jueves, 24 de enero de 2013

LINCOLN (2012), de Steven Spielberg

En una época donde la vida humana vale muy poco, surge el hombre adecuado en el momento preciso. Cree en lo que hace aunque, para conseguirlo, no duda en echar mano de cuantas maniobras estime necesarias. La calma forma parte de su carácter y sus palabras destilan pureza, ideales, futuro y moderación. Intenta ser el padre que nunca fue, rellenar los huecos que han quedado vacíos en su todavía joven nación, ganar sin ser arrogante, vencer a la intolerancia paso a paso. Primero, la libertad. Después, los derechos. Más tarde, vendrán otros logros. Es el precio de construir la convivencia.
Tendrá que vérselas con tortuosos políticos que cambian sus pareceres a propia conveniencia y no vacila en combatir con esas mismas armas. Tiene sentido del humor, parco y privado, pero efectivo para sobrellevar la pesada carga de la paz en un país dividido. Estará rodeado de los mejores hombres, capaces de discutir, de ofrecer puntos de vista viciados por los tiempos que corren pero que apuestan por él como el hombre indicado en la cima del poder. Su simpatía por la gente, por toda la gente, tendrá la suficiente distancia como para juzgar con objetividad sus necesidades más inmediatas. Todo ello para conseguir la ley más importante gracias a las corrupciones del alma más pura de América.
Resulta chocante comprobar que un director como Steven Spielberg, habitualmente magistral en su narración, ha realizado una película que se presenta desde el principio como eminentemente farragosa, difícil de comprender con la visión que domina al espectador de hoy en día. Falta el contexto para el público que se encuentra ajeno a la realidad histórica que Spielberg quiere retratar y aún así todavía hay grandes momentos dentro de la película debidos, sobre todo, a la interpretación contenida y muy meditada de Daniel Day Lewis en el papel principal y a la emocionante y espectacular de Tommy Lee Jones en la piel de Thaddeus Stevens.
Por lo demás, todo lo que se puede esperar. Una fotografía que, en algunos momentos, llega a ser espectacular por parte de Janusz Kaminski, una banda sonora sumergida en el sello impresionista e impresionante gracias al maestro John Williams y una serie de encuadres perfectos, medidos y sobriamente grandiosos que confirman a Steven Spielberg como uno de los directores que mejor sabe manejar una cámara.
Entre intrigas políticas y voluntades compradas, entre deliberaciones tortuosas y pactos secretos se puede llegar a lo justo. Porque la libertad es uno de los principios sagrados del hombre y ése debe ser el valor último al que aspire cualquier país, con seguridad para todos sus ciudadanos, con la certeza de que, se esté o no de acuerdo, el líder que dirige los destinos de la nación es alguien que cree firmemente en lo que hace y que cree también que la justicia tiene que estar respaldando siempre el principio de libertad. Lo demás no dejan de ser tertulias de taberna de aliento maloliente que tratan de salvaguardar la esclavitud por los más diversos motivos. Y aquí la política también entra en juego, o la convicción, o la educación, o, sencillamente, los intereses personales. La guerra es una sangría que se hunde en la oscuridad y asegurar el futuro de los seres humanos puede parecer una contradicción típica de los juegos políticos en los que la ambición y el odio tienen mucho que decir. Pero no lo es porque la visión del porvenir es una de las misiones principales del que tiene que hablar a favor de los más débiles, de los que no tienen nada más que latigazos, pisotones, palizas y la seguridad de que sobrevivir al término del día es un triunfo. Por eso y por muchas cosas más, los grandes hombres acaban bajo el fuego de los enemigos, creyendo que su sangre se mezclará también con todos aquellos que murieron por algo que fue justo.

3 comentarios:

Dexter dijo...

La película es efectivamente farragosa, especialmente para el público europeo ajeno al contexto historico en que se desarrolla - no entiendo porqué su director hablaba de ella el otro día en Madrid de su "película europea". Ahora bien, yo creo que la brillantez se impone a lo farragoso para acabar siendo un trabajo más que apreciable. Se nota que estamos probablemente ante el mejor de los directores vivos, con sus excesos, sus defectos, quizá el tío que mejor sabe, como tú dices , poner una cámara y contar una historia en el cine americano actual - con permiso del cejas. Es impresionante cómo te cuenta las cosas sin contarlas, cómo sugiere antes que narra, cómo domina la elipsis.

