viernes, 9 de enero de 2015

BIG EYES (2014), de Tim Burton

Detrás de todo fraude siempre hay un cúmulo de frustraciones. Están los fracasos del aprovechado, que son olvidados al instante cuando el éxito merodea con insistencia. También están los complejos del perjudicado que prefiere asegurar su timidez, su aparente tranquilidad antes que dar a conocer mundialmente una obra que, por otro lado, no se sabe muy bien si es una moda o una nueva manifestación artística. Tarde o temprano, tienen que salir los odios subterráneos, los silencios ahogados y la pintura que se adivina tras un lienzo de mentiras.

El mundo se vuelve loco por lo diferente. Los ojos grandes y suplicantes de cientos de niños que esperan la devolución de la mirada de los ociosos adultos no dejan de ser unos cuantos toques de advertencia en las conciencias de los que se atreven a mirar pero puede que eso no sea suficiente. Al fin y al cabo, el arte no debe complacer, ni siquiera a la conciencia, sino que tiene la obligación de elevarse, de ser testimonio de una grandeza que pertenece a todos, se entienda o no de arte. Y no basta con volcar una serie de sentimientos con unos trazos que, en el fondo, delatan un aire de falsedad.
Los conflictos del alma humana son azotados con furia por la maldita vanidad. El periodista no se preocupa de buscar la verdad, solo quiere ser parte de una frivolidad muy reprochable. El avispado trata de ser aupado por la fama cuando, en realidad, detrás de su gesticulación grotesca no hay más que la enorme falacia del éxito fácil y ajeno. La tímida mujer que no tiene un lugar en la vida es incapaz de tener una conversación que seduzca a un posible comprador de arte aunque la razón esté siempre en su pincel. La niña calla con un silencio cómplice porque sabe que los problemas comenzarán a salir en cuanto se hable de ellos. El competidor de la galería más próxima solo pretende servir al elitismo más aparente con obras que tampoco pueden ser calificadas de arte. Y todo es un enorme circo que engrasa su maquinaria en la paleta del que no sabe vender pero sabe pintar, del que no sabe pintar pero sabe hablar, del que no sabe vivir pero sabe sufrir.
El director Tim Burton abunda en su obsesión sobre personajes que se sitúan deliberadamente en los márgenes de la aceptación y aunque hay rastros que delatan su particular estilo, la película contiene un error que lleva el nombre de Christoph Waltz. Siendo un actor que hace de la ambigüedad su mayor activo, no sabe desenvolverse como ese personaje gesticulante y embaucador, calculadamente falso y nada frío porque su afectación es más propia de Johnny Depp que del propio Waltz. Amy Adams, con un personaje de poco lucimiento, es capaz de sacar más credibilidad a esa pintora que Burton quiere homenajear como alguien que, en un momento dado de su vida, decidió rebelarse y destapar el enorme fraude que tanto suele salpicar al mundo del arte y a los artistas y marchantes que lo componen. En conjunto, la película decepciona porque no es una historia con enganches suficientes, se dejan escapar escenas que podrían haber sido mucho más intensas y, nuevamente, se tiene la sensación de que Tim Burton hace tiempo que dejó de tener fuerza. Y eso es una pena en un mundo de espectadores de ojos grandes.

3 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Nada, hace tiempo que el mundo de Tim Burton dejó de atraerme. reivindicaban el otro día en la radio que un director se mantuviese fiel a su estilo y que pareciera que siempre hacía la misma película a proposito de esta peli. Incluso ponían el ejemplo de Allen.

Yo creo que es un error mayusculo, por dos cosas. Porquela referencia a Woody no es valida, Allen puede mantener un estilo propio identificable pero nos cuenta cosas distintas cada vez aunque parezcan envueltas en el mismo papel de regalo. Y porque Burton no es que se mantuviera fiel a un estilo sino que nos contaba lo mismo una y otra vez, el marginal, el marginado, el extraño, el inhumano que es más humano que todos los humanos y que señala acusica todos sus defectos. Eso ha podido darle o darnos algunas alegrias como sobre todo "Ed Wood" y en menor medida "Eduardo manostijeras" o "Sleepy Hollow", que me parecen más que aceptables, pero a base de repetirse se ha hecho tan repetitivo que no me apetece que me vuelva a contar lo mismo. Parece que "Big Eyes" supone un cambio de registro total y a tenor de lo que se oye y tu ratificas parece que tal vez no esté muy dotado para contar otras cosas o contarlas de otra forma. O peor aun, que intente contar otra cosa con un modelo similar y trate de que Waltz emule a Depp ( mayusculo error) o Adams a Bohnam-Carter (casi aun peor).

En fin, nos veremos en el tanque.

Abrazos con ojazos

Anónimo dijo...

La verdad que es una pena, porque el tema da mucho de si, ahora que tan de moda están los temas de los derechos de autor y la propiedad intelectual y eso. Fíjate que pensaba darle chance por el tema de Waltz pero si encima dices que es el gran error de la peli apaga y vámonos.

"Ed Wood" queda ya muy lejos. Este hombre ha acabado siendo una caricatura de sí mismo.

En fin, nos veremos sobrevolando Broadway con su Batman.

Abrazos con copyright

Dex

César Bardés dijo...

Es que dirigir a un tipo que ha hecho de la ambigüedad su punto fuerte como si fuera un gran guiñol tipo Depp, no puede llevar más que al error y eso es lo que ha hecho Burton con Waltz. Además de todo ello, la famosa estética Burton se le ha ido por los cerros de Úbeda y se decanta por retratarnos por enésima vez (no él, el cine en general) esa estética falsa de los años sesenta, tan aseada, tan llena de plástico y colores pastel, más propia de una película Day-Hudson que la realidad que pretende mostrar porque, por supuesto, esto está basado en una historia real.
Es cierto lo que decís de Burton. Su modelo está agotado porque siempre se fija en el marginado, en el diferente, en el "outsider" por excelencia y no hace más que repetir la misma película una y otra vez. Lejos está el Burton fabulista que nos deleita con "Ed Wood" o con "Sleepy Hollow" o, incluso, con "La novia cadáver". Ahora tenemos a un director artesano, muy alejado de sus pretensiones autorales, que no sabe muy bien qué hacer con su misma historia de siempre. Esto, por supuesto,provocará que la legión de "frikis" pro-burtonianos se echen las manos a la cabeza (ya he leído algún artículo por ahí que dice que esto es la leche y que Burton se "reinventa") y no es así. Hay que anotar en el activo de la película el espléndido trabajo de Amy Adams, eso sí, aunque un peldañito por debajo de lo que nos tiene habituados (Eastwood saca más partido de ella en "Golpe de efecto", por nombrar una película sin demasiadas pretensiones) y ni siquiera hay esa vuelta de tuerca tan ansiada. El "outsider", por comodidad más que por otra cosa, se deja engañar. El "outsider" toma conciencia. El "outsider" se rebela. El "outsider" triunfa. Mola ser "outsider".
Eso sí, en su descargo habría que decir que, tal vez, escogió a Waltz por el parecido físico que tiene con el verdadero Keane. Ni siquiera el guión de dos pesos pesados de los "big hits" de Hollywood como Scott Alexander y Larry Karazewski (autores de los guiones de "Ed Wood" o de la estupenda y muy olvidada "Man on the moon") ayudan a salvar el desaguisado.
Batman, vuelve.
Abrazos con paleta.