Mi marido es ese hombre alto y apuesto, que parece hecho a la medida de un traje de etiqueta y no a la inversa. Es simpático, tiene clase, sabe lo que hay que pedir en el momento justo. Y a mí me conquistó porque apareció en ese instante en el que yo tenía la certeza de que nunca tendría pareja. Sólo mis estupideces pueblerinas, mi falta de gusto, mis vestidos mal cosidos y hechos de retales pasados de moda. Supo hacerme creer que yo era el centro de su vida y decirme con su mirada de galán de teatro que no podría haber nadie más importante que yo. ¿Cómo se va a fugar con una mujer como Addie Ross? Es imposible. Addie tiene clase, más que yo, pero habría demasiada elegancia reunida en una sola pareja. Siempre las palabras adecuadas, siempre los gestos más indicados, siempre la ropa más perfecta. Serían dos seres acompañados de demasiadas burbujas de champagne. No, no es posible. Mi marido no será capaz de abandonarme por Addie.
Mi marido es un hombre basto, con modales un tanto toscos y con dinero un tanto excesivo. Me conquistó por su insistencia. Él se sabía feo, poco atractivo y que lo que hacía que tuviera tantas mujeres a su alrededor era el grosor de su cartera. Es uno de esos tipos incapaces de levantarse cuando una mujer se acerca a la mesa pero, en cambio, es un lince en los negocios, alguien que sabe cómo emplear el dinero para generar más. Supo ver en mí a una chica de procedencia humilde, al borde de lo marginal y con un empleo de asco pero que no quería ascender en posición de billetera abierta. Sabía que, en algún lugar de mí misma, yo brillaba en la oscuridad de mi pelo, tan acogedor como la noche que le ensombrecía esa cara que él ha arrastrado por la vida. ¿Cómo se va a fugar con una mujer como Addie Ross? Es imposible. Addie tiene más clase que él de aquí a Indianápolis. Sería como juntar la seda con el papel de lija. Siempre habría una fricción inesperada, un detalle de basteza que descolocaría limpiamente la delicada copa llenada a medias. No, no es posible. Mi marido no será capaz de abandonarme por Addie.
Mi marido es un hombre culto, con un modesto trabajo de profesor que le hace sentir feliz a pesar de lo ingrato que resulta. Me conquistó porque supo explicarme quién era Brahms, cómo escribía Shakespeare y de dónde procedían las cosas más bellas de la vida. Al final, acabó contagiándome y yo hago mis pinitos como escritora radiofónica para sacarnos un dinerillo extra. Pero él supo ver en mí a alguien con ansia de aprender, a una alumna aventajada, de bolígrafo inquieto y mirada agradecida. Él sabe cómo impresionarme, cómo hacerme ver que una cosa merece la pena porque es buena y tiene calidad. ¿Cómo se va a fugar con Addie Ross? Es imposible. Los dos son igual de cultos, sí, pero no me imagino una conversación entre ellos eligiendo, entre brillos de diamante y minas de lápiz desgastado. Sería como juntar a una chica de la alta sociedad con un sesudo ratón de biblioteca. No, no es posible. Mi marido no será capaz de abandonarme por Addie Ross.
Es lo que tienen las obras maestras, que nunca sabes cuál es el rostro de la tentación…
2 comentarios:
JajaJa. Genial la crítica y su enfoque. Debo haberla visto veintitantas veces y no paro de descubrir nuevas cosas. La sombra de All about Eve es muy alargada pero a veces cometo el sacrilegio de descabalgarla del podio en beneficio de esta maravillosa joya. Claro que lo vendría después (Five Fingers, Julio Cesar, La Condesa Descalza...) tampoco era moco de pavo. Gloria per-se a Mr. Mankiewicz.
Gloria infinita, en efecto. Yo siempre he creído que una película como "Eva al desnudo" nunca existiría si Mankiewicz no hubiera hecho antes "Carta a tres esposas". Las joyas en la filmografía de Mankiewicz, no siendo muy numerosa, abundan. No sólo los títulos que dices, sino también sus dos últimos: "La huella" y "Mujeres en Venecia" o ese inicio espectacular que tuvo con "Solo en la noche" en la cual se han inspirado muchas películas supuestamente originales.
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