lunes, 17 de octubre de 2011

CINEMA PARADISO (1993), de Giuseppe Tornatore

A los ojos de un niño, el cine puede crecer y mostrarse como un mundo mágico en el que tienen cabida pistolas, risas, dramas, tragedias, polvo de estrellas, plazas iluminadas por el haz de luz de un proyector, pasión por el arte de contar historias...historias que, al fin y al cabo, pueden ser anticipos de una realidad que queda por vivir. Y hacer que todo se convierta en una inacabable aventura de los sentimientos o en una fantasía donde la salida de la luz sea la amenazadora boca de un león monstruoso, o lecciones de amor que son un puro entrenamiento para el beso perseguido. Y el que ve, queda ciego. Y el que aprende a ver, se olvida de mirar. Y quien ama el cine, no puede cambiar sus ojos por la decepción y el hastío porque entonces ya no habrá más magia que la de ese enorme e ingrato plano-secuencia que es la vida que, además, suele estar muy mal dirigido.
A los ojos de un adolescente, un beso bajo la lluvia puede ser el corte que nunca tuvo censura en tu deseo. O la búsqueda de un plano primerizo puede ser una declaración de amor para aquella que, para siempre, te roba el corazón para quedárselo. Por muchas mujeres que desfilen por tu vida. Por muchas noches rápidas de lenta soledad que llegues a compartir con cualquier otra. La cámara deslumbrada, en un blanco y negro difuminado, con el objetivo a distancia pero con la voluntad siempre recogida en unas cuantas fotografías pasadas a veinticuatro imágenes por segundo pueden ser, sin saberlo, lo mejor que hayas rodado en el plató inmenso del alma enamorada. Porque, a la postre, Alfredo tiene razón. Tiene mucha razón cuando, privado de sus ojos, te murmura un rabioso y tierno: "No mires atrás. No vuelvas. Nunca. Hagas lo que hagas, ámalo. No quiero verte nunca más".
A los ojos de un hombre, el recuerdo puede que no sea más que un puñado de polvo en el desvencijado trastero de la memoria. Puede que haga falta volar el pasado para no olvidar precisamente lo que te hizo hombre. Puede que la mirada de una madre te haga saber dónde estuvo el padre que tanta falta te hizo y que tuviste aunque no te dieras cuenta. El regreso al color amarillo de las calles empedradas, aunque ahora ya no haya sitio en la plaza porque todos se han acomodado en un coche que no deja espacio al loco de todos los pueblos, te trae al instante que cuando no tuviste nada, lo tuviste todo...y que ahora, que tienes todo, no tienes nada.
Y, al final, en la pantalla de tus lágrimas tanto tiempo encerradas, vuelven a ti todos los sentimientos de amor por un cine que nunca llegaste a ver, cercenado por la inútil prohibición y consciente del inmenso amor que siempre tuvo hacia el cine un hombre que dejó de ver, contrabajo en tu violín, y que nunca supo hacer otra cosa que mirar sueños.
Alberto Moravia criticó duramente Cinema Paradiso porque resaltaba ante todo el provincianismo de los italianos. No soy nadie para contradecir a quien me supera pero, tal vez, Cinema Paradiso resaltaba la pureza del amor al cine a través de una mirada desprovista de tecnicismos, de nombres, de fechas, de referencias, de viciados preceptos intelectuales porque para tener la inteligencia del cine sólo hace falta guardar amor en el alma.

20 comentarios:

dexter dijo...

No tengo palabras para definir unas palabras. Sólo te diré que las primeras caras que veo al desperarme cada mañana son las de Totó y Alfredo que me sonríen desde su bicicleta y desde el poster que cuelga de una de las paredes de mi dormitorio (en la otra están Groucho, la manicura y un montón de gente más pidiendo dos huevos duros). ¿Hace falta decir algo más?
Bueno sí. He de reconocer que soy sensible en cuanto a lo de ver cine, pero rara vez se me deja caer alguna lagrimilla. Ya me gustaría a mí, con lo bonito que es llorar en el cine, pero no puedo. Sin embargo, te puedo jurar que cada vez que veo la escena final de esta peli, y van unas cuantas, como una magdalena, oiga. Con respecto a lo de Moravia, pues sinceramente no lo entiendo, porque es una película en la mejor tradicción del cine italiano de toda la vida, neorrealismo incluido. Y creo que en ese movimiento el signore Alberto tuvo algo que ver.

dexter dijo...

