jueves, 14 de mayo de 2015

SUITE FRANCESA (2014), de Saul Dibb

¿Se puede amar al enemigo por lo que es y odiarle por lo que representa? La dualidad del ser humano está encerrada en esta pregunta que pone en juego cosas tan simples como las apariencias, las actitudes, las verdades, los chismorreos, las crueldades y las sensibilidades. En todo ello cabe una guerra y una ocupación. Y ahí es donde se encuentra lo realmente apasionante.
Y es que vivir bajo el yugo del invasor no debe de ser nada fácil en medio de un tablero que se resquebraja por las traiciones y las veleidades. No todo es blanco o negro, puede ser gris del ejército nazi y eso suele traer habladurías entre la gente que tiende a clasificar cualquier hecho histórico como una contienda entre buenos y malos. Tan grande es el error que puede haber muchos malos entre los buenos e, incluso, algún bueno entre los malos.
El olor a madera vieja parece inundar los sentidos de esta historia que nunca llegó a ser amor pero que descubrió la verdadera naturaleza de unos seres que se hallaban perdidos bajo el fuego. El rechazo puede ser un arma más importante que el peor de los cañones sobre todo si queda algo de corazón bajo el alma de acero. Una melodía resuena por los rincones, como si quisiera buscar un oído donde asentarse e ir penetrando poco a poco, como unos dedos que acarician lentamente y con enorme cariño el cuerpo del otro. Pero la guerra lo difumina todo, lo hace lejano y temible, extraño y, a la vez, atrayente. Tal vez porque hay demasiada fealdad en un mundo que se destruye a sí mismo. O, simplemente, porque hay personas que nacieron para fabricar belleza y que sufren más que cualquier otro cuando se les obliga cumplir con un deber propio de asesinos.

Michelle Williams se convierte en el ángel de la película porque en su rostro de música se dibujan todas las sensaciones. Ella es pena y alegría. Es temor y oasis. Es cariño y rechazo. Es valentía y arrinconamiento. Es un día en que el sol se tiñe de paz. Es más que el alrededor que se empeña en el menos. Solo por ella merece verse esta película. Por lo demás, hay una buena ambientación, una interesante banda sonora de Alexandre Desplat, un excelente acompañamiento por parte de Kristin Scott Thomas que huye del cliché para componer un personaje mucho más cercano de lo que parece. Sin embargo, se echa de menos un poco más de empuje, de fuerza, de creer verdaderamente que el original literario de Irene Nemirovsky era una victoria sobre la muerte obligada lo cual hace que se vea con la amabilidad del invasor pero con la incertidumbre del invadido. Hay momentos débiles, sin chispa, carentes de honestidad con la historia y todo se resiente. Como esos oídos que acarician las notas de un pentagrama hecho de humanidad en un mundo en llamas. Como si se quisiera apartar la vista de la belleza para hundirse en una mediocridad demasiado abundante. Y es una lástima porque se puede llegar a sentir la opresión de la injusticia, el suspense de la situación, la tensión acumulada y el deseo contenido. Todo ello podría haberse hecho melodía mientras un piano desgrana unas notas que hablan por sí solas, más allá de los disparos y más allá del resentimiento mientras unas lágrimas nos ahogan porque las circunstancias hacen imposible la intención del siempre esquivo amor.         

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Según parece el original literario tiene mucho más valor por la odisea de la autora y las circunstancias del rescate del mismo que por el valor de la obra en si. Tal vez a ello se deban los defectos que detectas en la peli.

En todo caso es algo similar a lo que pasa con " El diario de Ana Frank" mucho más valorado por la peripecia y que quizá mereciese una nueva adaptación porque yo creo que la película que se hizo en su momento es francamente mejorable.

Abrazos lejanos. Carpet.

César Bardés dijo...

Así, detrás de la portada, lo que tenemos es que es una novela inconclusa y, sin embargo, en la película se empeñan en añadirle un final y ahí yo creo que aparece una voz en off para explicar qué es lo que pasa a los personajes y se nota demasiado el pegote. Para mí la película tiene un punto de interés muy grande (así como la historia) y es que la historia de amor (que no llega a consumarse) hace que ella se ponga en una situación de privilegio para poder favorecer a sus convecinos (que, por otra parte, no lo merecen) y, por el lado contrario, sus convecinos creen que es la "puta" que se ha vendido a los nazis cuando en realidad es la que más ayuda al pueblo. Y ahí es donde la película también falla parcialmente (en el fondo, es una película llena de fallos parciales) porque se pierde en otras cosas cuando ése es el punto más fuerte.
El problema de "El diario de Anna Frank" es que se hizo como adaptación de la obra de teatro, y eso en algunos momentos hace que se resienta la adaptación que pide una mirada, incluso, diferente. Sin embargo, no me parece una mala película, entre otras cosas, porque contiene algunas interpretaciones más que interesantes como la de Shelley Winters, maravillosa actriz.
Abrazos agradecidos.