miércoles, 2 de marzo de 2016

LA VIDA EN UN HILO (1945), de Edgar Neville

Un hilo que se saca desde el asiento trasero de un taxi. Y es que, por un lado, está la seguridad, la comodidad, el saber que el mañana va a ser exactamente igual al hoy. El trabajo rutinario y ciertamente aburrido pero eficaz, las tías que viven en la misma casa y el dichoso reloj de Ramón, una cosa moderna que algunos adoran pero que, sencillamente, es tan horroroso como un pulpo en un salón. Ay, Ramón, Ramón. Esos balcones con las ventanas abiertas de par en par para asegurarse la salud y que, al final, han acabado por tirar del hilo otra vez. Con eso no se quiere decir que no hubiera fiestas pero, la verdad, tenían la misma gracia que un vals bailado por dos cojos. O sea, ninguna. Figúrense, si hasta las citas previas al matrimonio fueron verdaderas pruebas de paciencia. Y es que no siempre la seguridad es lo más atractivo.
Claro que por ahí también anda Miguel. Y resulta que su hilo, aunque mucho más endeble, es más divertido. Es ocurrente y bohemio. Es artista y eso siempre tiene un aura atractiva. Próceres sin cabeza para honrar las hipocresías provincianas que, aunque no aparecen durante todo el año, dejan suculentos honorarios. Chistes fáciles pero dichos con gracia porque el tipo sabe manejar el cincel y el hilo no se deshilacha ni queriendo. Y es que la lluvia parece repiquetear pizpireta con singular tono de insistencia. El aburrimiento y la seguridad contra la diversión y vivir al día. No es fácil la elección, vive Dios. Pero una mujer atractiva, formada, culta y bien educada siempre tomará la decisión acertada. Para eso eligen ellas. Y eso no es una cuestión impuesta. Ellas eligen porque es algo que hacen mucho, mucho mejor que los hombres.
Malditas pitonisas que te dejan con la noche en blanco y el interrogante puesto. Así que la vida depende de una decisión que se toma en medio segundo y en la que apenas reflexionas. Pues vaya gracia. Para eso es mejor quedarse en casita y dejar que todas las oportunidades pasen porque después dices no a quien deberías haber dicho sí y todo se queda en un quizás bastante irritante. Y no estamos para bromas, que ser la mujer de uno o de otro no es cuestión baladí. Tanto es así que lo mejor es tomar otro taxi y comenzar de nuevo. O comenzar desde el principio. O comenzar desde el medio. Lo importante es tener el hilo agarrado bien fuerte.

Edgar Neville, en su infinita sabiduría, sabía poner la sonrisa elegante y sofisticada allá donde no llegaba el ojo. Sugería pero no mostraba. Y, más que nada, porque respetaba mucho los latidos de una mujer. Sabía que solían tener clase y un punto de emoción pero no respetaban demasiado las casualidades. Quizá el destino sea una broma o algo escrito. Eso nunca lo sabremos. Pero cuando las circunstancias se empeñan en repetir lo que pudo haber sido y nunca fue, va a haber que ser y siempre será. Buenos estaríamos si la decisión nunca es la correcta. Aunque no sé, no sé…Tal vez algunos no acierten nunca y otros acierten siempre…Baje la banderilla, taxista, que de tanto pensar me he enredado con el hilo…

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