No tengo palabras para definir esta película quería decir. Ves, que es que me emociono.

César Bardés dijo...

¿Sabes lo que me pasa, Dex? Más o menos lo mismo que a ti. Hay películas que emocionan tanto que no puedo dejar de llorar. "Cinema Paradiso" es una de ellas. Como lo es también "Matar a un ruiseñor". Como me ocurre con "Esta tierra es mía", de Renoir. Como me pasa con "Profesor Holland"...no tienen por qué ser necesariamente las mejores, sino que te llegan directamente a la fibra sensible y te dejan, al menos a mí, casi exhausto. Y lo que es aún peor. Cuando me pongo a escribir sobre ellas la emoción me arrastra tanto que lo que me suele salir es un churro indecente. Lo de Moravia lo achaco a la edad, que ya tenía unos cuantos añitos cuando dijo esta tontería. Y sigo diciendo que nos faltan muchos cojones para hacer una historia como ésta por el sempiterno pánico a emocionar a los demás y que nos llamen cursis, pasados, repollos o trasnochados. Cuánto amor hay en tanto cine...
Un abrazo en ese cine, Dex. No importa si hubiéramos sido niños o adultos, el sueño estaba ahí para que nosotros pudiéramos cogerlo.

dexter dijo...

Caray, pues "Profesor Holland" no la he visto, pero desde luego "Matar a un ruiseñor" y "Esta tierra es mía" están entre lo mejorcito y más emotivo que se ha hecho. No sé si es para montar un transversal de finales que nos han emocionado. Yo le tengo un cariño muy especial a "Au revoir, les enfants", ese final en el patio siempre me desarma. Y se me ponen los ojos vidriosos como ya le comenté hace poco a una amiga tuya en la boda final de "Los mejores años de nuestra vida", o en el final de "El club de los poetas muertos" o por qué no el de "Qué bello es vivir". Pero éste de "Cinema paradiso" tiene algo muy especial, quizá porque vemos a alguien que se emociona en un cine y no podemos evitar emocionarnos y llorar con él.

Con respecto a lo de Moravia pues tiene usted toda la razón. El cine es, o mejor dicho, debería ser un catalizador o reflejo de nuestra memoria colectiva y sentimental. Y en España hay un especial pudor por reflejar esto, tal vez porque echar la vista atrás nos lleva siempre a los mismos lugares comunes. Pero hay otros. Garci es quizá el cineasta que más se acerca a esa idea de cine de la que hablas. No siempre acierta, desde luego, pero desde luego que sus intentos merecen aplauso. Por cierto que el otro día echaron por la tele "El crack" y volví a verla después de algún tiempo. Qué gran película, qué bien retratado ese Madrid que ya no existe ni existirá. Me estuve riendo un rato con tu amigo y prologuista Rellán que la verdad que lo borda el tío.

César Bardés dijo...

Comparto la emoción que sientes con "Adiós, muchachos" y con "Los mejores años de nuestra vida". Tengo que reconocer que con "Espartaco" también se me humedecen los ojos y, desde luego, con "E.T." también (sí, sí, soy un niñato, ya lo sé). Me ocurre algo parecido con el "Enrique V", de Branagh; o con "La lengua de las mariposas"; o con "Las uvas de la ira", que John Ford de esto también sabía un rato. Es curioso que digas lo de Garci porque yo estaba pensando lo mismo cuando te escribía la anterior contestación. Garci no siempre lo consigue pero hay que reconocer que lo intenta.
En cuanto a "El Crack" tengo que reconocer que es una de mis debilidades, como lo es también "El Crack II" y en cuanto a Miguel, ya has visto que está de seguidor del blog y, bueno, supongo que no se enfadará si te digo que es aún mejor persona que actor. Presumo de su amistad y me ha hecho un prólogo de aúpa. Por cierto, el nuevo libro parece ser que estará para enero y para ese mes o febrero presentaremos en Madrid tanto Miguel, como yo, como, parece ser, Jorge de Juan que es otro tío de quitarse el sombrero con una calidad humana excepcional.
Ya iré diciendo cosas según vayan pasando.
Me alegro de que compartas entusiasmo por "El Crack", una joya, una isla en el océano peliculero español.

dexter dijo...

