miércoles, 8 de abril de 2015

GOLFUS DE ROMA (1966), de Richard Lester

Una cosa divertida ocurrió en el camino del Foro. Resulta que una casa de lenocinio ha abierto al lado de la residencia de unos nobles patricios y allí hay un esclavo, Pseudolus, que lo que quiere es lo que todos queremos, o sea, la libertad. Y para ello monta un lío que parece la pata de un romano. Para complicar más la cosa, el vecino del otro lado, no hace más que correr para deshacer un hechizo y por allí pasa un centurión de la legión romana que tiene más arrogancia que Marco Antonio haciendo su famoso discursito en las escaleras del Senado. Desde luego, esto solo puede ocurrir en Roma.
Y es que es una época en la que el más tonto se enamora, el más aguerrido se convierte en un plomo, la más considerada es más tiesa que un palo de pilum, el más inteligente es un esclavo (cosa que aún perdura en nuestros días) y el más caradura es el empresario (cosa que aún…bueno, dejémoslo).
Siete gansos en un anillo, canciones desde lo alto de un acueducto que me suena de algo, decorados sobrantes de La caída del Imperio Romano, unos cuantos buenos actores con una coña romanesca de aúpa y ya tenemos la función. El espíritu de Plauto y Aristófanes sobrevuela el enredo, las persecuciones se suceden, los diálogos son chispeantes y raudos, las situaciones son divertidas y grotescas…esto es la decadencia. Pensándolo bien estos no son los decorados sobrantes de La caída del Imperio Romano…es la misma caída del Imperio Romano.
Zero Mostel lleva la función con inteligencia, con el ojo avizor, la expresión preparada y la lengua suelta. Con humildad, esclavo, con humildad. Michael Hordern quiere beber una pócima que reviva su natural inclinación hacia la carne y resulta chocante ver a un actor tan serio siendo tan gracioso. Jack Gilford hace gala de una gesticulación maravillosa, propia de su pantomima cómica. Phil Silvers pone en juego toda su mala leche de burra romana. Buster Keaton…bueno, es su última película y aparece poco pero…si hay alguien que merezca estar en el Olimpo de los Dioses es él. Y ya tenemos la compañía de payasos con toga más impresionante de este lado del Tíber. Esto merece el sacrificio de unas cuantas cabras, el expolio de unas cuantas naciones y el chocar de un puñado de espadas en pleno campo de batalla. Que los nobles rían, que la plebe se divierta, que los actores disfruten poniendo en juego la farsa. Hasta las piedras de Roma se partirán.

Hay que reconocer que, de vez en cuando, ver una película desenfadada y poblada de buenos actores puede obrar milagros en mentes demasiado dominadas por la presión. Más que nada porque una cosa divertida ocurrió en el camino del Foro y  los dioses nos castigarían con toda su furia por perdérnosla. Incluso nos negaría la ofrenda de una mujer de carnes prietas que acabaría por ser la emperatriz de nuestros deseos.

2 comentarios:

Nacho dijo...

Muy buenas César. Ésta me la recomendaste tú hace muuucho tiempo y me lo pasé pipa viéndola. Película cachonda donde las haya. Con una música extraordinaria y actores divertidísimos. Lo de Zero Mostel es genial, sin lugar a dudas. Habrá que revisarla, que unas risas son de agradecer, más aún en tiempos complicados como estos.

César Bardés dijo...

Y tanto que hace tiempo. Tú eras niño y yo era joven, no te digo más.
No sé, porque no me acuerdo, en qué contexto te la recomendaría pero me alegro de que te sirviera para pasártelo bien y ver a un puñado de actores estupendos hacer el payaso sin demasiadas inhibiciones. Y sí, precisamente la he sacado a relucir para dejarnos un poco de tanta trascendencia amarga.
Por cierto, llegué a ver la versión teatral (en el Nuevo Apolo) con Javier Gurruchaga como Pseudolus y Gabino Diego como Eros. La verdad, tenían bastante gracia y la gente se quedaba muy descolocada ante una comedia que se desarrollaba en la Roma antigua, con algún guiño al espectador muy interesante.
Me alegro de que vengas por aquí y dejes tus impresiones y tus recuerdos. Todo un placer.