miércoles, 3 de noviembre de 2010

LOS MALVADOS DE FIRECREEK (1968), de Vincent McEveety

Una ciudad es tomada por unos salvajes sin alma. Lo peor de todo es que en ese villorrio de rezos y buenas vecindades no hay un héroe que sostenga un revólver que pueda contestar a esos malvados. Sólo hay gente normal, que intenta hacer una vida normal y que ven cómo sus vidas son brutalmente interrumpidas por unos individuos totalmente anormales. No hay puntos débiles que atacar. No hay un flanco que abatir. La única arma que queda es la inteligencia desafiando continuamente a la psicología de unos tipos que se dedican a saquear y a matar sin pensar en un mañana sin armas.
Estamos ante un western que quizá no lo es tanto, que puede que sea ligeramente predecible, que está lejos de ser perfecto pero que en las sombrías imágenes que muestra hay dos actores como James Stewart y Henry Fonda que deben salir a la calle principal para poner a prueba los rifles de sus mentes. Hay un enorme negativismo en el retrato de esas personas que ven perturbada su rutina y su paz. Pero, con un poco de paciencia, podremos ver algunas imágenes muy poderosas y que se acerca con cierta precisión al realismo. También notaremos algunos posos polvorientos de suspense, de no saber a ciencia cierta qué es lo que pretenden algunos de los personajes y que desprende un cálido roce en el corazón. Fue muy criticada en su día, precisamente porque el héroe no es tal y es difícil identificarse con alguno de los protagonistas, pero hay cosas que ganan efectividad con el paso del tiempo, e incluso, a veces, consiguen dar en la diana que en su día fue errada.
Todo esto no quiere decir que no haya disparos o alguna que otra escena de acción más que notable. Tan sólo se trata de destacar cuál es el centro de los ojos al que apunta la película, con un notable acierto en el estudio de personalidades sin caer en ningún estereotipo conocido. Es un western que no se queda en el ruido sordo de los percutores golpeando balas intentando encontrar a la víctima ideal sino que intenta hacer llegar un mensaje y, tal vez, una lección.
Y es que también puede que la incómoda sensación de haber pasado la vida entera construyéndose una reputación y un futuro acabe en una mirada a nuestro alrededor y nos pruebe que somos unos don nadie, unos seres tan aburridos como prescindibles. El objetivo de esta película es intentar hacer mejores personajes a aquellos que la vean con la ventaja añadida de ofrecer un buen entretenimiento. El dominio de la madurez es evidente en todo el largometraje, con todos sus inconvenientes. El cine negro, por momentos, reemplaza el repicar de los cascos de los caballos. No todos saben saborear esta historia. No todos saben dejar el revólver en la funda a la espera de la mejor oportunidad para dar el golpe definitivo. Al fondo, piénsenlo, puede que se yerga la figura de un hombre con una estrella que se enfrentó a tres tipos bajo un sol abrasador estando absolutamente solo ante el peligro.

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