viernes, 8 de mayo de 2015

FRANCIS FORD COPPOLA: EL PRECIO DEL CREADOR


En 1966, Stanley Kubrick impartió un ciclo de clases magistrales en la universidad de Nueva York. Sus clases empezaban siempre así: “Ante todo, debéis defender, por encima de cualquier otra consideración, vuestra libertad de artistas y creadores. Si no veláis por ella, vuestros potenciales talentos quedarán diluidos por los intereses comerciales que imperan en el mundo del cine”. Entre los alumnos de aquella clase que escuchaban atentamente se encontraba Francis Ford Coppola. Años después, en el 78, a Kubrick le preguntaron cuál era su cineasta favorito. Lacónico, como siempre, Kubrick no lo dudó: “Francis Ford Coppola”. El periodista, deseoso de arrancar más palabras al director, insistió: “¿Algún otro?”. Kubrick, impasible, respondió con otra pregunta: “¡Ah! ¿Pero es que hay otro?”.
Es evidente que la carrera de Francis Ford Coppola dista mucho de ser ideal. Después de una carrera como guionista destacando sobre todo en el cine bélico con ¿Arde París?, de René Clément o Patton, de Franklin J. Schaffner. Sus inicios detrás de las cámaras fueron modestos, con películas íntimas e intimistas como Ya eres un gran chico o Llueve sobre mi corazón y unos cuantos escarceos dentro de la factoría Corman como Dementia 13. Incluso sorprendentes, como ese cuento musical que hizo que Fred Astaire nos regalara sus últimos pasos de baile con 70 años a la espalda en El valle del arco iris. Coppola fue unos metros más allá cuando le cayó encima el encargo de dirigir la adaptación de la novela de Mario Puzo El padrino. El resultado es bien conocido: aplauso unánime de público y crítica como recompensa a un trabajo modélico, lleno de lecturas, de violencia seca y mirada incisiva con una dirección de actores legendaria y una fotografía del gran Gordon Willis que ya forma parte de la historia.
No contento con ello y ya instalado en la opulencia, Coppola contrató a Mario Puzo para escribir la segunda parte y, nuevamente, da en el clavo al alcanzar prácticamente la perfección narrando el antes y el después del primer segmento y colocando a un impresionante y, por entonces, casi desconocido Robert de Niro en el papel de Vito Corleone en sus años jóvenes. Las dos películas, incuestionablemente, son dos obras maestras del cine moderno. A pesar del éxito, Coppola al recibir su primer y único Oscar como director dijo: “No se preocupen. Solo haré El padrino III cuando necesite dinero”.
Entre ambas, rodó una maravillosa historia titulada La conversación, haciendo gala de un ritmo lento hasta la exasperación pero con una maestría espectacular que deja a su modelo Blow up, de Michelangelo Antonioni en una mera anécdota. Coppola roza la obra maestra contagiando al espectador de esa cadencia casi inexistente que abarca una trama de múltiples lecturas incluso históricas. Curiosamente, aquel año se dio la circunstancia de que La conversación tuvo que competir por el Oscar a la mejor película con El padrino II.
Con una posición económica inmejorable, Francis Ford Coppola se atreve con el proyecto más ambicioso de toda su carrera con el improbable título de Apocalypse now. Con elementos del guión que Orson Welles escribió para la adaptación  que nunca llegó a realizar sobre El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, el director traslada la acción a Vietnam con tan singular acierto que la prensa norteamericana llegó a decir que Apocalypse now no es una película que trate sobre la guerra de Vietnam. Es Vietnam”.
Sin embargo, el rodaje estuvo cuajado de dificultades. El reparto fue difícil de conseguir. Coppola tuvo que aceptar a Martin Sheen como protagonista de la película después de que Robert Redford y Steve McQueen, entre otros, rechazaran el papel. El rodaje tuvo que pararse varias veces debido a dos crisis cardíacas que afectaron al propio Martin Sheen y a dos tifones y un huracán que se llevaron por delante la mayor parte de los decorados y del equipo técnico unido al problema que surgió con un ayudante de fotografía al que Coppola despidió y que, en venganza, robó parte del negativo original que iba enviando en pedacitos pequeños por carta personal al propio Coppola.
Tras casi dos años de rodaje, cuando estaban previstos seis meses, y la ruina total del propio Coppola que confesó que “si el rodaje hubiera durado una semana más, mis hijos no hubieran tenido qué comer”, el resultado es fascinante. El caos, el horror, la furia, la guerra, el Apocalipsis, la cordura mantenida en un entorno de locura, las referencias tribales, el poder, lo absurdo, lo siniestro y lo sublime se dan cita en esta compleja historia, obra maestra indiscutible en todas sus acepciones y que Coppola hizo porque cree con firmeza que “una película puede cambiar el mundo”.
