería ser un poco más empresario y el empresario, un poco más científico. Claro que en los movimientos relativistas que se estilan hoy en día, la ciencia y la cultura son sólo conceptos teóricos y nada prácticos. Sólo el tesón individual puede llegar a salvar algo pero no sin hacer unas cuantas concesiones que enfrían el ideal, sacuden el objetivo y se adormecen allí donde el dinero descansa.
Más allá de eso, no cabe duda de que estamos ante una película que más merecería un pase televisivo que una sesión de cine. Tom Vaughan, el director, intenta por todos los medios extraer la lágrima milagrosa que fabrique la enzima que nos lleve a la emoción pero es que el dinero puede más que la ciencia y, a sabiendas de que se tiene algo mediocre entre manos, se llama a un actor para que llene el cartel como Harrison Ford. Y resulta que el nombre es más grande que el cartel. Dentro del rol claramente secundario que le toca en suerte, Ford consigue los momentos más brillantes y más vibrantes de la película. En contrapartida, Brendan Fraser, un intérprete que no ha sido llamado precisamente por los caminos del drama (si exceptuamos lo ajustado que estaba en El americano impasible) porque no parece que esté trabajando en serio, se salta la dieta descaradamente y lleva el peso de algo que resulta ensombrecido para todos aquellos que recordamos, con dureza y cariño, una película tan excepcional como fue El aceite de la vida, de George Miller, con Susan Sarandon y Nick Nolte.
Así que entre una jerga ininteligible de conversaciones bioquímicas y estrategias empresariales que hablan de capital, de inversión, de ganancias y de provisiones, de lanzamientos y dotaciones y de intrincados laberintos cifrados en clave de amortización, resulta que lo que nos sobra es previsión. Contablemente significa cálculo anticipado de una precaución. Cinematográficamente es que vamos a adivinar lo que va a pasar desde el minuto dos. Por eso es tan destacable el trabajo de Ford, porque incorpora a un médico científico que nunca sabes por dónde va a salir pero que, dentro del conjunto, se queda en la mera frase ingeniosa, o en la consabida reacción que resulta de la atractiva mezcla de timidez y rechazo acompañado de una banda sonora que es más gozo que sombra. Es sólo una historia más de superación y ternura, de renuncia y sacrificio a una vida cómoda por unas vidas que se escapan dentro del propio hogar. Y como propio reflejo de lo que se nos narra, la película prefiere también el negocio antes que la búsqueda de la verdad. Pérdidas aceptables para la empresa del entretener pero más que suficientes para llegar a la suspensión de pagos del tedio.
13 comentarios:
Me acabas de quitar las poquísimas ganas que ya tenía de ver esta película. Me has sorprendido porque creía que esta semana te ibas a lanzar directamente al cuello de Mat Dammon que pinta más interesante, aunque tampoco la he visto.
Está claro que si no fuera por el gancho de sus dos protagonistas la cosa no pasaría de un telefilm barato de esos que pone Telecinco los sábados después de comer. Tiene todos los ingredientes, drama médico con una historia de superación por medio y encima basado en hechos reales. Pero claro están Harrison Ford y Fraser, que aunque es malillo el pobre tiene bastante tirón comercial. Es curioso que al muchacho le quisieron hacer una especie de Indiana Jones cuando aquella serie de La momia. Y hombre, como héroe y aventurero daba el pego, pero Indi siempre será Indi, al menos para los de nuestra generación. A mí Fraser sí me gusta bastante en El americano... (¿es pecado o tengo que flagelarme o algo si digo que me gustó más que la versión de Mank), y no lo tenía fácil al tener que dar la réplica a Mr. Caine. También me parece convincente en Crash, y eso que la peli tampoco me vuelve loco.
Me estoy dando cuenta mientras escribo estas líneas que la fórmula de despacharnos un dramón de tema médico con dos estrellones de relumbron al frente del reparto no es nueva. Ahí tenemos por ejemplo la para mí bastante mediocre Al cruzar el límite con Gene Hackman y Hugh Grant o Medidas desesperadas (qué título más parecido a éste) con Andy García y Michael Keaton. Pero casi sería más fácil un trasversal de hospitales y médicos con series de la tele que con pelis. Fíjate el montón de series que saldrían: Mash (bueno esta también fue peli), Urgencias, Doctor en Alaska, House, Playa de China, Hospital Centra...
