viernes, 15 de abril de 2011

RIFIFÍ (1955), de Jules Dassin

Vamos a dejar descansar el blog por unos días para refrescar ideas y volver con más fuerza. Retomaremos el trabajo diario allá por el martes día 26 de abril. Os espero a todos después de que paséis unos felices días de vacaciones.

François Truffaut llegó a decir que ésta “es la mejor película de cine negro que he visto en mi vida”. Y no cabe duda de que Rififí, de Jules Dassin, tal vez sea uno de los títulos punteros de este género en Europa. Es una película que sorprende por su brutalidad, que hiere en su más que patente y atrevida sensualidad. Y la magistral secuencia del atraco, de 32 minutos de duración sin una sola línea de diálogo y sin música, es impactante y todo un ejemplo de cine duro, cronometrado, milimétrico y sin concesiones. Estéticamente, es un clásico poderoso (basta con ver la escenificación a base de sombras de la canción que da título a la película) y se nos plantea, de forma apasionada, cómo se puede ser un ladrón y, sin embargo, tener un cierto sentido de la moralidad para no deshumanizarse dentro de un mundo en el que la vida vale menos que un diamante de cristal.
Rififí es un término del argot francés que significa algo así como un intercambio de golpes, algo parecido a lo que pudiera ser en nuestro idioma como “Rifirrafe”. Y la película es un intercambio de golpes, sí, a tres bandas: La banda de ladrones que planea el atraco perfecto, la banda rival y el espectador. Ninguno sale ganando. El pulso de Dassin (que también interviene como actor en el papel de César, el experto reventador de cajas fuertes y con una incontrolable afición a las mujeres) es absolutamente firme, adelantándose en veinte años (la película es de 1955) al cine de Martin Scorsese y consiguiendo una obra maestra más negra que una Lüger con una bala en la recámara.
Hay ocasiones, como diría el poeta Longfellow, que al vernos al final del camino, con un pie ya en el estribo, nuestra condición de hombres aún nos invita a perpetrar alguna última hazaña, alguna última ilusión. Y eso es lo que hace Lestefanois, el mejor en su oficio (un durísimo, de mirada de hiel, Jean Servet). Después de cinco años en la cárcel por no delatar a quien quiere como a un hijo, sale enfermo y se decide a morir, sí, pero a morir rico. Dentro de él hay una ética rigurosa que, aunque no rehuye la venganza e incluso la tortura, le convierte en un personaje único en el hampa. En ningún momento hay planteada la posibilidad de una traición porque precisamente eso es lo que Lestefanois no soporta. Sólo tiene la permanente demostración de una profesionalidad intachable. Al final, sólo un niño sobrevivirá como prueba de su triunfo. Una victoria escrita con la tinta roja de la sangre escapada. Un vencer sólo para morir. Un final de agotamiento…cuando todo lo que tenía que hacer ha sido hecho. Rififí no tiene nada que envidiar a ninguna otra película del género negro. Está hecha del material con el que se forjan las cajas fuertes.

2 comentarios:

Eme soy dijo...

A disfrutar César con la familia...

Y a recargar esas pilas que al ritmo que vas en seguidita se agotan.

Te deso una buena Semana Santa con la familia.

:-)))

César Bardés dijo...

Muchas gracias, Eme Soy, aunque sólo habrá una pequeña escapada de tres días, el resto será ponerme al día y volver a la carga.
Recarga tú también las pilas y descansa, que lo necesitas.