La libertad se acaba, agoniza en una eterna espera y, al mismo tiempo, un tren se erige en cárcel para un exilio en ninguna parte. Ya no hay ojos en los que buscar, ni gestos en los que fijarse. Sólo hay tiempo por delante. Un tiempo desgastado y que parece pasar con su rostro de minutos, de días y de años por delante de un hombre que lo hizo todo y, aún así, no hizo nada. El tiempo tiene estas cosas. Te obliga a parar los latidos del corazón, a detener las líneas de una investigación, a paralizar el pensamiento porque ya no quedan razones, ni lecciones. El mismo tiempo es la tímida esperanza de reiniciar un corazón que dejó de latir aunque siga vivo.
El odio y la insolencia parecen ser triunfos de una noche en una época que abriga la sensación de caminar hacia la nada, hacia el asesinato del sentir, hacia la asfixia del sumario para convertir la sangre en tinta que no escribe y en decepción que no tarda. Más tarde, cuando todo es un recuerdo que sale a trompicones y que se intenta poner en papel, se reviven los momentos de una gloria pasajera que fue conocer a quien cambió tu vida pero que nunca probó tus labios. Se deslizan los dedos sobre los motivos de un amor que quedó truncado por la muerte, de un desprecio que quedó delatado por la arrogancia, de una venganza que queda permanente por el silencio. Ese silencio que es el único valedor de tantos años de canas aparecidas y de lágrimas que se negaron a aparecer porque no se quiso pensar en todo lo que se dejó atrás.
Poco a poco, las piezas del rompecabezas se van juntando con la delicadeza de un regreso de puntillas porque, a veces, la vida también tiene que pagar sus deudas aunque hayan transcurrido los pliegues de la esquiva eternidad. Entre tanta conversación degustada, entre tanto secreto escondido, siempre hay segundas oportunidades detrás de alguna puerta que se cierra por pura discreción. Como los párpados de unos ojos que, por fin, descansan al encontrar lo que tanto perdieron y que fueron guardianes de un secreto que sólo pertenece al silencio.
El odio y la insolencia parecen ser triunfos de una noche en una época que abriga la sensación de caminar hacia la nada, hacia el asesinato del sentir, hacia la asfixia del sumario para convertir la sangre en tinta que no escribe y en decepción que no tarda. Más tarde, cuando todo es un recuerdo que sale a trompicones y que se intenta poner en papel, se reviven los momentos de una gloria pasajera que fue conocer a quien cambió tu vida pero que nunca probó tus labios. Se deslizan los dedos sobre los motivos de un amor que quedó truncado por la muerte, de un desprecio que quedó delatado por la arrogancia, de una venganza que queda permanente por el silencio. Ese silencio que es el único valedor de tantos años de canas aparecidas y de lágrimas que se negaron a aparecer porque no se quiso pensar en todo lo que se dejó atrás.
Poco a poco, las piezas del rompecabezas se van juntando con la delicadeza de un regreso de puntillas porque, a veces, la vida también tiene que pagar sus deudas aunque hayan transcurrido los pliegues de la esquiva eternidad. Entre tanta conversación degustada, entre tanto secreto escondido, siempre hay segundas oportunidades detrás de alguna puerta que se cierra por pura discreción. Como los párpados de unos ojos que, por fin, descansan al encontrar lo que tanto perdieron y que fueron guardianes de un secreto que sólo pertenece al silencio.
7 comentarios:
Esperado. He de decir que este post ha sido de los más esperados. Una persona con una sensibilidad especial y con el don de colocar las palabras de forma tan adecuada que nos conmueve hasta con películas que no nos provocaron ni un leve escalofrió, nos hacía esperar. A aquellos que encontramos en esta película un caudal de emociones apenas contenidas, que nos provocaron risas, sonrisas, ternura, espanto, crueldad, belleza, tristeza, melancolía, pasión y por encima de Amor, con A y con mayúscula. Todos aquellos que sentimos con una película delicada y sensible, necesitábamos que encontraras tus palabras para contarnos lo que te sugirieron esas imágenes que a algunos nos llenaron tanto.
Esperado, si…y no defrauda. Ha leído a Campanella hablar de esta película hoy mismo, y referirse a la vuelta a lo clásico que supone el film, el va más allá, dice que es anterior al cine clásico porque cuando leyó el libro lo concibió como una sonata. Desconociendo la posibilidad de llevar una sonata al formato fílmico me fui a wikipedia en plan investigador y os resumo lo que encuentro allí :
Allegro de sonata: el «forma sonata» propiamente dicho está dotado o no de una introducción lenta. Está formado por tres secciones: exposición, desarrollo y reexposición.
