Un hilo que se saca desde el
asiento trasero de un taxi. Y es que, por un lado, está la seguridad, la
comodidad, el saber que el mañana va a ser exactamente igual al hoy. El trabajo
rutinario y ciertamente aburrido pero eficaz, las tías que viven en la misma
casa y el dichoso reloj de Ramón, una cosa moderna que algunos adoran pero que,
sencillamente, es tan horroroso como un pulpo en un salón. Ay, Ramón, Ramón.
Esos balcones con las ventanas abiertas de par en par para asegurarse la salud
y que, al final, han acabado por tirar del hilo otra vez. Con eso no se quiere
decir que no hubiera fiestas pero, la verdad, tenían la misma gracia que un
vals bailado por dos cojos. O sea, ninguna. Figúrense, si hasta las citas
previas al matrimonio fueron verdaderas pruebas de paciencia. Y es que no
siempre la seguridad es lo más atractivo.
Claro que por ahí también anda
Miguel. Y resulta que su hilo, aunque mucho más endeble, es más divertido. Es
ocurrente y bohemio. Es artista y eso siempre tiene un aura atractiva. Próceres
sin cabeza para honrar las hipocresías provincianas que, aunque no aparecen
durante todo el año, dejan suculentos honorarios. Chistes fáciles pero dichos
con gracia porque el tipo sabe manejar el cincel y el hilo no se deshilacha ni
queriendo. Y es que la lluvia parece repiquetear pizpireta con singular tono de
insistencia. El aburrimiento y la seguridad contra la diversión y vivir al día.
No es fácil la elección, vive Dios. Pero una mujer atractiva, formada, culta y
bien educada siempre tomará la decisión acertada. Para eso eligen ellas. Y eso
no es una cuestión impuesta. Ellas eligen porque es algo que hacen mucho, mucho
mejor que los hombres.
Malditas pitonisas que te dejan
con la noche en blanco y el interrogante puesto. Así que la vida depende de una
decisión que se toma en medio segundo y en la que apenas reflexionas. Pues vaya
gracia. Para eso es mejor quedarse en casita y dejar que todas las
oportunidades pasen porque después dices no a quien deberías haber dicho sí y
todo se queda en un quizás bastante irritante. Y no estamos para bromas, que
ser la mujer de uno o de otro no es cuestión baladí. Tanto es así que lo mejor
es tomar otro taxi y comenzar de nuevo. O comenzar desde el principio. O
comenzar desde el medio. Lo importante es tener el hilo agarrado bien fuerte.
Edgar Neville, en su infinita
sabiduría, sabía poner la sonrisa elegante y sofisticada allá donde no llegaba
el ojo. Sugería pero no mostraba. Y, más que nada, porque respetaba mucho los
latidos de una mujer. Sabía que solían tener clase y un punto de emoción pero
no respetaban demasiado las casualidades. Quizá el destino sea una broma o algo
escrito. Eso nunca lo sabremos. Pero cuando las circunstancias se empeñan en
repetir lo que pudo haber sido y nunca fue, va a haber que ser y siempre será.
Buenos estaríamos si la decisión nunca es la correcta. Aunque no sé, no sé…Tal
vez algunos no acierten nunca y otros acierten siempre…Baje la banderilla,
taxista, que de tanto pensar me he enredado con el hilo…
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