Porque a mí, porque aunque sí a veces resulta difícil de seguir, la película se me hizo bastante llevadera (y nada larga). Es como si Spielberg te fuera llevando por la película echando a veces pequeñas miguitas de pan para que no te pierdas. Ahí está esa primera escena admirable, toda una declaración de principios, unos soldados negros a la izquierda, otros blancos a la derecha, y Abraham en medio. Vale, ahora cuéntame toda la historia.

Y luego claro la parte técnica. Apabullantes Kaminszi, Williams, y Khan - qué buena la parte de la votación final. Y la parte artística. Tommy Lee Jones, sobrio y espectacular al mismo tiempo (su última escena te deja sin palabras). Y Straterin, Sally Field, Gordon Levitt, y, caray, nunca en la vida creí que llegara a decir esto, pero desde ya pido ese tercer Oscar para Daniel Day Lewis (o en su defecto que se lo cambien por el de "Pozos de ambición"). Comedido, contenido, portentoso (tuve la suerte de verlo en versión orginal). Para quitarse el sombrero, nunca mejor dicho.

Abrazos quitándome el sombrero

carpet dijo...

Aisss...sé que lo que voy a decir no os va a gustar del todo, pero os leo y sois clavaditos al amigo Boyero..jejeje.

efectivamente, él también comentaba lo complicado que es meterse en una Historia que nos es ajena pero que Spielberg te va agarrando poco a poco hasta que una vez bien metido en la historia te dejes lelvar y comiences a disfrutar de grandes momentos de gran cine (bueno algo así decía, que seguro que yo lo he expresado más bonito).

Mi indisposición impidió que me acercara el miercoles a ver la peli, pero no pasará mucho hasta que pueda opinar con propiedad aunque creo que no diferirá mucho de la opinión de tan magníficos críticos, ni de la de Boyero, claro.

Abrazos sin debate

César Bardés dijo...

Probablemente, el comentario del amigo Spielberg iba dirigido a que, lo normal en estos casos, hubiera sido hacer una película grandiosa, con tintes épicos y, si nos fijamos un poco, es más bien una película de despachos y debates. Al espectador de hoy le choca y mucho que los republicanos estuvieran a favor de abolir la esclavitud (con condiciones) y que los problemas los encontrase Lincoln en la facción más conservadora de los demócratas, por ejemplo. No se termina de cuadrar esto. (Yo es que soy un caso aparte porque, de natural masoquista, me documenté antes de ir). Los entresijos de la guerra, la importancia de Gettysburg en ese discurso inicial de los soldados negros (se me vino a la cabeza inmediatamente "Tiempos de gloria", ahora que Denzel va a estar otra vez en candelero). Se me hizo llevadera la película, en efecto pero, sin embargo, mi acompañante estuvo perdido durante muchos, muchos minutos. Y odio tener que aclarar las cosas en medio de la proyección. La parte técnica, como bien dices, Dex, es impecable. El tío rueda como Dios y sabe exactamente qué es lo que hay dentro de cada encuadre, dónde colocar la cámara en el sitio preciso y cómo anudar (en esta ocasión lo consigue sin pasarse) la garganta de todos los espectadores en esa maravillosa y genial escena final de Tommy Lee Jones. Y Day Lewis se lo lleva, sin discusión. Lástima que se lo dieran por "Pozos de ambición", en efecto. Deberían cambiárselo.
Boyero...Boyero...y tu un cantamañanas, Carpet. Bueno, digamos que, de vez en cuando, hay que reconocer que Boyero tiene razón aún cuando hay que reconocer que tiene una tendencia hacia los adentros con Spielberg que se le nota hace muchos, muchos, muchos años. Será que no ha olvidado las aventuras que nos hicieron disfrutar de niños.
Abrazos conciliadores.