Se asocia con George Lucas y con Steven Spielberg para financiar una de las últimas películas del maestro Akira Kurosawa, Kagemusha, y, a la vez, empeña todo su capital obtenido con los beneficios de Apocalypse now para hacer el musical Corazonada. De fascinante factura visual al ser realizada íntegramente en interiores (incluidas las escenas que simulan exteriores) y con una sensibilidad estética en el uso de fundidos, iluminación y sobreimpresiones que raya en la absoluta perfección poética, la película se resiente de un guión muy débil, con muy poca claridad en la composición de los números musicales a pesar de que la coreografía fue supervisada por Gene Kelly. La aventura supone un fiasco económico de tal calibre que Coppola tiene que vender los estudios de su propiedad y desmantelar su compañía productora Zoetrope.
Acepta un encargo de ese lince de la producción llamado Robert Evans para dirigir Cotton Club que, sin embargo, es una película de enorme sello personal sobre la época de la prohibición, las grandes bandas de jazz, el claqué y el mítico club cuyas principales estrellas eran de color negro pero no dejaban entrar a nadie que no fuera de color blanco. La película es de una belleza indiscutible y es magistral su final con la acción paralela del fantástico número bailado por Gregory Hines Los zapatos se van de viaje (una especie de tap acapella) combinado con el tableteo de las ametralladoras acribillando a un loco holandés que se atreve a desafiar al todopoderoso Charly Lucky Luziano. Sin embargo, los costes de producción se dispararon hasta tal punto que Evans puso los derechos de exhibición a un precio tan elevado que muchos países retrasaron su exhibición varios años (entre ellos, España) y, a pesar de que artísticamente es pura fascinación, no se obtienen beneficios.
Con el fin de ganar dinero, pues no tiene ni para pagar la hipoteca de su casa, Coppola sigue dirigiendo películas de encargo a las que, no obstante, consigue imprimir un sello muy personal a pesar de su temática juvenil. Ahí están Rebeldes y La ley de la calle, rodada en blanco y negro la segunda y que hacen que consiga reunir el suficiente efectivo como para financiar la aventura en el cine negro de Wim Wenders El hombre de Chinatown, una buena película que resultó un fiasco porque los dos llevaron una malísima relación pues, de forma muy curiosa, Coppola no dio la suficiente independencia al director alemán.
Dirige a continuación un proyecto muy personal, Tucker, biografía de un famoso advenedizo de la industria automovilística que guarda más de un parecido con el propio Coppola y que obtiene un éxito moderado que le ayuda a recuperarse. Seguidamente, acepta otro encargo que realiza con una sabiduría excepcional titulada Jardines de piedra, sobre la vida militar en retaguardia en plena guerra de Vietnam. Un lugar donde el negocio de los soldados era matar y el negocio iba muy bien. En retaguardia, el negocio era enterrar y el negocio iba mejor.
Después de dirigir el episodio Vida sin Zoe, de Historias de Nueva York, Coppola necesita de nuevo dinero y se decide por dirigir El padrino III. El éxito, por supuesto, es instantáneo aún siendo inferior a las otras dos pues Coppola debe reescribir el guión a última hora debido a la desorbitada cantidad que exigió Robert Duvall para volver a encarnar al leal Tom Hagen. A pesar de que le llueven las críticas por incluir en el reparto a su hija Sofía (el nepotismo de Coppola ha sido frecuente) muy por debajo de sus dos primeras elecciones como fueron Winona Ryder y Bridget Fonda que apareció finalmente en un papel muy breve, la película es brillante sobre todo en su parte final con ese paralelismo preclaro y terrible de la trama con la sensacional ópera Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni. En esta ocasión, el que se lleva los honores interpretativos es Al Pacino que ya brilló en las dos primeras partes con luz propia y que encarna por tercera y última vez al atormentado Michael Corleone. Estrenado el film, Coppola declaró: “Ya tengo escrita El padrino IV…pero solo la haré cuando me haga falta dinero”.
Con capital suficiente en el bolsillo adapta con enorme sentido visual Drácula, fascinante recreación del universo de Bram Stoker, con una estética soberbia e impactante que decepciona a una parte del público que espera una narración terrorífica y se encuentran con una apasionada y apasionante historia de amor, respetando así las intenciones del libro que escribió Stoker y que ha atravesado nuestra imaginación durante océanos de tiempo.
Desde entonces, solo productos de encargo, algún riesgo en la producción de películas como El jardín secreto, de Agnieszka Holland, o algún acierto un tanto impersonal como Legítima defensa y dos incursiones en el cine más personal de Francis Ford Coppola, ambas fallidas, como El hombre sin edad, fábula sobre el tiempo y la levedad con Tim Roth, o Tetro, una especie de prueba que se pone a sí mismo para rodar una película sin apenas presupuesto, al estilo de un principiante pero que, aún así, contiene momentos de una rara belleza.