A esta ola de directores habría que recordarles que "el salvaje" ya pasó a mejor vida. Yo es que no lo entiendo, se embarcan a dirigir lo que sea y así les va. Éste, en concreto, que viene de guionista de episodios de series de tv, se pone a dirigir una comedia romántica, ahora se atreve con ésta, y si mañana le ofrecen un western, es capaz de dirigirlo también. Muy fuerte todo.
No sólo no tienes que flagelarte, Dex, sino que es mejor, más que nada porque Philip Noyce pudo rodar la novela tal cual y dotarla de todo el mensaje y ese "encuadramiento" perfecto narrativo que tenía la obra de Graham Greene. Mankiewicz tuvo que hacer encaje de bolillos para que saliera algo y, claro, le salió algo incompleto que, por otra parte, yo no desdeño si no es por la malísima elección de Audie Murphy.
Es verdad que en "Crash", el Fraser está bien, lo que pasa es que sale poco. Pero aquí parece como que no se toma demasiado en serio la película, como si estuviera haciendo del "donaire" en pleno drama cuando es el protagonista absoluto.
En cuanto a películas de hospitales...bueno, ahí tenemos "MASH", antes película que serie, tenemos "Anatomía de un hospital" con George C. Scott quedándose alucinado con las corrupciones de la sanidad en clave muy esperpéntica. Tenemos "Diagnóstico: asesinato", de Blake Edwards, que también se convirtió en serie y que en película protagonizó James Coburn. Tenemos la estupenda "Coma", de Michael Crichton, con Michael Douglas y Genevieve Bujold. Tenemos la maravillosa "Un rayo de luz", de Mankiewicz, con Sidney Poitier haciéndose cargo de un hospital penitenciario. O la penosa y que da vergüenza ajena "Estado crítico", de Sidney Lumet, con James Spader haciendo no se sabe muy bien el qué. Los hospitales también han sido un buen virus cinematográfico.
Y sí, Scarlett, el chico es joven y se ve que quiere hacerse un nombre, lo que pasa es que con "Algo pasa en Las Vegas" (creo que se llama así) no hizo más que meter la pata y dirigir algo inútil y estúpido y aquí, dirige algo...pero es inútil sólo aunque no estúpido. Lo dicho un telefilme. No abundan los autores, no.
Cine y enfermos, vaya temazo y vaya transversal. Y no nos centremos en los locos y los sanatorios mentales que entonces ya es un sinparar en 3 días (el cuco, la inocencia interrumpida, birdy, shutter...) Hablemos simplemente de los que se pasan la peli convaleciendo en una cama y nos saldrán obras desasosegantes (Voces de muerte) brutales y claustrofóbicas (Camino, Johnny cogió su fusil, Mar adentro), entretenidillas (El coleccionista de huesos) o directamente soporíferas (El paciente inglés).
Coñe que se me olvida. Para agobios los del pobre James Stewart espiando con sus prismáticos a la Srta Corazón solitario desde su ventana con la pata escayolada.
No, no, César, no hablaba yo de autores. Hablo de estos directores nuevos que se atreven a dirigir cualquier género. Por eso decía que habría que recordarles que no son Wellman, precisamente.
Ah, Dexter, lo que te quería decir, que ni me has contestado.
Que abras tu propio blog. (Bueno, estoy recordando que esto ya te lo he escrito antes, ¿no?). Pues eso, que abras y que escribas en tu propio blog. Si no se te ocurre título, siempre lo puedes llamar "el blog de Dexter", por ejemplo. De esta manera, con tu propio blog, podríamos entrar y comentar tus opiniones y todo eso que se hace en los blogs y tal. Es que, de esta manera, como estás en un blog "prestado", pues no te puedo decir nada. A mí me vetó tu jefe hace tiempo.