Pues no había reparado en que Rellán era socio de este club, así que no ha sido nada de peloteo (menos mal también que no dije nada malo). De todas formas, enhorabuena, Don Miguel, es usted un fenómeno.

Bueno, yo creo que eso de llorar en el cine es muy personal. Por supuesto yo en ET también me pongo tontorrón (debo ser otro niñato) aunque ya te digo que me cuesta derramar la lagrimita. Pero mira recuerdo otra escena que sí consiguió llegarme es esa en la que Anthony Hopkins se sienta en la escalera junto al hijo de Debra Winger y juntos lloran su muerte. Y yo lloré con ellos. Pero reconozco que en el cine he llorado más veces de risa que de pena. Qué le voy a hacer.

Carpet dijo...

Bueno, os he regalado una larga ausencia, que para vosotros habrá sido disfrute y para mi, pesares. El trabajo y un maldito virus informático me han mantenido alejado de escribiros, que no de leeros.

Y ha habido mucho y muy bueno en todo este tiempo, un goce ver que el blog mantiene el ritmo y la calidad, un gusto para los que disfrutan del cine y de las letras bien puestas.

Y no me resisto a escribir en esta entrada. Primero comentando que los churros indecentes provocados por la emoción son los que más me interesan, es una delicia ver como chorrean grasilla en forma de sentimiento y sensibilidad cuando uno se aleja de las imágenes y mira hacía dentro (¿o es adentro?).

Y recordaré mi historia con esta película que también me pincha el corazón y me altera el lagrimal, como a vosotros. Yo lloré en el cine, la primera vez que la vi, la única vez que lloré en un cine. Ya no lo hago, logro contener la emoción que me sube desde lo “jondo” y me produce un picor en la nariz y humedece mis ojos, pero contengo las lágrimas. Me digo: “Ya sabes lo que pasa, ya sabes lo que es” , y consigo contemplar los besos robados a la censura, encadenados sin descanso, balanceándose al ritmo de la maravillosa partitura de Morricone. Cabría preguntarse cuanta culpa de la emoción que traspasa la pantalla en esta película se debe a las envolventes y evocadoras notas de Ennio. Y al fin, lo consigo, aguanto como un machote la llorera y reposo unos largos minutos, como petrificado, que todos los sentimientos vuelvan a su sitio. Que la nostalgia se aleje, que la magia disperse su niebla y pueda ver de nuevo la realidad, que la congoja se relaje y el nudo en la garganta se transforme en sed, en hambre o tos o cualquier otra sensación física y controlable. Y poco a poco, me recobro, vuelvo a ser el de antes, el de los chistes estúpidos o el papá gruñón o el amante esposo o el despistado olvidadizo. Vuelvo a ser yo, si…pero algo mejor, tengo ganas de abrazar, de besar, de reír y acariciar. Es una película que habla y gira continuamente en torno al amor…y lo provoca, ver esta película es siempre terminar con la sensación de aquel momento de enamoramiento pleno, aquel que sentí cuando me descubrí enamorado.

Recuerdo que tras su estreno hubo una ola de críticas que intentaron rebajar el nivel de la película alegando el “tramposo” recurso de la búsqueda de la emoción y la lagrima. Recuerdo no pocos cinefilillos de pro que la calificaban como una obra menor por esa causa, yo discutía (poco, porque me parecía pérdida de tiempo) con ellos diciendo que no todo el cine (ni el arte) se podía valorar desde perspectivas técnicas sino en base a las emociones que provoca. Ellos negaban tal posibilidad aunque estoy seguro que defenderían como arte algunas provocadoras e incomprensibles realizaciones apelando a la emoción (llámese Von Trier y el Dogma, o Lynch, por ejemplo).