El cine ha enriquecido y arruinado varias veces a Francis Ford Coppola pero él, como su maestro Kubrick, se siente servidor de un arte que ha dejado de serlo para convertirse en un simple mercado de imágenes. Es el precio que ha tenido que pagar por ser un creador insobornable salvo por necesidad, uno de los más grandes del cine contemporáneo, de ese cine considerado como la sublime expresión de la belleza que es capaz de inventar el ser humano. Aunque sea, como muchas veces él mismo ha llevado a cabo, la belleza del caos. Aunque tengamos que ver, ojalá, una cuarta parte de El padrino

6 comentarios:

Nacho dijo...

Hola César. Me ha gustado muchísimo tu artículo sobre uno de los grandes creadores. "El Padrino II" me parece una de la obras más complejas y estimulantes que se han filmado, sin lugar a dudas. Por cierto, estoy deseando leer un día de estos un artículo sobre Martin, otro de mis favoritos.

Un abrazo

César Bardés dijo...

Me alegro de que te haya gustado, Nacho, creo que la ocasión lo merecía. En cuanto al artículo de Martin, no te preocupes que eso está hecho. Casualmente, el martes tenemos programa de "La gran evasión" sobre "Toro salvaje" pero como esa película ya la he comentado, pues mira, pongo uno sobre Marty, así que el martes estáte atento.
Un abrazo grande.

CARPET_WALLY dijo...

Menuda mañanita llevo de curro.

Poco que añadir al gran repaso, y esoque has dejado fuera a "jack" (sigo diciendo que no estan horrible) y a "Peggy Sue...." que esta si que no me gusta nada, nada. Y es curioso porque muchos dicen que "Jack" es una versión endulzada de "Big", cuando yo creo que fue precisamente "Peggy Sue..." la que se realizó tras la estela de la peli de Tom Hanks...y el problema es que la Turner no cuela nada como jovencita y que Cage está...ejem...bueno haciendo de Cage.

