miércoles, 10 de marzo de 2010

LA ÚLTIMA VEZ QUE VI PARÍS (1954), de Richard Brooks


Richard Brooks es uno de esos directores considerados de una sólida reputación literaria que siempre ha figurado como "la segunda opción". Sus películas son extraordinarias. Tiene una carrera tan intachable como variada. Ha tocado temas espinosos y ha sabido sacudir la fibra sensible en la narrativa cinematográfica. Pero nadie le cita como uno de los mejores directores. Siempre es uno de esos de los que se acuerdan en segunda instancia. Y Brooks tenía tanto talento que era capaz de estar en primera línea, da igual cuál fuere el desafío que tenía delante.
En esta ocasión, Brooks se atrevió con el inadaptable relato de Francis Scott Fitzgerald para llevar a cabo un melodrama impecable (que no contó con el visto bueno del gran escritor, especialmente en lo que se refiere a su protagonista masculino, Van Johnson). Pero Brooks supo dosificar de forma magistral el amor, las lágrimas y la diversión que emanan de una historia que es inmortal desde su primera línea y desde su primera visión.
En uno de los ángulos imposibles de esta romántica historia de amor se halla, hermosa e inalcanzable, Elizabeth Taylor, componiendo un personaje de muchas lecturas y varias oscuridades, de mensajes con alas y tristezas conmovedoras. Ella ilumina por sí sola cada una de las escenas en las que aparece en una película que es como asomarse a una ventana que da al lado norte de los años cincuenta mientras cambia la textura de unas vidas que encarrilaron su felicidad bajo la mirada un tanto risueña de un destino nada amable.
No es una película redonda. Brooks, sin duda, tiene títulos más memorables pero no cabe duda de que cuando se manejan las claves del amor hay que tocar muchas teclas para no resbalarse. La película, en este sentido, es de una inteligencia evidente que sabe saltar algunas limitaciones presupuestarias con singular tino. No en vano, una historia en la que Francis Scott Fitzgerald quiso plasmar cómo era, en una metáfora de la pasión, su amor por su mujer Zelda, necesitaba a un hombre que no cayera en los excesos dentro de una trama en la que era muy fácil volverse de color demasiado edulcorado.
Así que mientras la ven, no quiten de su imaginación a la Torre Eiffel, testigo mudo de lo que fue un gran amor y piensen que en los vaivenes de la vida algunas veces la felicidad aparece como un gran mago que no deja de prolongarse en un enorme truco de la existencia y, en otras, la desgracia es la compañera que nunca quisimos tener mientras no dejábamos de decir un largo e intenso "te quiero".

11 comentarios:

Scarlt dijo...

Grande Richard Brooks!!!. Qué bonita, qué preciosa, qué encantadora esta historia..qué excelente resultado, a pesar del soporífiero protagonista.
Ay, si es que ya no se hacen pelis como las de este hombre (director, me refiero).

Scarlett dijo...

Huy, mi nombre va a salir mal...

César Bardés dijo...

Brooks, para mí, de los mejores. Es una de las mejores versiones que se han hecho nunca de cualquier material de Francis Scott Fitzgerald y no olvidemos que hizo una brillante disección del mundo del periodismo en "El cuarto poder", que se atrevió con los defectos básicos de la enseñanza con "Semilla de maldad", que, aunque fallida, se atrevió con Dostoievsky y lo hizo bastante bien con "Los hermanos Karamazov"; que nos regaló una versión diferente de "La gata sobre el tejado de zinc" por culpa de la censura y no perdió ni un ápice de su esencia; que nos maravilló con Burt Lancaster en estado de gracia jugando con los resortes de la fe en "El fuego y la palabra"; que nos descubrió el lado del fracaso a cualquier precio con "Dulce pájaro de juventud" adaptando otra vez a Tennessee Williams con una fuerza excepcional; que, a mí personalmente, me arrebata y me deja impresionado con "Los profesionales" y con "A sangre fría" que es la mejor película sobre la pena de muerte que se ha hecho nunca, por encima de la de Tim Robbins y que hizo un retrato de vuelta de una mujer fabulosa en "Con los ojos cerrados". Yo creo que merecería un lugar de honor en la historia del cine, y, sin embargo, no lo ocupa.

dexter dijo...