Bueno, me enrollo que os tenía ganas y ya me reclaman más tareas…Me gustaría encontrar algún otro momento a lo largo de la mañana y sumarme a ese transversal sobre finales emotivos…Si acaso y por si no encuentro el momento os diré que Crispulo tirando un cohete a los Reyes Magos pidiéndoles que aparezca su hermanito Chencho, es otro de los momentos en los que se me ponen los ojos vidriosos, también el cine español tenía sus cosillas.

Abrazos.

César Bardés dijo...

Buena escena esa que comentas, Dex, también muy cercana a la lagrimilla. Carpet incide en la música para potenciar la emoción de una escena y yo creo que, sin duda, Ennio sabe poner emoción en esa música de fondo a las imágenes de profundo amor por el cine que salen de ese final que siempre me arrebata. Algo así también me pasa con las notas que John Williams pone a la despedida de E.T. y a ese arco iris dibujado en el cielo como señal de despedida. Sin duda, en esas escenas, el compositor tiene que lucirse, tiene que demostrar que es capaz de emocionar con su música y que, al oír su música sin imagen, las imágenes volverán a aparecer en la mente de quien les escucha. También me ocurre con el final de "Las normas de la casa de la sidra", cuando Tobey Maguire coge el releve de ese impagable Michael Caine y dice (lo digo en inglés porque siempre la he visto en versión original): "Good night, you, princes of Maine, you, kings of New England" y los niños ríen porque vuelven a recuperar su trono, ese que la vida se niega tercamente a concedérselo. Me ocurre también con varias de John Ford pero más en medio de la película que en el final. En "¡Qué verde era mi valle!" cuando los hijos abandonan al padre y el pequeño golpea el plato y el padre, sin levantar la mirada dice: "Sí, hijo mío, ya sé que tú estás aquí". Me ocurre en el baile de suboficiales de "Fort Apache" porque me parece una de las escenas más tristes de la historia del cine. Me ocurre con "El hombre que mató a Liberty Valance" con esa flor de cactus puesta encima de la tumba de John Wayne y ese desharrapado Woody Strode llorando a quien fue su jefe pero también su amigo.
Joder, y voy a dejar de escribir porque estoy poniendo el teclado perdido.
Carpet, bienvenido de nuevo por aquí, esta es tu casa y puedes entrar y salir cuando quieras. Yo también recuerdo esas críticas injustas a la película de Tornatore y si el cine no es emoción que cojan y se queden con su rictus de seriedades que eso no es disfrutarlo.
Abrazos a los dos, compañeros. Con música de fondo de Ennio o de John.

Carpet dijo...

Aisss...que momentos.

Y, vale, no es puramente el final, pero como si lo fuera...No me diréis que no os temblaban las pupilas cuando Clint colgaba el colgante ( vala la rebuznancia ) del retrovisor y Meryl crispaba su mano en el manillar de la furgoneta.

Y, llamadme rarito, pero a mi me acongoja el final de "Viento en las velas" y la cara de Quinn comprendiendo y perdonando a unos niños que le condenan a muerte, aunque sea de forma indirecta.

Otra muerte en el mar, la del portugués Manuel en "Capitanes intrépidos", que tampoco es escena final, pero es definitiva.

Por ahi hay más pero me reclaman.

Abrazos.

César Bardés dijo...

Sin duda, "Los puentes de Madison" y esa escena están muy unidos a la emoción. A mi, fíjate, me tiemblan las manos cada vez que la veo, mucho más que las pupilas. No me pasa tanto con "Capitanes intrépidos" y me encanta "Viento en las velas" aunque no me hace llorar. También, lo siento tenía que nombrarlo, me ocurre con la última esscena entre Kate y Spencer de "Adivina quién viene esta noche" pero tal vez ahí me ocurre más porque están ellos y, de alguna manera, me parece que ella se está despidiendo de él mucho más allá de lo que pueda mostrar una cámara. Y también me ocurre, por supuesto, con el final de "Robin y Marian". Y ya que estamos en el medioevo, pues lo mismo con el final de "El león en invierno" porque creo, firmemente, que esos personajes, de verdad, son inmortales.