Lo del nepotismo de Coppola es cierto, pero no cabe duda de que Mary Sofi dice más tras las camaras que frente a ellas (y ya es volar bajo), y francamente, Andy García que sólo me hacía gracia en los comienzos, a mi gusto queda muy bajo en las espectativas en "El padrino III", la película es tan buena que se sobrepone a eso, pero obviamente no puede competir con las dos anteriores donde el reparto era otro de sus puntos importantes, amén de que las espectativas nos llevaran a exigir mucho más de lo normal.

En todo caso y como decíamos, no es una carrera especialmente prolífica pero Coppola acumula un número de obras maestras espectacular.

Abrazos surfeando por la mañana.

César Bardés dijo...

A ver, "Jack", a mí me parece que es una película correcta y ya. Un vehículo para el lucimiento de Robin Williams (que lo hace muy bien, hay que reconocerlo) y que deja un regusto emocionante en esa escena final de la graduación. Al fin y al cabo, creo que lo mínimo que se le puede exigir a Francis Ford es que haga una película correcta. "Peggy Sue se casó" tenía cierta gracia en algunos momentos pero es verdad que estuvo un poco sobrevalorada en su momento. Creo que Kathleen Turner está realmente bien (yo creo que fue una de las mejores actrices de los ochenta y con una belleza que me dejaba sin aliento) y que Nicolas Cage, por una vez, lo hacía bastante bien en el papel de idiota que nace idiota y siempre será idiota.
El tema de Andy García...bueno, a mí no me molesta porque su papel es simplemente secundario. En esa película me fijo en Pacino, en Keaton, en los guiños, en el final tremendo con Pacino embargado de tanto dolor que no puede ni gritar. Para mí lo peor de lo peor de lo peor de la película es Mari Sofi porque no aguanta un primer plano ni de lejos (obsérvese el juego de palabras) y además no me creo nada, pero nada, la historia de amor entre Andy y ella y, sin embargo, si percibo más química entre Andy y Bridget, que sale un momentito para echar un polvete con él en una escena que cobra una cierta fuerza. Es cierto, por otro lado, que el reparto en la tercera parte baja mucho con respecto a las dos anteriores (la ausencia de Duvall para mí es determinante, dejando el papel del abogado en un simple asesor legar en la piel bastante inadecuada de George Hamilton). Hay otro error, si te molestas en poner a John Savage como el hijo de Duvall, coño, dale un poco de cancha. El gran problema de todo esto es que a Coppola se le estaban complicando las cosas muy poco antes de empezar de rodar. Las exigencias de Duvall, la espantada de Ryder y la imposibilidad de contar con Bridget Fonda para toda la película (Mari Sofi fue una solución de urgencia muy equivocada). Sin embargo, yo creo que Joe Mantegna en el papel de Joey Zaza está brillante y una de las mejores escenas es su caza por parte de Andy García. Me irrita un poco la presencia de Eli Wallach porque la veo innecesaria teniendo en cuenta que es un viejo amigo de la familia y no aparece en las otras dos. Coppola tiene que rehacer el guión cuando apenas le quedan tres meses para empezar a rodar...Además Keaton y Pacino estaban bastante peleados desde que se habían liado en los setenta y eso a Francis le daba un poco de miedo porque creía que no iban a desprender tanta química. Está muy bien Talia Shire en lo poco que aparece (casi uno llega a pensar que si Connie llega a dirigir la familia, el imperio de sangre de Michael se queda en un juego de niños). Me quedo pasmado con la aparición irreconocible de Helmut Berger y me gusta mucho el que hace el papel del cura-contable que no recuerdo su nombre pero también era uno de los puntos álgidos de "Dublineses", de John Huston como el invitado borrachín del que todos se avergüenzan.
Yo creo que es merecidísimo este premio a Coppola, entre otras cosas porque sí es un artista en toda la extensión de la palabra y representa un cine que encantó a muchos durante los setenta, especialmente.
Abrazos con napalm.

CARPET_WALLY dijo...

