miércoles, 5 de junio de 2013

EL GATOPARDO (1963), de Luchino Visconti



Cita ineludible de tiempos en medio de la convulsión de un país. La aristocracia, vieja pero no rancia, elegante, razonable. La plebe, deseosa de triunfar aunque solo sea una vez, joven pero con el ímpetu necesario para abrir nuevas épocas de cambio, de descubrimiento, de igualdad. Magnificencia y dominio. La contradicción en si misma. “Todo debe cambiar para que todo siga igual”, frase mil veces repetida y usada, compendio del choque de mentalidades que destila un notable pesimismo. No hay sitio ya para corazones rotos que evidencian inquietudes humanas cuando el mundo intenta la transformación. “Nosotros somos los gatopardos, los leones. Detrás de nosotros, vendrán los chacales y las hienas”.
La vitalidad parece ahogarse tras las conveniencias sociales. Los años no pasan, permanecen. La decadencia es solo un estado de ánimo. La reflexión es el único instrumento para mantener la razón. La aristocracia desnuda y vestida de realidad. El aliento de la vida sopla ahí fuera y hay que agarrarlo para acomodar los estilos y las clases. El colapso está cerca y hay que afrontarlo con serenidad, con un punto de soberbia pero, también, con algunas miradas de comprensión. El aire parece cargado de licor y madera y el tiempo se va, se acaba, se muda, se muere.
Crónica de un mundo perdido, a medias entre nostálgica y denunciante, Luchino Visconti pone en juego su teatro de contradicciones con la excusa de la novela de Giovanni Tomaso di Lampedusa (el director era de ascendencia aristocrática y, a la vez, miembro del partido comunista) y trata esta historia de cambios y de retratos con mano de seda para poner en evidencia a la modernidad enfrentándose a la gloriosa extroversión del mundo de las clases más altas. El esplendor apagado para dar a luz a la justicia social a través de un compromiso que nace de una herencia inevitable. Y Visconti lo envuelve todo en una irrepetible atmósfera de sueño que no se quiere abandonar, se quiere formar parte de ese baile increíble con el que se abre la película y la historia. La naturaleza de la aristocracia y de su afán inmovilista que, en el fondo, cuadra perfectamente con los cambios que solo significan lavados de cara con agua honesta y espejo deformante. En el fondo, tal vez el maestro quería decir que todos somos, de alguna manera, aristócratas.
Con esa mirada tan particular, Visconti nos pone delante de los ojos una serie de pinturas en movimiento, descriptivas de la belleza inherente al momento histórico, emoción en la normalidad del lujo, tristezas compartidas de situaciones que llevan a la unión de Italia como fin y principio, como la pesimista seguridad de que, después del cambio, no habrá nada. Solo palabras, solo vanas excusas que, bajo la brillante gramática, esconden el vacío y una nueva era acomodaticia de clases privilegiadas que siempre miraran con sus ventanas hacia adentro.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que ningún director en la historia ha sabido retratar tan bien la decadencia como Visconti. Se podía decir que es el leit motif de su filmografía. Además un tipo que sabía manejar la emoción como nadie (a mí "El inocente", "Senso" o incluso "Muerte en Venecia" me estremecen). Y por supuesto, esta que comentas y "Rocco y sus hermanos". Sin embargo nunca he podido nunca con "La caída de los dioses".

Y con repcto a "El gatopardo" me sorprendió ver a Terence Hill sin dar mamporros a diestro y siniestro en un papel serio.


Abrazos decadentes

César Bardés dijo...

Es verdad que, a través de la minuciosidad de todas sus imágenes, Visconti supo retratar la decadencia, eso sí, con una cierta mirada nostálgica. Sus aristócratas no son tan malvados...casí retrata con más ferocidad a los que quieren serlo a toda costa, como es el caso de Paolo Stoppa en esta película como el padre de Claudia Cardinale, que quiere que se case con Alain Delon contra viento y marea porque eso le asegura a él una posición social dominante.
Siempre, a pesar de su manierismo llevado al límite, ha sido un director que me ha gustado. Todas las películas que comentas me han gustado mucho, incluso "La caída de los dioses", feroz crítica contra el nazismo y, por supuesto, contra los industriales burgueses que apoyaron al régimen por puro interés. También me gusta mucho esa película suya que se llama "La terra trema" y que me impresiona por su retrato de la pobreza y de la espera, de esos hombres de mar que parten hacia la aventura de pescar solo para comer ese día.
Hizo pocas películas pero, diantre, qué bien las hacía. "Noches blancas" es otra que me apasiona.
En cuanto a lo de Terence Hill es sorprendente, sí. También lo es el hecho de ver a Alain Delon en plan gran actor. Y, por supuesto, qué decir de la presencia imponente de Burt Lancaster en toda la película, dominando la escena sin falsos fingimientos. No me extraña que, a pesar de sus reticencias iniciales, el malhumorado Luchino quedara tan encantado con él que repitiera en "Confidencias", otra para guardar.
Abrazos impresionantes.