César Bardés dijo...

Ah, y se me olvidaba. El final de "Vivir" de Kurosawa. Ese hombre que, simplemente, ha luchado por hacer un parque de un barrizal y su última noche la pasa en uno de sus columpios cantando una canción que le enseñó su madre...

Carpet dijo...

Si señor, que buenas vuestras escenas emotivas...

Se podría dar una vuelta de tuerca y señalar aquellas escenas de pretendida emotividad y que son señaladas por la gran multitud y que nos dejen más frio que a Tarzán en el invierno polar.

Lanzaré las mias : "La vida es bella", película que me emociona tanto como una partida de dardos entre belgas.
"Titanic", ni la primera vez que la vi, ni la dieciseisava, por mi Leo se podía hundir sin el minimo acongoje, si lamente la muerte de alguien fue la de los músicos de la orquesta.
"La lista de Schindler", despues de una película perfecta, la receta actor-personaje real en color y música emotiva me supo a mentira y no me conmovio nada.
"Ghost", a esas alturas de la película yo ya quería que el Swayze desapareciera cuanto antes.


Aysss....me siento tan insensible...

César Bardés dijo...

Bueno pues estoy de acuerdo en casi todas salvo en "La lista de Schindler" y ese final a todo color que, ojo, no es que me emocione pero tampoco me molesta. Sé que puedo estar equivocado porque hay muchísima gente que está en contra de ese final pero no es mi caso.
Finales de emoción de transmisión frustrada...bueno, quizá los que has dicho tú más "Kramer contra Kramer" con Meryl Streep dándose por vencida y que me deja totalmente congelatin de Pond´s. Algo así me pasa con el final de "Braveheart", muy aplaudido por la masa y que a mí, sinceramente, me gusta más bien poco y que no es capaz de emocionarme ni una miaja. Tampoco me llega el final de "Canción de cuna", de Garci, alargado hasta la saciedad, como el de "Ghost", que dan ganas de decirle al Swayze "pírate ya". Supongo, o quiero suponer, que no es fácil emocionar al público y que cuando se intenta y no se consigue al dire, al guionista y a los actores se deben quedar con cara de hotentotes en plena sabana.

Carpet dijo...

Ojo, con "La lista....", peli que incluyo en mi pedestal ( enorme por otra parte) de pelis imprescindibles, no digo que no me guste o que sea malo, sólo que no me emociona nada...y que Steven debió intentar que si lo hiciera.

Bueno y para finales alargados hasta decir basta (muchas veces) los de Peter Jackson en "ESDLA" y en "King Kong", largos mucho, pero emoción , lo que se dice emoción, casi más en un episodio de "las supernenas".

En lo de "Braveheart", completamente de acuerdo, una peli que no calienta ni un joyero de juguete.

Sin embargo, jejeje, acabo de recordar que hace unos días hablabamos de un final que nos ponia los "bellos" (que semos mu guapos) de punta. Un indio desde lo alto de la ladera le grita a Kevin Costner: "¿No ves que soy tu amigo?, ¿Sabes que siempre seré tu amigo?"....Ufff, el lo decía en indio, pero era un final tremendo.
El gran Kevin, que injusto ha sido el cine con él.

Y hay dos finales también que te dejan con el brote de llanto a punto de caramelo.

Rock Hudson en "Adios a las armas" y su espera en el hospital..."...pero y si se muere".

Y el soldado alemán en "Tiempo de amar, tiempo de morir" de Douglas Sirk que nos muestra la crudeza de la realidad por encima del amor, de lo ideal, de los sueños.

Abrazos.

dexter dijo...