Si, es cierto, yo creo que la escena final de la III es uno de los grandes momentos de toda la trilogia si no el mejor. Ese grito mudo es espectacular (y lo suficiente para darle todos los premios a Pacino) y un impresionante final para toda la peripecia vital de Michael, un final de lo más justo incluso se podría decir.

Tienes razón en lo de Talia, una actriz muy potente pese a lo poca cosa que es y que refleja una fuerza en cada mirada que coincido que si llega a ser "la madrina" alguno aun estaría quitando cabezas de caballo de su cama.

Cierto que Garcia es secundario respecto a Michael, Kay y sus asuntos, pero finalmente (ojo spoiler) recoge el testigo y ahí también pierde la película. A mi me da la impresión de que se acabó el imperio Corleone. El problema de Andy es que por momentos quiere aparentar la dureza del propio Pacino pero es un actor que suele mostrar más frialdad que profundidad. A Pacino le ves cerrando la puerta a Kay cuando ella se cuela para visitar a sus hijos en "El padrinoII" y sin hacer ni un sólo gesto te quedas clavado. A Andy no sabrias distinguirle si está mosqueado por que se ha presentado su ex-mujer o porque le han robado en el casino.

Lo de la espantada de Wynona no se sabe bien la causa, dicen que una enfermedad, pero nunca se confirmó, aunque curiosamente no tuvo reparo en volver a contar con ella para "Dracula".

En cualquier caso es una gran película y sorprende que aunque estuviera nominada no le dieran el Oscar frente a, la apreciable pero a mi gusto menor, "Bailando con lobos", por no decir que se lo dieran a Kevin en vez de a Francis o que Jeremy Irons fuese premiado por su magnífico trabajo en "El misterio Von Bulow" cuando Pacino ni siquiera fue nominado. Hoy la escena de la salida de la opera es un ícono de la historia del cine.

Abrazos coincidentes

César Bardés dijo...

Creo que estoy de acuerdo contigo en todo menos en una matización. Dices que con García pierde la película y que ahí acaba el Imperio Corleone...yo creo que eso es deliberado por parte de Coppola. Aparte de cogerle por su físico latino, también es un tipo que, en el fondo, no tiene ninguna clase si lo comparamos con Michael. Ya lo dice incluso dando un (genial) respingo en la silla el propio Michael: "Tiene el mal genio de su padre" y Brando lo deja bien claro: "Santino no fue un buen don". Creo, sinceramente, que una vez que Mary Corleone está muerta y Anthony ha dejado bien claro que no va a seguir por los pasos de su padre, a partir de ahí, a Michael le da todo igual y, de hecho, la última escena (spoiler también) es él dejándose morir porque ya no hay nada que le impulse a seguir, ni siquiera a hacer que la familia Corleone tenga un "status" legal que, en el fondo, es lo que ha perseguido toda su vida aunque nunca le han dejado. García, digamos, tiene ese gesto reconcentrado que tanto tiene Pacino pero que no resulta tan convincente porque Garcia es incapaz de ir más allá de la pose. Cuando Michael-Pacino lo hace, te lo crees, porque, además, es un personaje al que has llegado a comprender. No así en el caso de Vincenzo Mancini. Ya digo, en el fondo un chuloputas que se convierte en la única salida lógica para heredar el Imperio Corleone.
En cuanto a los Oscars...sin duda recuerdo lo de Pacino, comprobando que no estaba nominado a mejor actor pero que sí lo estaba al secundario por su aparición estrambótica en "Dick Tracy". Creo recordar que en la alfombra roja dijo: "Hay que reconocer que la Academia tiene mucho sentido del humor". A mí "Bailando con lobos" me parece una buena película, correctísimamente bien realizada pero, sin duda, "El padrino III" hubiera merecido alguno de sus, creo recordar, siete nominaciones. Y quizá lo que comentas sobre el reparto fue bastante determinante para que no se llevara ni zarrapitos.
También estoy de acuerdo en que Pacino hace un trabajo muy superior al de Irons.
Abrazos sentidos.