Vale, aclarado, Scarlett, cuando tienes razón, tienes razón, así que recojo los dedos y apoyo a Wellman.
En cualquier caso, me parece que la idea de abrir un blog no le parece muy buena a Dex porque, creo, no eres la primera persona que se lo dice. De todas formas, qué hago contestando yo una cosa que no me atañe. Dex, tu turno, si es que quieres hacer uso de la palabra.
Con la venia, señoría, a ver para empezar no tengo jefes, yo soy mi propio jefe. Consíderame un "freelance" pero encima sin sueldo o sease un gilipoooo. Además ¿El blog de Dexter? Qué poco original ¿no? No, no, si creara un blog tendría que tener un título mucho más chic. Hace años Rodríguez Marchante publicó un libro que se llamaba Dos para la tres que me parece que suena bien y es muy chachi. Pues eso, que tendría que tener un título así.
¿Que es esto, un transversal y yo con estos pelos?...
Uno o tres, porque proponéis uno de hospitales, otro de locos (ya abordado de refilón en el post de "Shutter Island" si no recuerdo mal) y otro de enfermos convalecientes...
En el de los convalecientes habría que incluir el dos en uno de "Hable con ella" (no se si como clautrofóbica o como entretenidilla, que no la he visto). Y también convaleciente aunque en falso estaba Jack Lemonn en la peli de Wilder "En bandeja de plata". Alrededor de un tipo en coma, conocemos la historia de un tipo infiel Michel Piccoli y sus dudas sentimentales (cuidado que la amante era Romy Schneider y por eso las dudas se entienden menos) en "Las cosas de la vida", luego remakeada en más tostón aun que el original con Gere, la Stone y la Davidovich con el sugerente título (sólo el título) de "Entre dos mujeres".
Y si os ponéis a hablar de hospitales, superaciones personales, un poco de drama y dos buenos actores y con tirón comercial para presentarnoslo, tendríamos que recordar "Despertares" con Williams y De Niro, ¿No?
Cuando se le hizo entrega del premio a toda una carrera del American Film Institute, Robin Williams salió al escenario y dijo: "Todos los que estáis aquí habéis presumido de que sois muy amigos y de que habéis trabajado con Robert de Niro. Muy bien. Yo puedo presumir de ser el único de todos los que están aquí de haberle roto la nariz". De hecho, parece ser que en medio del rodaje de "Despertares" se pelearon de tal forma que se rompieron mutuamente la nariz suspendiéndose el rodaje durante un par de semanas. Lo mejor de todo es que, cuando acabó el rodaje, eran amigos del alma. Tanto es así que, hoy en día, ambos son co-propietarios de un restaurante en el barrio de Tribeca en Nueva York.
De convalecientes también podríamos hablar de una película que, en realidad, es alma y precedente más directo de "Mar adentro" y que se llama "Mi vida es mi vida", de John Badham y con Richard Dreyfuss en el papel protagonista (y, de hecho, también nominado al Oscar) dando vida a un escultor de fama que tiene un accidente de coche que se queda paralizado del cuello para abajo y que quiere, por supuesto, también la eutanasia. Recomiendo la visión de la película porque su tratamiento también está lleno de humor y así veríamos si Amenábar es tan malo como dicen.
Por cierto, "Hable con ella" sí que está bien, salvo algún pasaje muy aislado, me parece de las mejores de Almodóvar.
Que bueno lo que cuentas, no me resulta raro que de Niro se lie a leches, pero es dificil que Robin no altere los nervios si va de graciosin...
Otra peli de médicos y hospitaletes que está graciosa (por encima de la media de entonces) es una cosa similar a "Loca academia de policia" pero con médicos, una especie de "Anatomia de Grey" de coña, "Los locos del bisturí" con bastante más gracia de la que podía parecer, debut en la dirección de Gary "Pretty Woman" Marshall.
Uf, qué exito tuvo "Los locos del bisturí", es cierto, peli de adolescencia que, ya entonces, fui a ver con escepticismo y salí francamente riéndome. Gran recordatorio, Carpet. Seguiremos pensando porque hoy no estoy con el pensamiento demasiado radiografiado.
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