Recuerdo esta película con bastante cariño como un melodrama bastante agradable. Y lo de agradable no lo digo por el regusto amargo que te deja la historia de ese hombre que vuelve al lugar donde descubrió el amor para descubrir a su vez las cosas que el viento se llevó y que ha perdido con el fuego. Que lo del carpe diem, hay que tomarselo con moderación, vaya, que luego acabas como acabas. Agradable por la sensación con la que sales después de haber visto la peli. Qué guapa sale Liz. Y bueno, Van Jhonson, la verdad que sí lo veo como un actor bastante limitado que tuvo la suerte de salir en memorables pelis como ésta, El motín del Caine o la espléndida A 23 pasos de Baker Street. También recuerdo con especial cariño el homenaje que le dispensaba mi Woody en La rosa púrupra del Cairo.

César Bardés dijo...

Era muy limitado, a pesar de que bailaba aceptablemente bien (recuerdo un número en la plaza del pueblo de "Brigadoon" que siempre me ha hecho mover los pies). Como mucho, tal vez, podía ser simpático. Hizo de galán arrebatado conquistando a nada menos que Deborah Kerr en "Vivir un gran amor" (Graham Greene, autor de la novela en la que se basa, también dijo que "no aguanto a ese yanqui que está permanentemente con goma de mascar en la boca y sólo se la quita para rodar"). Estaba simpático y bastante adecuado en "El estado de la unión", de Frank Capra en un papel claramente secundario y hay que reconocer que lo hace bastante bien en la que tu mencionas "A 23 pasos de Baker Street". También estuvo bastante bien en una muy buena película bélica como es "Fuego en la nieve", de William Wellman. Y no recordaba yo lo de Allen pero me ha venido a la cabeza en cuanto lo has nombrado. Gracias, Dex. En todo caso, tenía muy poca encarnadura dramática aunque, eso sí, era un armario de tío, con mucha planta. No fue muy bueno, no.

Unknown dijo...

No conocía esta película, y me ha encantado. Aunque con toque acartonado me encanta este tipo de cine donde los diálogos se cuidaban de una manera excepcional.

¿Es cosa mía o en estas películas los pasajes que hablan de la historia de la humanidad cobran un tinte especial que hoy día no se logra reflejar igual?

Van Johnson renquea, pero ver a Walter Pidgeon en su papel de suegro pícaro me ha encantado. Es un actor que siempre hace que una película suba desde mi punto de vista. En Tempestad sobre Washington me encantaban sus duelos con Laughton (para mi uno de los mas grandes).

Y Elizabeth Taylor.... que decir.

Gracias por descubrirme esta película.

París... siempre París.

César Bardés dijo...

Quizás el aire acartonado se lo otorga ese color exaltado que tiene la película que parece más irreal que otra cosa, en cualquier caso, creo que es una muestra más de lo brillantísimo que era Richard Brooks en su adaptación de historias ajenas o, también, como guionista de historias propias que te recomiendo encarecidamente en relatos tan atípicos como el de "Los profesionales".
Aún así, pues París (¿tal vez la ciudad más cinematográfica del mundo? ¿la más fascinante? ¿la más evocadora?) siempre será París y más cuando se trata de contar la historia de un amor que está cuidado con mimo desde las eternas palabras de Francis Scott Fitzgerald, un autor que tuvo muy poca suerte en las adaptaciones de sus novelas en el cine y, es por ello, que hay que destacar este trabajo de "La última vez que vi París".
Y, por cierto, Walter Pidgeon a mí también me parece un actor enorme, impresionante, maravilloso, que me lleva en "Cautivos del mal", de Vincente Minnelli, me hipnotiza en "El hombre atrapado", de Fritz Lang, me conmueve en "¡Qué verde era mi valle!", una de las obras maestras de John Ford y me hace comprender muchos motivos empresariales en "La torre de los ambiciosos", de Robert Wise. Extraordinario actor y, además, muy poco reconocido. Bien visto, Chus.

Unknown dijo...

Ole Ole y Ole...

Me quito el sombrerazo ante la película que vi ayer fruto de la recomendación del maestro Bardés.

"Los profesionales" me ha entretenido de lo lindo. Un reparto excepcional, con aventura, velocidad, diálogos de aúpa (es de esas que convierte a un hombre en niño y a un niño en hombre...), toques de clase (si el caballo no va hacia el norte.. lo matamos). E interpretaciones muy muy buenas.

Un guión que merece muy mucho la pena, con buena mezcolanza de roles y con un giro final que me pareció genial.

Escenas tremeguntas, buena filmación de momentos en el tren, a caballo, o en la guarida mexicana de el revolucionario Jesús.

También me gustó mucho la encrucijada de la muchacha interpretada con Cardinale (vaya mujer!!".

Gracias por esta hora y cincuenta minutos de delicia.

César Bardés dijo...

