Los nuevos principios suelen ser preludios de viejos finales. Atrás queda un pasado de violencia y muerte, de sacrificio e inutilidad. Delante, la esperanza, el cielo, la inmensidad de la civilización, ser uno más entre la multitud en lugar del único en la pradera. Malos tiempos para vender. Siempre habrá quien se quiera aprovechar de una tierra agradecida y dura, terrible y sedienta de sudor. Habrá que pagar el precio de unas cuantas balas para seguir mirando hacia delante.
La muerte de uno de los hombres que trabajan para el protagonista, Glenn Ford, hará que los sueños vuelvan a replantearse entre el olor del cuero de los chalecos y el polvo de las botas. La ira desbocada es un mal argumento para convencer. Las colinas de Alabama, allí en California, parecen apuntar hacia el cielo con sus cimas orgullosas y la violencia parece el único recurso posible para que la defensa sea ya una razón para vivir. Y a veces los héroes más reacios hacen las cosas más admirables. El escepticismo no tiene lugar cuando las estampidas del ánimo parecen estar a punto de explotar.”No me hagas luchar, no te gustará mi modo de luchar”.
Y es que los años cincuenta fueron la época del western más adulto con obras como ésta junto con otras también protagonizadas por Glenn Ford como Jubal o la extraordinaria El tren de las 3,10. En ellas, los héroes no estaban hechos de una pieza, sino que tenían que cambiar su modo de pensar para pasar a la acción. No se movían por la honradez, sino por la ética, por la manera de conducirse en un mundo inhóspito que, en este caso, está pidiendo a gritos hombres apacibles. La calidad hace su aparición alrededor de unos argumentos que giraban alrededor de complejas personalidades obligadas a ser héroes a la fuerza, en contra de voluntades y de comportamientos, a favor del deber y de la justicia. Para enfrentarse a Ford se eligió a un hombre que no era demasiado común verle en territorios situados más allá del Missouri como Edward G. Robinson y como elemento de fricción que siempre hace chirriar los revólveres más engrasados se halla una mujer de fuerza, talento y doblez como Barbara Stanwyck. Detrás de las cámaras, uno de esos directores que sabía muy bien lo que se hacía (como demostró en la genial y trepidante Con las horas contadas) llamado Rudolph Maté, excelente fotógrafo en el cine y artesano inolvidable en cuanto barro era capaz de acariciar.
Película fuerte, de amargo sabor, de hombres de arrugas en la piel por culpa de un sol que no diferencia entre los espíritus que desean un futuro y los que sólo siembran un pasado. Personalidades fuertes, de tormenta y aridez. Terrenos fértiles de gesto contraído que luchan sin dejarse vencer. Shakespeare con bandolera. Todo eso en apenas una historia. Asesinos de sangre fría que querrán hacer astillas corazones. Un hombre o un billete, ésa es la cuestión. Y elegir entre alguno de los dos siempre será algo injusto por el hecho de planteárselo. No hagan lo mismo. Merece la pena.
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