Quizás
haya habido demasiadas muertes, demasiados destrozos en la vida de un tipo que
nació para matar. Cada una de sus arrugas marca el derramamiento de unos
cuantos litros de sangre. Su mirada es desencantada, triste, vacía, con un
punto de oscuridad, con tres hielos de ternura. No supo amar porque en su mundo
no cabía el cariño y ya está solo, con la única compañía de un vaso de whisky
que siempre apura hasta el final. Vive de prestado y le humillan. Y eso no lo
merece porque él se ha jugado la piel hasta el tuétano. Lo hacen porque no
tiene ya fuerzas para nada. Solo tiene que traspasar la línea y todo terminará
pronto.
Sin embargo, todo hombre tiene
un límite y cuando van a por lo que más quieres, se está dispuesto a llegar
hasta el final. No hay ningún problema en dejar al vaso rumiando su alcohol
mientras se carga el revólver con seis balas con nombre. Lo que sea con tal de
preservar ese íntimo detalle que hace que detrás del asesino haya un hombre que
amó con todas sus fuerzas aunque nunca llegase a demostrarlo. Entre otras cosas
porque el amor es signo de debilidad. Y él no es un débil aunque lo parezca.
También sabe lo que es la
amistad. Hubo una juventud gastada al lado de alguien, un alistamiento para ir
a una guerra perdida, un par de amoríos compartidos, una seguridad en que cada
bala disparada era por alguien que era capaz de darlo todo a cambio. La amistad
se rompe porque lo íntimo entra en juego y lo más íntimo que tiene un hombre es
el dolor. Y cuando se prueba, lo único que se desea es hacer sufrir al otro
hasta acabar con su espíritu y, más tarde, con su vida.
El español Jaume Collet-Serra
ha dirigido con asumida vocación de serie B una película que parece sacada de
un clásico de los años cuarenta. Hace que la ciudad de Nueva York sea
protagonista en una noche inacabable de ajustes de cuentas, de verdades dichas
por última vez, de pistolas de alquiler y muertes merecidas. La noche es el
cómplice fotográfico y delante de las cámaras se exhibe con cierta profundidad
su actor favorito, Liam Neeson, acompañado de unos acertados e intensos Ed
Harris y Vincent D´Onofrio y de un joven de mirada interesante como Joel
Kinnaman que recuerda lejanamente a aquel Keith Carradine que llenó las películas
de culto de principios de los ochenta a las órdenes de Alan Rudolph o Samuel
Fuller. Lo cierto es que el resultado es una historia aceptable, de cierto
ritmo, con alguna secuencia excesivamente nerviosa, con una banda sonora
potente y unas cuantas calles mojadas que nos recuerdan que somos productos de
nuestros propios errores…sobre todo cuando ya no quedan balas en el cargador y
solo queda tiempo para una caza antes de la última copa.
Y es que la ciudad engulle
todos los sentimientos hasta convertirlos en bruma, en la nada de un bosque de
luces que late en las transiciones veloces al ir de un punto a otro de la
trama. El pasado también se acerca a golpe de pólvora y los acontecimientos se
precipitan para que nos demos cuenta de que la felicidad no se puede
proporcionar tras un cúmulo de abandonos pero sí algo que es mucho más
fundamental para construir un futuro lleno de verdad y esperanza. Se llama paz.
2 comentarios:
Pues fijate que a la luz de tu artículo parece mejor de lo que parecía. Es cierto que Collet Serra tien un buen manejo del ritmo para estas películillas y que de la mano de Neesom ha entregado películas más que entretenidas. Y es que el español ha dejado atrás la españolidad local, para convertirse en un director especializado al que poco se le notan sus origenes hispanos, habría que decir que es precisamente ese buen manejo del ritmo el que le separa bastante de otros directores de pelis de acción que fijan toda su atención en la espectacularidad y nos entregan una y otra vez fueos artificiales casi intragables. Será su asumida vocación serie B como comentas la que salva esa distancia y le hace algo más notable.
En su defecto habría que comentar el hecho de convertir a ese gran actor dramático que es Liam (ahí está la reciente "En tercera persona" para confirmarlo) en un pegamamporros camino de convertirse en un género en si mismo, como sucedió en los 80 y 90con Van Damme o más cerca del Z con Steven Seagal, y en los dosmiles con Vin Diesel. Obviamente la franquicia Neesom se beneficia de que el protagonista al menos sabe mover las cejas.
De todas formas salo que me animes mucho, esta me parece que va para disfrute televisivo.
Abrazos nocturnos
Es una película que está bien. Desde luego, muy sostenida por el trío protagonista Neeson, Harris, D´Onofrio y con su asumida vocación de serie B en un claro homenaje al estilo cine negro de segunda, con fotografía muy contrastada, de los años cuarenta. De hecho, la historia es plenamente capaz de ser trasladada a aquellos años poner a Alan Ladd, a George Raft y a Robert Young y salirte una de esas que merecería la pena rescatar.
En cuanto a la marcha de Neeson, sí tienes razón y yo creo que él se está dando cuenta. Ha anunciado de hecho como que en dos años se retira del género y pasa a hacer cosas más serias porque se ha dado cuenta de que se le está conociendo como ese "hombre de acción" equiparable a un Van Damme maduro (aunque sepa actuar bastante mejor). Es decir, le quedan dos películas más debido a los compromisos firmados e intentará algo de un poco más de prestigio.
Collet-Serra creo que lo hace bien (hay alguna secuencia en la que mueve la cámara en el hombro y se ve realmente poco, pero comparado con Paul Greengrass es una minucia) y está sabiendo sacar partido a su condición de director artesano, especializado en un género, algo así como Raoul Walsh trasplantado a los dos miles. Si vas al cine y te has quedado sin entradas para ver la que deseabas ver, es una buena opción. Lo pasas bien y tiene una cierta tensión. Si no, pues para disfrutar televisivamente pasas una buena noche.
Abrazos con sabor a pólvora.
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