CARPET_WALLY dijo...

Bueno, el caso de "Muerte en Venecia" a mi, gustandome mucho su estética, me cansa bastante, Dick Bogarde es un actor que me resulta especialmente antipático y quizá eso influye.
Si hablabamos hace poco de obras literarias llevadas con eficacia a la gran pantalla, es obvio que Visconti tanto en la de Thomas Mann como en la de Lampedusa, dió una respuesta cinematográfica de un nivel comparable al original literario.

Estoy muy liado de trabajo ultimamente y me cuesta entrar a comentar cosas que surgen cuando os leo (lo sigo haciendo aunque a destiempo).

A propósito de este "Gatopardo" se me vienen ciertos recuerdos de "Los miserables", no en cuanto a las películas en si, sino en cuanto a la historia. Si Victor Hugo le dió el toque romántico, lampedusa un siglo más tarde no deja de dar algo de ese tono, algo pesimista, desesperanzador y decadente. La diferencia está en que el italiano es mucho más cínico y su mensaje es que todos los avances no dejan de ser una farsa, Hugo al menos admira la pasión de los personajes dispuestos a hacer que las cosas cambien aunque no lo consigan.


Abrazos elegantes

Anónimo dijo...

Yo de Bogarde descubrí hace relativamente poco "Rey y patria". No recuerdo si fue gracias al lobo que llegué hasta ella, pero me dejó absolutamente impactado. Para mí también lo mejor de Losey.

Abrazos desde el barracón

César Bardés dijo...

No te preocupes, Carpet. Me siento más que sobradamente honrado porque saques tiempo de donde no lo hay solo para leer las tonterías que pongo por aquí, así que a tu aire, cuando quieras, si puedes y si quieres.
En cuanto al tema Bogarde...pues estoy de acuerdo en lo que apuntáis ambos. Es un actor difícil de clasificar pero, a pesar de los estupendos trabajos que hizo para Visconti o para Cavani o para cualquiera de los directores de prestigio europeos, creo que sus cimas vienen de la mano de Losey que lo utiliza siempre muy bien. Tengo que destacar, por encima de "Rey y patria" que está muy bien desde luego, el trabajo que hace para Losey en "El sirviente", turbio a más no poder, ambiguo, equívoco, fatal y desarrollando en su servilismo una posición dominante que llega a impactar. A mí es una película que me gusta mucho y tengo que reconocer que hay bastantes amigos de la profesión o fuera de ella que es una película que se ha quedado peligrosamente antigua, que no tiene mucho sentido hoy en día y tal...Yo siempre les digo que queda mucho más anticuada la que es considerada la obra maestra de Losey que es "El mensajero", con una estética absolutamente trasnochada y sin actualidad ninguna en un tema que ya está más que superado.
En lo que comentas sobre Hugo y sobre Lampedusa...bueno, hay que reconocer que Hugo lo cuenta todo desde un punto de vista "proletario" mientras que Lampedusa se pone en el lado contrario y no vacila a la hora de exponer las contradicciones que caracterizan a la aristocracia. Caramba, el personaje de Delon, sobrino del Príncipe de Salina, se alista para luchar con los chaquetas rojas de Garibaldi...y es recibido en casa como un héroe. Ahí queda eso. Era el propio Visconti en esa historia, como digo en el artículo.
Lo de "Muerte en Venecia", una película muchísimo más contemplativa y difícil si no te pones en la onda de Thomas Mann y en la búsqueda incesante de la belleza (yerran, yerran mucho los que dicen que está película trata sobre la homosexualidad...no es así, trata sobre la belleza).
El placer que esa aristocracia trata de alcanzar y mantener es el verdadero cáncer que la corroe y que la acaba devorando. VIsconti, en la película, acaba diciendo que esa aristocracia tiene que empezar a pensar y a trabajar, a ser una posición privilegiada, sí, pero también a ser una más en esa hermandad proletaria que destilan los tiempos que demandan ese cambio que dejará todo igual de nuevo.
Abrazos desde la cocina.