Y será posible que todavía nadie haya nosmbrado ese final que tanto adoramos y tanto nos emociona con esa Anjelica contándole a su marido la historia de su imposible amor adolescente mientras la nieve lo cubre todo de blanco. A veces la emoción también se mezcla con la rabia y la impotencia en piezas maestras como "Senderos de gloria". Reconozco que se me escapó una lagrimilla delante de la tele viendo el monólogo final de "El buscavidas" el día que murió Paul. O la emoción contenida siempre que reviso "Carta a una desconocida" o "Manhattan". Sí, sí cada vez que feo esos fuegos artificiales elevarse sobre los rascacielos con la música de Gerswin de fondo lloro de felicidad.

César Bardés dijo...

Desde luego que la escena final de "Bailando con lobos" también hace saltar lágrimas. No tanto "Adiós a las armas", una película que considero totalmente fallida pero sí, desde luego, me uno a muerte, y nunca mejor dicho, con "Tiempo de mar, tiempo de morir", para mí la mejor película que hizo nunca Douglas Sirk y absolutamente desgarradora.
Sin duda, Dex, "Dublineses" tiene un final que hace llorar porque, al fin y al cabo, ya cuando la vimos, nos dimos cuenta de que era también la despedida de una director que amó tanto al cine como la vida. Los fuegos artificiales de "Manhattan" al son de la "Rapsodia en Blue" de Gershwin, pone los pelos como escarpias pero no hace que se me salten lagrimillas. Al igual que los otros dos títulos que citas, uno porque coincidió con la ida de Newman (yo también derramé lágrimas por él, al igual que lo hice con Brando). "Carta a una desconocida" también me hace saltar alguna gota cuando Louis Jourdan acepta el duelo como forma de suicidio porque su vida ha sido totalmente inútil, entregada al hedonismo y al goce y ha hecho sufrir a quien merecía todo su amor y más.
No lloré nada, nada a pesar de que todo el cine estaba hecho unos zorros de mocos en "La fuerza del cariño". Pero, ah, amigos, son los 50 años de "West side story" y esa película sí me hace llorar. No sólo por lo que cuenta, sino por la partitura de Leonard Bernstein y también por las increíbles coreografías de Jerome Robbins, ejemplos de movimiento y realización en las modestas conferencias de un crítico de cine sabidillo.
Ah, y hay otra escena que me hace llorar como un tonto, tal vez porque yo no tendría lo hace falta para hacer lo que hace el protagonista al final de "La ley del silencio", con una paliza encima y yéndose a trabajar para hacer triunfar a unos cuantos pobres de solemnidad.

Raúl Gallego dijo...

Gran programa ayer sobre esta bella amistad paternofilial entre un niño y un proyeccionista de cine, y gran comentario César.

César Bardés dijo...

Buen programa, sí señor. Con emoción y recuerdos, con experiencia y nostalgia. Y gracias por elogio, sin duda, inmerecido.

holly dijo...

tanto mencionar otras y nadie se acuerda que cinema paradiso bebe de las fuentes del gran cine italiano de los melodramas y del neorrealismo fantástico, quien no ha llorado con el fellini de los 5o, incluso amarcord y gradiva me llena a un valle de lagrimas, o castellani o de sica, director

César Bardés dijo...

Bueno, Holly, habrás notado que todos estos comentarios, realizados ya algún tiempo, y todos los títulos que se mencionan se refieren a películas que nos han emocionado personalmente. Ahora bien, si entresacamos lo que quieres decir, por supuesto que "Cinema Paradiso" bebe del neorrealismo (no tanto del neorrealismo fantástico que se puede ver en "Milagro en Milán", por ejemplo, ya que nombras a De Sica), pero sí del neorrealismo, por ejemplo, de Pietro Germi, mucho más cercano que el de Rossellini en esta ocasión. Y, por supuesto,el gran referente de esta película, sin lugar a ninguna duda, es "Amarcord", de Fellini, sin olvidar otras películas como "Splendor", de Ettore Scola o, incluso, si se trata de ir en busca del recuerdo a "La estrategia de la araña", de Bertolucci.
Un saludo y gracias por tu aportación.