La exposición consiste de dos temas, el primer tema «A» está en la tonalidad principal de la sonata y el segundo en una tonalidad vecina. Entre el tema «A» y el «B» hay un puente sin mucha importancia melódica que modula de una tonalidad a la otra.
El desarrollo tiene una estructura libre, pero podemos decir que el compositor toma algunos de los dos temas, o ambos o partes de los mismos y los somete a innumerables procedimientos compositivos, jugando con ellos.
La reexposición sucede cuando el compositor vuelve a presentar los temas completos y ambos en la tonalidad principal. Era muy común que para finalizar el movimiento el compositor añadiera una coda, lo que tuvo una gran repercusión en el concierto dando origen a la cadenza.
Hay que decir que la película si tiene algo de Sonata, la exposición de dos temas paralelos, el puente entre ambos, la estructura libre que hace variar ambos temas principales…En realidad suena muy bien, es un film afinado, con un ritmo que a veces acuna y otras hace vibrar. Es merito de Campanella dar con el tono. Este post no desafina sino todo lo contrario. Si la película es una sonata, el post es una sonatina.
Abrazos.
Un artículo difícil, he de decir, porque encontrar el fondo en una forma que te provoca tal torrente de emociones te lleva a la cursilería, a recargar demasiado las tintas de algo que, por sí, ya es evidente. Sobre todo, teniendo en cuenta que es una película de sobreentendidos, que rara vez tiene la línea recta como patrón y que siempre funciona sobre la sugerencia, sobre lo que hay detrás de cada reacción y lo que se siente tras cada acción.
Incluso, sin pecar de modesto, he de decir que, en algún momento, incluí la palabra "sonata" en una frase que luego suprimí por estas mismas razones (algo de conocimientos musicales sí tengo) y también lo quité porque pensaba que me pasaba un tanto de listo. La sorpresa viene cuando tú, Carpet, hablas de Campanella y de que su intención era realmente la de llevar la forma de sonata a imágenes. En cualquier caso, gracias por decir que mi artículo es una sonatina cuando sólo es un simple silbido de felicidad saliendo de un cine.
Vaya, después de esta sonata de post y esta sonatina de mensaje no sé si sabré estar a la altura, puede que lo mío suene más bien a Manolo el del Bombo, pero no me resisto a escribir estas líneas de esta enorme película como respuesta a este esperadísimo post. Tuve el privilegio de poder revisar la peli hace bien poquito, en concreto unas horas antes de que le concedieran el premio ese de Jolibú , lo cuál me sirivó no solo para constatar su innegable grandeza sino también para rellenar algún espacio que me había resultado especialmente hueco en el primer visionado. Cuántas veces hemos hablado aquí del poder de la mirada, del sabor de la renuncia, de la dignidad del perdedor. Bueno, pues aquí tenemos todo eso en una sola película… todo eso y además un guión soberbio y unos actores irrepetibles, todo eso que hace que el cine nos guste tanto. Pura magia.
Es dificil hablar de una película cuando más que una película es un sinfín de emociones. Eso es lo que es El secreto de sus ojos, una catarata de emociones de principio a fin. Porque además de esa historia - o historias- maravillosas, de esos actores irrepetibles, la película se compone de un montón de cosas intangibles, cosas que cuesta aprehender con las manos y que por tanto tanto cuestan describir. El azar- que tantos problemas como digo me ocasionó en el primer visionado- el silencio, la pasión- qué gran verdad eso de que puedes cambiar a un hombre de sexo, de religión, de ideología, pero jamás le puedes despojar de sus pasiones. Me f ltn p l br s p r describir lo que siento al ver est gr ndísim películ .
Es una película grande precisamente porque no deja resquicio emocionalmente hablando, toca todos los palos posibles para que se vaya haciendo un sitio en el corazón. La realización, además, es clásica a más no poder porque Campanella, creo, tenía en mente hacer un clásico de intriga, de amor, de sobrecogimiento y ternura, de amistad, de ti y de mi. De todos.
Serénate, Dex, que te veo con un nudo en la garganta. Vuestros comentarios complementan a la perfección a un artículo que nació para ser también un poco secreto.
Esta película ocupa ya un lugar muy importante en mi corazón. Se lo ganó la primera vez que la vi.
Me revolvió y me sigue revolviendo.
Me emociona y me enmudece. Rio y lloro con ella pero sobre todo, siento.
Es mi pasión.
Gema
Así es como habría que ver todas las películas: sintiendo. Hay que reconocer que es una película que llena y hoy mismo comentaba con una persona bastante ajena a mí que se sale del cine con una sensación especial, como si hubieras visto el cine que, realmente, tenías ganas de ver.
Sigue sintiendo el cine y películas como ésta. Así se convierten en clásicos.
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