Bueno, me alegro de que te haya gustado. He de reconocer que muchas de las frases que se dicen en la película las he tomado como propias porque los diálogos me parecen geniales "¿Cómo un hombre tan mujeriego como usted se hizo dinamitero? -Yo es que nací con una fuerte pasión por crear".
O esa maravillosa e increíble frase del final:
-Es usted un bastardo.
-Sí, pero lo mío es un defecto de nacimiento. En cambio usted...usted se ha hecho a sí mismo.
O esa frase genial que dice así:
-Quizá siempre ha habido una sola Revolución: la de los buenos contra los malos...la pregunta es ¿Quiénes son los buenos?
Sólo para completar te diré que Richard Brooks la escribió como parábola de su propia carrera en el cine y que está considerada el antecedente más directo (y también más sutil, aunque no sé si superior) de esa obra maestra que es "Grupo salvaje", de Sam Peckinpah.
Estoy enamorado de esta película, lo reconozco.
Me alegro mucho de irte descubriendo cosas. Ésa es una de las más grandes virtudes que tiene el cine: siempre hay cosas por descubrir, tal y como vosotros hacéis en vuestro programa.

Unknown dijo...

Sigo escarbando en la filmografía de Brooks, y hoy me he topado con "La última cacería" con Robert Taylor de protagonista.

Otra película a tener muy en cuenta. A pesar de lo forzado de los esteorotipos raciales (el pelirojo indio sobre todo), me ha gustado muchísimo. Y estoy descubriendo a un director que tenía un gusto exquisito por la acción y por los detalles, tanto de guión como de diálogos.

La escena de la persecución al ganado desde los carros me ha encantado. Ese detalle de disparar a la madera para hacer el orificio perfecto para encajar la pata... me pareció un detalle Fordiano.

Los diálogos siguen siendo muy buenos (un poco por debajo de "los profesionales", pero se nota un sello).

También me gustó la sutilidad de ir descubriendo poco a poco el secreto de Robert Taylor con respecto a su raza india, algo que muchos directores de hoy día soltarían a las primeras de cambio.

Así como un trabajo de fotografía y de actores notable (se usan mucho las manos y lo físico de los actores).

Un western de los mejores que he visto últimamente. Seguiré observando obras de este mas que interesante director.

3 de 3.

César Bardés dijo...

Bueno, la verdad es que "La última caza" es una película y una buena película pero entra dentro de esa etapa en la que Richard Brooks aún está aprendiendo el oficio, al igual que le ocurre en "La última vez que vi París". Por ello ese acartonamiento en algunos pasajes. No olvidemos que Brooks viene del mundo literario y, es más, abandonó el cine a principios de los ochenta para dedicarse otra vez a la Literatura.
La primera vez que se oye hablar de Richard Brooks es en la película "Encrucijada de odios", de Edward Dmytrik porque está adaptada de una novela suya. Excelente película, por cierto.
Si quieres seguir con este interesantísimo director hay unas cuantas películas fundamentales de una filmografía que no llegó nunca a ser muy larga pero yo, personalmente, te diría que vieras "El cuarto poder", una disección maravillosa del mundo periodístico con Humphrey Bogart, "Semilla de maldad", donde ya se le empiezan a ver maneras de director avezado y en la que aborda la problemática de la enseñanza en barrios marginales con Glenn Ford intentando gastar algo de tiza; por supuesto, sus adaptaciones de Tennessee Williams, en las que sortea la censura y obvia de manera explícita el tema de la homosexualidad pero que los incluye tan sutilmente que la censura lo dejó pasar en "La gata sobre el tejado de zinc" y en "Dulce pájaro de juventud", ambas con dos interpretaciones impresionantes de Paul Newman. También incluiría "El fuego y la palabra", con una interpretación esplendorosa, magnífica, perfecta, de Burt Lancaster y abordando sin tapujos el embaucamiento de los charlatanes religiosos que abundan por los Estados Unidos. Y, sobre todo y ante todo, te recomendaría "A sangre fría", probablemente la mejor película sobre la pena de muerte que se ha hecho nunca y que está basada en la novela de Truman Capote y que provocó su famoso comentario de "Es una película condenadamente buena". También incluiría en esta lista "Con los ojos cerrados", una de los más brillantes retratos que se hayan hecho nunca sobre una mujer que intenta encontrar su rumbo, con la estupenda y abrumadora interpretación de Jean Simmons, su mujer.
Si quieres ahondar, buf, ya sabes que aquí en casa se habla mucho de Richard Brooks.
Un abrazo.